Ojos que no quieren ver

Sé que me repito. Sé que al insistir una y otra vez en los mismos temas o ideas, puedo llegar a ser cansado, pero es mejor eso que dejar de señalar lo que entiendo es uno de los mayores problemas que tenemos como sociedad: La pasajera inmediatez.

Cada día amanecemos con un nuevo escándalo que hace que dejemos de hablar del escándalo de ayer y es por todos sabido que de lo que no se habla no existe. Los escándalos pues, ya no nos escandalizan más que unas horas. Precisamente hace unas horas llegaron a las costas españolas miles de inmigrantes. Más de mil cada día del fin de semana que dejamos atrás. Sí, el mismo fin de semana en el que pasamos de hablar de las elecciones de los EE.UU. para hablar del himno desafinado que tocaron en Bolivia.

En los diarios nacionales y de manera tímida, es posible escuchar las palabras del presidente canario pidiendo ayuda tanto al Gobierno como a la Unión Europea y al hilo de esto también es posible que lean que el Gobierno a devuelto a 22 inmigrantes a Mauritania en un vuelo de esos que desde marzo no se hacían porque parece ser las fronteras estaban cerradas.

Al hilo de estas noticias es también posible que algunos se indignen y hablen de conquista soterrada, de invasión planificada. Otros se echarán encima de los primeros llamándolos fascistas y ultras y, estaremos al menos un día o dos con ese ir y venir de despropósitos intelectuales hasta que Bárcenas tire de la manta por eso de que han encarcelado a su mujer.

Entonces Canarias será como Lampedusa, un mal recuerdo en el que miles de personas sufren. Lo que no leeremos es un análisis sosegado y profundo de las causas que llevan a esas personas a lanzarse al mar en busca de nuestras costas.

Creo que es necesario pararnos a pensar en las causas, en los condicionantes antes que demonizar al que llega y culparle de todo lo malo que pasa. También creo que es imprescindible dejar de tratar a estas personas como si de seres beatíficos se trataran y entender que por el mero hecho de que huyan de una guerra o del islamismo radical, no dejan de ser seres humanos y que también pueden cometer hechos violentos.

Ver el problema en toda su extensión, conocerlo bien, en profundidad para poder entenderlo y buscar así la mejor manera de intervenir en él sin dejar de ser lo que somos, un país que es capaz de sentir solidaridad con el que lo pasa mal y que entiende que ayudándoles a ellos también nos ayudamos a nosotros mismos.

Si las soluciones que vamos a dar son cerrar fronteras, levantar muros, expulsar, echar, devolver sin pararnos siquiera un minuto a entender las razones o las causas, no sé cómo no se nos va a caer la cara de vergüenza cuando en el próximo foro de países con conciencia hablemos de pensamiento humanista y de los derechos humanos.

Tenemos ante nuestros ojos una tremenda desgracia y debemos estar a la altura. Dejar de ver no es la solución.

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