La Ley Celaá ha sido aprobada. Ha contado con el apoyo de una mayoría de partidos de los que se autocalifican de izquierdas mientras sacrifican la educación de centenares de miles de alumnos y alumnas ni siquiera para mejorar al resto, sino para cumplir con sus objetivos ideológicos, para presumir de discurso, de imposición y poder.
No han consultado a padres, ni a profesorado, no se han acercado a comprobar en qué consisten y por qué existen los centros de educación especial. Para ese grupo de empoderados partidos políticos, los alumnos son cifras. Son peones de un sistema al que no quieren más que tener bien controlado. Un sistema en el que crear odio y ahondar en diferencias, provocar el celo, la envidia y la culpa, también el miedo.
Proclaman la necesidad de una educación en valores, pero imponen como valor el desprecio a aquellas familias que eligen estudiar en un centro concertado. Gritan ser la solución a los problemas pero no dejan de crear esos problemas para finalmente empeorarlos y crear el caos y el desastre en el sistema educativo.
Nos hablan de respeto a la pluralidad y de democracia pero desprecian la lengua mayoritaria y propia del Estado para subirse a los brazos de aquellos que les garantizan el poder a costa de mancillar el honor y la dignidad de los españoles.
Con especial cariño se echan a los brazos de aquellos que representan a los que fueron nuestra amenaza diaria en las calles, los asesinos de nuestros vecinos y amigos, de nuestros familiares, los mismos que desde dentro de las instituciones prometieron acabar con nuestro Estado desde dentro.
Y esto tiene un límite porque, un Gobierno que se alía y permite negociar políticas que van contra los intereses del Estado, está cometiendo, quizás, una de las mayores corrupciones posibles, vender la dignidad y el futuro del mismo a cambio de que él y los suyos sigan empoderados en sus sillones despreciando y humillando a aquellos que puedan pensar diferente.
Porque el debate en este país se ha acabado, hace tiempo que comenzó a acabarse. Hemos llegado a un punto que la imposición de lo “socalistamente” correcto es el hilo fino que separa la admiración y la empatía con el desprecio o el ostracismo de los que se atreven a renegar de las máximas que deben ser el credo ideológico de toda la población.
Y es que existe una clara semejanza con la actitud adoctrinadora de la nueva horda socialista, que cada vez se parece más a la del 34. También el dogmatismo excluyente de las corrientes religiosas en países en las que no está permitido pensar, sólo asentir.
Han ideado un credo para el pueblo, la palabra de Sánchez, que en muchas ocasiones no es sino el muñeco títere que su vicepresidente Iglesias mueve bajo la amenaza de retirarle su apoyo y el de sus socios de proyecto, la izquierda radical, nacionalista independentista y también la pro etarra.
Y en este hilo conductor, como buenos estudiosos de las políticas de comunicación totalitarias, acarician las técnicas del fascismo de Goebbels como cuando decía: “Miente, miente, miente que algo quedará, cuánto más grande sea una mentira más gente la creerá” o “cuantas más veces repitas una mentira más gente la creerá”.
También decía el jefe de la propaganda nazi aquello de lo importante que es “cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo al ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias inventa otras que las distraigan”. Pobre Rey Juan Carlos y pobre monarquía…
Asimismo, le sonará a cualquier lector otra máxima del nazi: “Hay que hacer creer al pueblo que el hambre, la sed, la escasez y las enfermedades son culpa de nuestros opositores y hacer que nuestros simpatizantes se lo repitan en todo momento..”. Pobre Ayuso y qué oportunidades ofrecen las redes sociales para el medrar político a cualquier precio de quiénes ni han aprendido los valores humanos que tanto predican y tanto exigen para ellos bajo el filtro ideológico, que no Humano. Por cierto, no sé si esto también les sonará de algo pero Gobbels prohibió todas las publicaciones y medios de comunicación fuera de su control.
Otra de las estrategias definidas por el jefe de la propaganda ideológica nazi no fue otro que el “principio de simplificación y del enemigo único. Adoptar una única idea, un único Símbolo; Individualizar al adversario en un único enemigo”. Así que, por si no lo hubiesen descubierto aún, ya les digo que todo lo que no sea un partido que esté en la esfera de la izquierda que gobierna es facha y todos los que no lo aprueban son también fachas, así de simple.
Y en medio los alumnos de la concertada y aquellos que necesitan una educación especial. Moneda de cambio, nuestros niños y niñas, para contentar a las élites de la izquierda radical de este país y a sus ansias de venganza y de acabar con todo lo que no sea ellos y sus intereses.
Nos quedan meses muy duros, espero que no años. Pero lo que más me pesa, sinceramente, son los niños y niñas que no podrán recuperar una educación de calidad que les ayude a convertirse en personas adultas con criterio, capacidades y opciones de no creerse las mentiras de estos y sus manipulaciones.
Por cierto…
Artículo 26 de la Carta de Derechos Humanos.
1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos.
2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz.
3. Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos.
Periodista, Máster en Cultura de Paz, Conflictos, Educación y Derechos Humanos por la Universidad de Granada, CAP por Universidad de Sevilla, Cursos de doctorado en Comunicación por la Universidad de Sevilla y Doctorando en Comunicación en la Universidad de Córdoba.
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