El tercer sexo

Cabe preguntarse qué sima se ha abierto entre la constelación LGTBIQ+ y un sector del feminismo. Tan profunda es, que se reclama “el feminismo inclusivo”, entendiendo que hay otro “excluyente”. Si echamos la vista atrás, tal y como están las cosas, hablar de “el colectivo LGTBIQ+” como un cajón de sastre ha sido un error que está teniendo consecuencias. El símbolo final, “plus” añadiría cualquier condición en la que uno “se autoperciba”. 

Relata un conocido conferenciante que se han identificado más de cien tipos de “identidades sexuales”. Creí que se trataba de una extravagancia citada como punta de lanza, pero me equivocaba. En la cámara de Brandemburgo Steffan Königer inició su saludo a la concurrencia (aquello de “damas y caballeros”) citando 44 grupos diferentes “de seres”. Entre otros menciona a los genderqueer, los sin-género, los trans-humanos, los cuarto género, los tercer género del espíritu o los de género cero. Al terminar su intervención, (y algo acuciado por la impaciencia del presidente) se despidió añadiendo: “el Adf rechaza su propuesta”. Abandonó la tribuna entre murmullos, risas y aplausos. Estaba denunciando la llamada “ideología de género”. Trataba de apabullar volcando una especie de caos psicológico. Como trasunto de su alocución estaría aquel autobús de “Hazte oír” recorriendo las calles. La leyenda rezaba “los niños tienen pene y las niñas vulva”. Un juez prohibió que siguiera circulando.

No podemos asegurar (como se afirma) que todo empezó con Simone de Beauvoir. Al fin y al cabo El segundo sexo es una obra densa, poco asequible. Afirma Roxana Kreimer que se ha comprado mucho, pero que se ha leído poco. La filósofa dejó una puerta abierta al decir que la mujer no nace, se hace. Quizá bajo la tutela de Sartre (que debía ser mucho más listo y más todo) veía al hombre como algo acabado, completado, esencial. La primera parte del libro es un lamento ininterrumpido sobre la desdichada condición de las mujeres. Escribió que las diferencias hombre-mujer quizá estaban destinadas a desaparecer. Después añadió: “por el momento existen con deslumbrante evidencia”.

Ya la feminista Germaine Greer llamó a los hombres transexuales “damas de pantomima”. En términos generales, sin embargo, la colisión no se daba entre ambos mundos. La disrupción surge con las teorías queer, que conciben el sexo biológico como “una cápsula biopolítica disciplinaria”. Son palabras de Paul-Beatriz Preciado. La conocí en una entrevista con Fernando Sánchez Dragó. También participaba la mano derecha de Irene Montero, Beatriz Gimeno, aunque era mucho más joven. Preciado hablaba del “biopene” y de la “biovagina” como de una lamentable chapuza de Dios. La otra se refería a la heterosexualidad con cierta sorna. La razón estaba en su propia biografía. Había estado casada, pero se enamoró de una mujer. Asimilaba heterosexualidad con clase media y privilegios normativistas represivos. El sexo que llaman “reproductivo” es el caballo de Troya porque se necesita un espermatozoide y un óvulo.

Paul Preciado era, por aquel entonces, una mujer, al menos en apariencia. Admitía que se trataba con testosterona comprada de extranjis en el mercado negro. Había perdido la cabeza por un profesor del que apreciaba “su parte femenina”, a la par que él apreciaba en su alumna “la parte masculina”. Aquel alegato era una especie de matriz de doble entrada. Parecía una forma de combinar la homosexualidad, la bisexualidad, todo, nada. Lo que no entiendo es cómo se pueden identificar masculinidades o feminidades, al tiempo que se niegan categóricamente. 

Cierto sector del feminismo se asimila a la homosexualidad femenina. Sus militantes se declaran “las reinas” por tal motivo. Su grandeza reside en “no acostarse con el enemigo”. Son palabras textuales. Entienden la penetración como una puñalada de poder y de maltrato. Se rebaja la relación heterosexual hasta ridiculizarla. La esposa sería una pusilánime cubierta con un camisón que le llega hasta los tobillos y se deja hacer. El misionero la cubre para obtener un embarazo.

El “otro” feminismo está cerrado a cal y canto. Si los queer niegan la existencia de la mujer, entonces su causa carece de sentido. La mal llamada Ley Trans que se ha redactado en España consiente cualquier autopercepción y solo exige su declaración. Si el sujeto tiene ya 16 años, anula la patria potestad. Lidia Falcón ha sido muy crítica con el texto que pretende aprobar Irene Montero. La han silenciado y ha sido acusada por “delitos de odio”. Es lo que se llama “patologizar” al adversario como fóbico: la fobia es un trastorno mental. Una palabra muy en boga debió habernos advertido. Los antropólogos han identificado el patriarcado, pero también el matriarcado. Hablar de heteropatriarcado es apuntar a un blanco muy concreto. La activista Irantzu Varela solo encuentra refugio fuera de sus límites. El gobierno de España está dividido y enfrentado. A Carmen Calvo la han colgado en efigie en Santiago de Compostela. La frase denigratoria (en gallego) era como sigue: “Me he perdido. ¿Dónde está el patriarcado?”. Hay sectores Trans que rechazan esta ley. Como se ve, se puede estar muy superficialmente “a favor”. Al fin y al cabo la transexualidad es un viaje: del hombre a la mujer o de la mujer al hombre.

¡Informado al minuto!

¡Síguenos en nuestro canal de Telegram para estar al tanto de todos nuestros contenidos!

https://t.me/MinutoCrucial

4 Comments

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*