¿Qué hacemos? ¿nada?

Arden las redes. La indignación hace que hierva la sangre. Se nota en Vallecas como antes se notó en el Barrio de Salamanca. Nos agitan y respondemos desde el instinto. Como una cerveza mal tirada nos desbordamos. Luego nada, no pasa nada, nunca pasa nada… A esperar al siguiente y programado incendio en las redes.

Madrid vuelve a estar en el ojo del huracán como antaño. El mismo Madrid del no pasarán, el mismo del ‘ya hemos pasao’, el del 2 de mayo. Madrid ruedo de trifulcas, laboratorio de conjuras. Se urden tretas, se plantean estrategias, se dice que sí primero para luego decir que no. El y tú más, tan vacío siempre de contenido y razonamiento, se hace cada día más fuerte. Lo peor es que dicen ser, unos Gobierno y los otros, oposición, les vienen grandes todas y cada una de las diecisiete letras con que se escriben.

Todo pareciera como si, como dijo Machado, las dos Españas estuvieran de nuevo en liza, pero no se engañen. Nada más lejos de la realidad. Nunca el pueblo español ha estado mejor domado, más dócil y sumiso.

Tras los tuits, los retuits, los memes, las cadenas de whatsapp y las conversaciones de terraza no vendrá nada, no pasará nada, todo seguirá igual. La indignación desaparecerá del mismo modo que desaparecieron los que preguntaban por el paradero del Rey Emérito. Una portada en el Diez Minutos se olvida saliendo en el Vanity Fair y lo de la feria de las vanidades con una colección de banderas en una rueda de prensa. Todo pasa y lo peor es que después de todo, nunca pasa nada.

Hay veces que entre el barullo aparecen otras voces que dicen que ya está bien, que esto no puede seguir así, que nos están tomando el pelo, que los políticos se han olvidado tanto de los ciudadanos que les importan más los números que los muertos. Se escuchan frases como que tenemos los peores políticos para los peores momentos. Y entre exclamaciones nos lamentamos ¡qué mala suerte! Como si no hubiésemos sido nosotros los que hubiésemos comprado todos y cada uno de los boletos de la rifa.

Estamos ebrios de indignación y cada vez queremos más. Como un drogadicto buscamos nuestra dosis de exasperación y de desahogo para sentirnos como que hemos hecho algo. Ya lo puse yo en Twitter, menudo zasca le di, bloqueamos a unos cuantos fascistas y ya podemos ir a dormir con la conciencia tranquila.

El problema es que así nunca cambiará nada. Nunca… Nada.
Hemos de romper el círculo. No podemos repetir una y otra vez las mismas conductas que nos han llevado a esta situación. Hay que cortar con ese desahogo inútil de las redes sociales. No perdamos nuestras fuerzas en batallas estériles de doscientos ochenta caracteres. No sirve, no hace que cambien las cosas. Aunque nos guste, no vale para nada.

La solución está en nuestras manos, en la democracia, en las urnas. No debemos olvidar el poder que tiene nuestro voto. Es cierto que les hemos votado, pero no han cumplido. Nos engañan una y otra vez, juegan con nosotros. No sirven, no son buenos. Hay que cortar con ellos. Amenacemos con votar a otros y si no cambian, entonces votemos a otros. El voto útil es inútil. Busquemos alternativas. Estamos a tiempo. Hagamos algo.

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1 Comment

  1. Totalmente de acuerdo contigo Francisco Sigüenza,esto no es cuestión de mala suerte pero lo peor de todo esto es que después de lo que está, pasando todavía hay gente que volvería a votarlo.Increíble pero cierto

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