Clase electoral de Pilatos

Todo estará consumado el próximo 23 de julio tras el recuento de las elecciones. Se iniciaba el pasado 29 de mayo, justo un día después de las traumáticas elecciones para la izquierda de este país, la cuaresma electoral que no sólo anunciará un nuevo mesías político, sino que también anunciará la muerte política de otro… o de otros, u otras. Y es que, aunque todo parece indicar un cambio radical en la tendencia de voto, en este país es de ignorantes obviar que en nuestro sistema político todo es posible. Y, en cifras de votos totales, ni el PP consiguió una victoria apoteósica, más bien un regalo en forma de castigo a los graves errores cometidos desde el Gobierno de coalición, ni el PSOE pasó a mejor vida, ni siquiera consiguieron las urnas que llegara a entrar en la UCI gracias a ese golpe de efecto de Sánchez que descolocó a la oposición, a sus propios socios y hasta a la mayoría social, como él diría, de este país.

Sánchez es un auténtico estratega. No de otra manera podría entenderse en el pasado que llegara a la secretaría general de su partido en unas primarias en las que consiguió convencer, no gratis, por supuesto, a la mayoría de los votantes socialistas cuando tantos, también en ese momento, lo daban por finiquitado políticamente. Tampoco se entendería cómo pudo aunar las fuerzas políticas de la oposición de tal manera que terminara por conseguir salir Presidente de una moción de censura en la que las negociaciones previas marcaron no sólo los siguientes meses, sino también la convocatoria de elecciones y la negación, al estilo del Pedro de los evangelios, de su intención de pactar con PODEMOS o Bildu, para luego terminar haciendo eso mismo sin pasarle una factura política ni siquiera entre los suyos. Tal es el control de Sánchez de los tiempos, de la gente que le rodea y de aquella que quiere que esté cerca de sí. Sabe bien que debe conseguir a gente agradecida, que quiera seguir sacando crédito de su cercanía con el poder y con él mismo, y que para ello lo defendería a capa y espada.

Por lo tanto, la situación frente a las futuras elecciones no es nada, en absoluto, tan clara como muchos piensan. Eso sí, el mayor mosqueo que la izquierda pudo tener en la noche de las elecciones es que ya no puede hacer uso ni abuso de ese concepto que tanto les gusta a tenor de una apoyo mayoritario en las urnas… la mayoría social. Si algo dejaron claras las urnas es que esa presumible mayoría social, a 28 de mayo de 2023, dio la espalda a la izquierda de este país, en unas elecciones marcadas en forma de plebiscito sobre las políticas llevadas a cabo desde el propio Gobierno de España.

Sin embargo, si es cierto que el PSOE no salió tan derrumbado como algunos pretenden hacer creer, a pesar de la pérdida de gobiernos municipales y autonómicos, los verdaderos perdedores de esas elecciones no han sido sino la extrema izquierda de las coaliciones, de las múltiples marcas o máscaras y del discurso radical anti todo lo que no sea ella, lo que se le pase por la cabeza, y sus circunstancias. Leyes como la del Sólo Sí es Sí, su defensa hasta la saciedad, su negación de las cifras que mostraban las consecuencias de su puesta en práctica y sus absurdas acusaciones a jueces y fiscales como responsables de la aplicación de sus puntos, que no dejan lugar a dudas respecto a asuntos como la reducción de penas, los enfrentamientos a movimientos sociales afines, como el feminista, presentando leyes como la Ley Trans, que remueve las entrañas y la esencia histórica de este movimiento, el apoyo a los okupas, y el tono chulesco y pasado de rosca de la Ministra de Igualdad y sus afines, han demostrado que esa izquierda no sólo no representa a los demás, más bien a sí misma, y que en sí misma está más perdida que el barco del arroz.

Y es que ni siquiera la Ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, ha sido capaz de convencer en ese intento de escenificar la metamorfosis de ese movimiento de ultra izquierdas en el proyecto que ahora tiembla de SUMAR cuando sus más fieles aliados de Compromís, en la Comunidad Valenciana, no han podido luchar contra la marea del desánimo entre los suyos, y la defraudada sociedad que no ha sabido encajar los errores del alter ego de Pablo Iglesias en el Consejo de Ministros, una mujer empoderada pero desorientada en lo político, con más carga de idealismo surrealista que efectividad en sus propuestas políticas y en sus leyes, impuestas al amor de un PSOE condicionado en el poder a su apoyo.

