Se acerca Semana Santa y los políticos realizan sus particulares viajes antes de la recta final que serán las próximas elecciones de mayo. Algunos forzosos, como el del Presidente del Gobierno a sacarse la fotografía ecologista en el incendio que asola la provincia de Castellón y otros más programados, como el de la Presidenta de la Comunidad de Madrid veinticuatro horas antes a la ciudad de Valencia. La Comunidad Valenciana es un puesto importante y en Génova lo saben. Si hace unas semanas eran Feijóo y algunos de sus pesos pesados quienes se dejaban ver en las Fallas, ayer fue Isabel Díaz Ayuso quien se dio un baño de multitudes en el cauce del río Turia dejando claro la pegada que tiene la política madrileña.
Mientras la imagen que presenta Pedro Sánchez en vaqueros y con cara de circunstancias no se la cree nadie, Ayuso se presentó tal y como es; es más, quizás sea aún más cercana de lo que ya por sí se aprecia en la televisión. Y es que las falsas promesas y el decir que sí a todo, cada vez tiene menos recorrido. La mayor parte de los ciudadanos, los que se levantan cada día para ir a trabajar, los empresarios que no pertenecen al IBEX35, es decir, la mayor parte del tejido empresarial, los que ya trabajaron y ahora les toca disfrutar de su pensión… todos ellos están cansados de la actitud de cierta clase política que cada día les aprieta más. Y ahí es donde aparece la presidenta madrileña mostrando la diferencia entre un gobierno socialista, como el valenciano y progresista, como todos ellos se autodenominan, a otro en el que se ha demostrado que se puede ser firme y consecuente con unos valores (esa palabra cada vez más desconocida) y a la vez, avanzar y progresar.
Con un gobierno central al que le gusta utilizar la táctica del divide y vencerás, Díaz Ayuso representa que lo que le va bien a uno, le va bien a los demás. Si las políticas que se practican en la Comunidad de Madrid funcionan, por qué no van a funcionar en otras comunidades, por qué no se van a ver reflejadas en otras comunidades. Y al fin y al cabo, es lo que vino a decir a Valencia. Eso, y más. Porque lo que no es de recibo que a una le lluevan palos por todas partes con la huelga ¿política? que le plantaron Mónica García y compañía y nadie hable del desbarajuste médico que tiene montado Ximo Puig en la Comunidad Valenciana. Por cierto, que salgan los sindicatos madrileños a ver lo que opinan ahora de los acuerdos alcanzados, así como de los proyectos sobre el papel, de la Consejería de Sanidad. Que salgan diciendo que disfrutan de uno de los mejores servicios sanitarios del país.
Pero volviendo a Valencia y al acto del domingo, los socialistas valencianos y sus camaradas de Compromís deben de preocuparse, entre otras cosas, porque en esta liga juegan solos. Pedro Sánchez no le perdona a Ximo Puig que en su momento se decantara por Susana Díaz, otra de las víctimas sanchistas, y no solo ningunea a los valencianos, sino que va contra ellos a la mínima que puede. Joan Baldoví aún no se ha dado cuenta que es muy fácil plantarse en Madrid y hacer políticas graciosas como las que mantuvo contra Rajoy, pero a la hora de la verdad, ni se le ve ni se le espera. Y en lo que se refiere Ribó, el alcalde del Cap i Casal, mejor habría que preguntarle a sus vecinos, incluso a los turistas, acerca del caos en el que se ha convertido la ciudad.
Como dijeron los candidatos populares, dentro de nueve domingos habrá que pasar nuevamente por las urnas. Que nadie se engañe, nueve domingos no es tiempo suficiente para arreglar lo que no funciona. En nueve domingos no se puede repartir todo el dinero que no se ha invertido en cuatro años. Nueve domingos son iguales en Valencia que en el resto de España.
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