La tolerancia que busco

Hay una forma de razonar algo retorcida que obtiene cierto éxito y que les permite a muchas personas autojustificarse continuamente. Es aquella que utiliza palabras pseudointelectuales recién inventadas que les autoriza a hacer lo que les dé la gana con los demás mientras que son capaces al mismo tiempo, de reclamar tolerancia y comprensión hacia ellos mismos. Y si hace falta se ilegaliza, se condena y se injuria a todo aquel que no les siga en sus razonamientos e ideologías porque cuando el contrario no piensa como ellos, es que es un intolerante. Tremenda contradicción, ¿verdad? Pues estamos viviendo esta situación constantemente, miles de veces.

La palabra “tolerancia” deja mucho que desear cuando es utilizada desde el social-comunismo más sectario. Es una palabra que arroja tintes contrarios a la diversidad y libertad de pensamiento y expresión. Es una palabra que deja fuera ya a demasiada gente. Concretamente, a todos aquellos que no entran en el círculo del buenismo y de la sumisión. Eso es; sumisión. Entonces, ¿para ser tolerantes hay que ser sumisos del pensamiento único? ¿Hay que caminar en la dirección que globalismo y masonería deciden? ¿Por qué se sigue hablando tan poco de lo que ocurre en Cuba y se habla tanto de Polonia y Hungría? ¿Por qué tolerancia y sumisión van unidos de la mano cuando se es progresista? Porque entienden que para tolerar hay que pensar lo mismo que ellos. Pues nada más lejos.

Si te sometes a las ideologías social-comunistas eres de lo más tolerante. Te dirigen hacia un nuevo orden mundial, vas en el redil que les interesa y eres buena persona. Por el contrario, si te revelas y opinas por ti mismo en otra dirección, aquella que no les interesa, sufres la censura y el señalamiento. Todos recordamos cuando Twitter bloqueó la cuenta de Donald Trump. Pero ¿habéis visto que bloquearan la cuenta de Díaz Canel llamando a la violencia en las calles de Cuba? La tolerancia fluye siempre hacia el mismo lado, hacia aquel en el que están todos los que se les someten y les siguen, si no lo haces tú también, es que no lo eres. Puedes llamarlo ley del embudo, tener la cara de cemento armado o bien llamarlo con las denominaciones de cinismo e hipocresía que son las que, a mi juicio, mejor le van a esta panda de manipuladores que solo pretenden servirse de nosotros para vivir de lujo. Tú mismo debes de decidir qué es para ti la tolerancia y de qué forma es más adecuada su manifestación, sin que te fuercen ni pongan límites.

Para mí, la verdadera tolerancia está basada en el respeto. Ese respeto que se le dedica a todos los que son afines y a los que no, también. Pero muy lejos de esto, como comentaba antes, está el tragar íntegramente y comulgar con ruedas de molino. Yo puedo decidir con total libertad qué camino he de seguir sin que le afecte a nadie en el suyo, porque en el mundo estamos en un conjunto de personas y no es una propiedad exclusiva de nadie. Algo que les fastidia mucho a los de siempre, ya sabéis, a los progresistas totalitarios. Tolerar no implica simpatizar con unas ideas en concreto y tampoco es un impedimento para negarme la crítica de las creencias que considero erróneas y equivocadas. En definitiva, tolerar no consiste en aceptar como válidas las ideologías que nos suministran desde los medios voceros ni de aprobar lo tolerado como un mantra a seguir.

Es hora de aprender y enfocar bien al resto de ideas convivientes. Es hora de ser capaces de entender que con respeto y tolerancia estamos cualificados para dejar vivir al resto de personas, según sus creencias y valores. Así es la única realidad de los más de cuatro millones de personas a quienes Vox defiende.

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