Y es una auténtica lástima porque en su deshacer realidades para crear paralelas Irene Montero no ha hecho sino mucho daño allí dónde decía pretender solucionar las cosas, consiguiendo en muchos casos el efecto contrario al que en principio pretendía pero, además, arrastrando a todo un Gobierno al caos y a la desesperación. Ya en los últimos tiempos era más que habitual ver la soledad de esta Ministra sólo acompañada en un apoyo tan necesario en lo personal como en lo recíproco por su compañera Belarra, otro error político de carisma y de efectividad. Una tonta útil, que dirían en algunas latitudes ideológicas.

Además, como en muchas ocasiones he mencionado, uno de los peores logros de PODEMOS en nuestra democracia ha sido darle alas a la ultraderecha representada por VOX para justificar su existencia, a pesar de su negacionismo generalizado de todo aquello que no sea la defensa de la España de hace décadas en lo social, en lo mental y en lo económico y hasta medioambiental. Esa retroalimentación de los extremos en este país puede haber llegado a su fin si tanto Sánchez como Feijoo cogen las riendas de un constitucionalismo constructivo y democrático, de acuerdos políticos y no de acuerdos ideológicos, tan estúpidos como infértiles para la ciudadanía.

Sánchez se la juega, y de sobra están los múltiples comentarios que relacionan la fecha de las elecciones con las vacaciones, el calor o las migrañas de quiénes no se lo esperaban. Yo sí. De hecho, pienso que mucho ha tardado y ha esperado hasta la última ocasión que se podía permitir para salvar los muebles de la coalición. De hecho, ya lo expuse en un artículo de abril publicado en este mismo medio. Lo que ha hecho Sánchez, debemos reconocer, no era otra cosa que aquello que no podía prorrogar más, pero no sólo por su bien, el de su partido y el del Gobierno, sino por el bien de todos los españoles. Un Gobierno debilitado hasta el extremo que cayó tras las elecciones de mayo no podía seguir batallando contra molinos de viento, aquellos molinos que su socio de gobierno convirtió en gigantes contra los que luchó provocando tantas víctimas entre la sociedad que tanto se ufanó en decir defendía a través de una mayoría social a la que nunca representó según sus resultados en las urnas. Una ultra izquierda envalentonada al amor del poder que ni el poder supo manejar escenificando un ascenso social que nada tenía que ver con las consignas de humildad que exigía siempre al resto. Nada nuevo bajo el sol.

La cuaresma electoral no ha hecho más que comenzar, y los capítulos y versículos que aún están por escribir determinarán al mesías político vivo y al falso mesías político muerto, un suceso que se producirá las urnas. Como movimientos de última hora la decisión de no presentarse de Ciudadanos, que hará que cientos de miles de votos vayan al apoyo de una u otra formación, o el anuncio de Macarena Olona de presentarse a las elecciones, lo que también podría robar muchos miles de votos a sus ex compañeros de VOX, pero también a aquellos que votaron al PP pero se sienten identificados con un mensaje más claro y directo sin caer en los fanatismos extremos de la formación verde. Respecto al movimiento de Ciudadanos, hay que reconocer que se pasa de prudencia, entender a algunos de sus miembros por enfadarse ante tal decisión pero no entender que haya trascendido que Arrimadas participara de la misma justo antes de abandonar la política. Para lo que le quedaba en el convento…

Por otro lado, aún no sabemos si “podemos” “sumar” después de la tremenda resta de votos, pero la cosa pinta muy mal para la izquierda promovida por Iglesias, algo que sí que podría beneficiar a un PSOE al que le haría mucho daño volver a entablar simpatías con aquellos que hundieron hasta el fondo su Gobierno de coalición desde dentro. Tengo mucha curiosidad por saber, eso sí, qué dirá el aún Presidente sobre esa coalición, sobre si la reeditaría tras las generales o si se arrepiente o no de haber entablado relaciones y acuerdos políticos con Bildu o los nacionalistas separatistas, tras negarlo durante la campaña electoral, y si estaría dispuesto a volver a hacerlo y lo hará en esta.

Se abre un periodo apasionante para los amantes de la política y desesperante para aquellos que buscan una estabilidad mental. La batalla va a ser monumental en datos, cifras, en insultos, en intentar defenestrar al contrario, en fakes… vamos, se avecina un repaso a lo mejor de la política en los últimos años. Esperemos, eso sí, que esta forma de escenificación de lo público termine cuanto antes y volvamos a la paz democrática de los acuerdos, de los debates de altura y de las decisiones, insisto, políticas y con visión de Estado, y no ideológicas ni farfulleras.  Y reitero, cuidado con lo que creemos por sentado porque en estos momentos todo puede pasar.

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