Por qué Amy Coney Barrett salvará a la economía americana

Mucho se ha escrito últimamente sobre la muerte de la Jueza del Tribunal Supremo Estadounidense Ruth Bader Ginsburg pero sin embargo, el contenido de todo lo escrito, es bastante pobre en cuanto al análisis del hecho y se centra más en la mitificación de la difunta sin reparar en lo que viene después.

No es labor de este artículo entrar a valorar quién fue la jueza Ginsburg, persona que desde su etapa de estudios en Suecia adoptó la bandera de la ideología de género (tan prodigada por el socialismo local) y cuya entrada en el Supremo fue gracias a Clinton. También por aquello de cubrir la cuota judía que la convirtió en el miembro más furibundo del Tribunal, pretendiendo retorcer las deliberaciones bajo un prisma “de género” con difícil encaje constitucional.

Tampoco es cuestión nuestra valorar a la candidata a sustituirle, la conservadora Amy Coney Barrett, brillante jurista, madre de 7 hijos y de fuertes convicciones religiosas, con una intensa destacada carrera en el Tribunal de Apelaciones y considerada en su proceder como originalist, una rama no exclusiva de los jueces conservadores pero sí muy extendida entre los mismos que parte de ceñir toda interpretación de la ley a lo redactado en la constitución, versión que choca frontalmente con el pensamiento progresista que prefiere mantener la norma como algo vivo e ir inventando nuevas leyes en base a reinterpretar las antiguas. El originalist aquí sería una suerte de juez constitucionalista.

Comencemos explicando que en los Estados Unidos existe un Tribunal Supremo compuesto por 9 magistrados cuyo mandato es vitalicio, lo cual lleva a la tesitura de que sólo una defunción abre la puerta a nuevos miembros. Hasta la fecha, la composición era de 5 conservadores y 4 progresistas, la muerte de Ginsburg hace que los republicanos vayan a colocar a otro miembro obteniendo así una abultada mayoría de 6 conservadores frente a 3 progresistas. Tener mayoría en la Corte Suprema no es baladí, en práctica supone la posibilidad de vetar cualquier iniciativa que lleve a cabo el ejecutivo si se considera que contradice la constitución. Cabe recordar que el Tribunal Supremo es el único tribunal amparado por la propia constitución y sus dictámenes son inapelables.

Quien está facultado para postular candidatos al Tribunal Supremo, es el presidente vigente y por lo general suele buscarse un jurista con cierta afinidad política, sin embargo muchas veces se otorga a una persona de consenso que resulte aceptable a la vista de Demócratas y Republicanos. ¿Cuándo se busca el consenso? Básicamente cuando el Senado, que es quien ratifica el nombramiento, está muy fragmentado, sin embargo a día de hoy los republicanos dominan el Senado con 53 de los 100 asientos con lo que la elección de Barret es cuestión de días.

La miopía de muchos analistas hace ver a Barret como un anticristo que llega para revertir todas las actuaciones de su predecesora al respecto del aborto y sin embargo, sin dejar de ser ésta una posibilidad, no se repara en enorme poder que tendrá el conservadurismo para evitar las intenciones socialistas del partido demócrata. Así pues, nombrada Barrett, los Republicanos tendrán 6 de los 9 puestos capaces de bloquear medidas que entran dentro del programa económico de Biden arguyendo que no se ajustan a la Carta Magna.

Un buen ejemplo de lo que podría ocurrir, lo encontramos en los años 30, cuando la Corte Suprema se enfrentó y bloqueó varias de las iniciativas que formaban el New Deal de Roosevelt por considerarlas anticonstitucionales. Si Biden ganase las elecciones, está claro que iniciativas suyas como el Green New Deal (curiosa coincidencia) o las reformas del Plan Nacional de Salud podría quedar cercenadas o directamente en agua de borrajas por decisión del Tribunal. Lo mismo pasaría con las subidas fiscales agresivas que lleva el demócrata en su programa, que serían susceptibles de considerarse un abuso y por tanto no se efectuarían. No es de extrañar pues que la Banca o el Sector Energético estén respirando aliviados y ya no tengan tanta preocupación con una eventual victoria demócrata que, cual espada de Damocles, amenazaba con extinguir la importante rebaja de impuestos corporativos que impulsó el actual gobierno.

No sabemos a ciencia cierta si Trump será reelegido o no, pero sí podemos afirmar que la oportunidad que la vida le ha brindado al presidente permitiéndole escoger a los tres últimos miembros del Tribunal Supremo (Barrett sería la tercera tras Gorsuch en 2017 y Kavanaugh en 2018), supondrá un backstop a la agenda globalista que representa el fantasmagórico dúo Biden-Harris.

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