
Siempre que irrumpe el verano en mi vida, sale a relucir ese instinto cazador que poseo. En estos periodos, no existe un lugar perfecto para captar a mi presa; más bien es la propia mujer quien se me presenta como una oportunidad inesperada. Es decir, no es el dónde, sino el quién lo que desencadena un aumento desbordante de libido que podría hacer temblar al planeta Tierra. Cambio climático, dicen; ese es el efecto que provoco cuando una mujer se cruza en mi camino. Los gemidos entre ambos se acabarían escuchando incluso en el mismo Himalaya.
Saciar mis deseos no resulta reconfortante, mucho menos en estas fechas. Mi físico está a la altura del nivel que exijo en las mujeres, lo cual implica que no me conformo con cualquiera para mantener relaciones íntimas. Sí, señoras y señores, tanto mis pectorales como mi «boa» no están disponibles para todas las mujeres, sino para las elegidas, aquellas que tendrán el privilegio de disfrutar de todo mi ser mientras gemimos incesantemente en dueto, entregándonos a la pasión. Aquella que me prueba es imposible que se conforme con disfrutarme una sola vez, sino que deseará hacerlo en reiteradas ocasiones. Eso solo lo provoca un auténtico semental como yo.
En esos periodos estacionales, lo importante no es dónde, sino con quién. La fogosidad puede surgir tanto en un parque como en un cine después de un soporífero largometraje, o incluso con la compañera de asiento en tren o autobús. Ya sea en un corto o largo trayecto, la dificultad depende de la experiencia de cada uno y del deseo compartido. Me gusta desplegar una sonrisa seductora para que las minifaldas me saluden efusivamente; el lugar en sí, como bien digo, es secundario. Una conversación en verano, con una temperatura elevada, puede llevar a que la pasión surja cuando uno menos lo espera. Por ello, es crucial darle protagonismo al quién, complementándolo con el cómo y asociándolo al ambiente cálido que pueda rodearnos.
En definitiva, el verano es un periodo para disfrutar y cometer locuras saludables. Un tiempo en el que las altas temperaturas deben abrazar nuestros cuerpos para alcanzar el éxtasis más intenso. El misterio de lo desconocido añade morbo a la seducción, además de atraer todo lo positivo que la unión de dos almas deseosas puede ofrecer al universo. Es en estos momentos cuando en mí se despierta la pasión más pura y ardiente, capaz de hacer que cada encuentro sea memorable y cada instante, una experiencia tan única como irrepetible. ¡Feliz verano y estáis invitados a que leáis la novela ‘El abismo del placer’!

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