
El 21 de junio, alrededor de las 5:00 p. m. -hora del Este, 23:00 hora española-, nuestras redes sociales fueron impactadas con la extraordinaria noticia de última hora de que los EE. UU. habían bombardeado con éxito e impecable puntería, no una ni dos, sino tres bases nucleares en Irán: Fordow, Natanz e Isfahan. Dichas bases eran cruciales para el régimen, para sacar adelante su maléfico plan de construir una bomba atómica, entre otras municiones, con el fin de amedrentar a Israel, e incluso para amenazar el territorio norteamericano.
Este discurso de parte del Ayatolá Alí Jameneí no es nada nuevo. Irán ha tenido un discurso muy consistente durante décadas, y recibió, de parte de los gobiernos de Barack Obama y posteriormente Joe “Autopen” Biden, un apoyo tanto moral como económico. Las decisiones de los exmandatarios del Partido Demócrata nunca las hemos entendido, pero falta muy poco para que salga a la luz la verdad sobre la política tan autodestructiva de estos presidentes social-globalistas. Los peores en nuestra historia moderna.
El bombardeo a las bases nucleares iraníes fue una operación sigilosamente planeada entre los EE. UU., hoy por hoy en manos de Donald Trump, e Israel, dos aliados con una visión común: Irán no podía desarrollar un programa nuclear. Punto. Si bien fue EE. UU. quien puso los cimientos para las ambiciones del régimen, pues, en una curiosa jugada del destino, Estados Unidos se hizo responsable de aniquilar este sueño atómico del gobierno de Jameneí.
La operación orquestada por Trump, que fue ejecutada este pasado sábado, llevaba por nombre “Martillo de Medianoche”. De las bases aéreas de EE. UU. despegaron 125 aviones de combate y decenas de aviones tanqueros de gasolina, que tenían instrucciones de asistir a cualquier avión que necesitase combustible en pleno vuelo. Pero, en medio de todas esas naves de altísimo nivel tecnológico, despegaron desde la Base Aérea de Whiteman, en el estado de Missouri, seis aviones B2, un avión valorado en más de $2 billones, cuya finalidad se reveló ya después que cumplieron su misión.
Fueron estos aviones los que tomaron posesión del cielo de Teherán y, en un abrir y cerrar de ojos, destruyeron los depósitos nucleares, localizados a varios metros de profundidad en las montañas, en distintas zonas estratégicas de la geografía subterránea de Irán. El B2 puede no sólo volar a extraordinarias alturas, sino que está equipado con la tecnología “stealth”, que lo hace pasar desapercibido por los radares enemigos, a pesar de su colosal tamaño. Cuando los ciudadanos supimos de esta operación, ya había sucedido todo. Habían pasado algunas horas y los B2 ya venían de regreso a casa.
Durante los días anteriores, el presidente Trump había estado hermético y nos estaba distrayendo cuando hablaba de dar a Irán dos semanas. Después dijo “hasta dos semanas”, para firmar la paz y llegar a un acuerdo. Washington ya había dado a Irán 60 días, pero, como era de esperarse, Irán no aceptó. De hecho, la llegada de los B2 confundió en demasía a propios y ajenos. Uno de los B2 llevaba instrucciones de cruzar el Pacífico y llegarse hasta Guam, cerca de Filipinas, que, a su vez, estaría a unas 10 horas de Irán. De hecho, hoy sabemos que, entre las naves estadounidenses, había comunicación restringida.
Irán, como es de esperarse, ha jurado retaliación, pero Trump ha tumbado con su peculiar retórica todos sus esfuerzos. Incluso muchos hemos quedado atónitos con la rectificación de los gobiernos de la Unión Europea, serviles al discurso antisemita y sectario de Bruselas, que han ofrecido apoyo a Israel sin condiciones. De hecho, hay quienes ya ponen en duda que Alí Jameneí, aunque sigue vivo, esté comandando a su ejército, ya bastante debilitado por las Fuerzas de Defensa Israelí.
Por sentado que la operación “León Ascendiente” de Israel ha sido impecable, y la redada de EE. UU. ha sido de refuerzo, puesto que Israel se ha enfrentado en solitario al régimen terrorista iraní con bajas contundentes y consistentes a objetivos militares y científicos. Irán, por otra parte, como podía esperarse de un gobierno de terror, ha asesinado con bombardeos a docenas de israelíes. Israel no ha tocado ningún área donde hay población civil. Esa es la diferencia. Eso, claro está, no lo dirán los medios convencionales. Pero ese es otro tema.
El presidente de los Estados Unidos lleva seis meses al mando como Comandante en Jefe, y esta operación clandestina la lleva planeando Israel desde hace tiempo, en silencio sepulcral. A muchos, quizá a una gran mayoría, la forma de actuar de nuestro presidente nos pilla por sorpresa. Pero no tenemos tiempo de sentarnos a aprender o siquiera tratar de estudiar las estrategias políticas de Trump.
De la noche a la mañana hemos tenido que comprender que parte de esta “era dorada” prometida por el mandatario republicano consiste en hacernos maravillar con el “elemento sorpresa”. De pronto, las tácticas de guerra para buscar la paz son un acto de fe, donde se debe tener fe y paciencia y no confiar en NINGÚN medio de comunicación. En redes sociales, incluyendo YouTube, lo que vemos son canales enteros llenos de contenido basado en la especulación, el amarillismo, el pesimismo y la incertidumbre.
Puede que no sea esta la intención, pero hay mucho falso profeta en busca de atención y monetización. No es fácil. Fascinante, sí… sin duda, pero se nos exige un nivel de comprensión de muy alto calibre, y corresponde tener un cableado en nuestra mente tan sofisticado que no sucumba a un cortocircuito debido a la rapidez con la que se desarrollan los hechos en tiempo real y la información que se recibe no es apta para pacientes cardíacos. Sin embargo, por más de treinta años, en Estados Unidos ha habido una corrupción tanto mediática como política, producto de una alternancia entre dos partidos que engañaron, manipularon y anestesiaron a una población deseosa de ver a EE. UU. grande y próspera. Pensar que podemos ver lo que nos espera más allá del horizonte es imposible.
La cúpula de seguridad del presidente Trump ha vuelto a su hermetismo y sus declaraciones, aunque claras, no descartan ni nuevos enfrentamientos ni un cambio definitivo de régimen, pero lo cierto es que no sabemos nada. A la fecha de publicación de este artículo, sabemos que el presidente de EE. UU. negoció un alto al fuego que pondría, si no ocurre ningún inconveniente, un acuerdo de paz entre Israel e Irán, después de 12 días de intenso combate aéreo y terrestre. Cuáles son los pormenores de este acuerdo y a qué tipo de supervisión está sujeta Irán se sabrá, sin duda, en breve.
Los canales de televisión se nutren de su contenido aburrido y de sus adivinanzas y, al final, no queda más que apagarlos y encender nuestras neuronas, afilar nuestro sentido común y aprender a leer entre líneas. Trump, e igualmente Israel, tienen un lema en común: “Peace Through Strength” -La paz a través de la fuerza-. Podríamos analizar esta frase en profundidad o simplemente tomar una moneda de $0.25 en la mano. No sería para hacer un “cara o cruz”, guerra o paz. No, sería para leer esas palabras exquisitamente grabadas en el metal -y en el corazón de todos los americanos sensatos que amamos plenamente a nuestra república- “In God We Trust”. Confiamos en Dios.

Periodista. Escritora. Co-editora de «Crónicas Patriotas.»
No está claro lo de las armas nucleares no es cierto que no haya muerto madie