Sin economía no hay salud

Uno de los eslóganes más repetidos hoy en día es el ya célebre «Sin salud no hay economía». Una frase breve y simple pero tan contundente que cualquier ingenuo con buena voluntad aplaudiría sin dudarlo. Lo cierto es que sólo hace falta una profunda reflexión sobre el asunto para darse cuenta de que las cosas no son en realidad así. Son precisamente al revés: sin economía no hay salud. ¿ Cómo puede ser? Vayamos por partes.

Quienes gritan envalentonados que sin salud no hay economía, deben pensar la situación en términos individuales: si una persona está enferma, no puede trabajar y, evidentemente, mucho menos si ésta se muere. Parece como si quisieran hacernos creer que no sirve de nada ser rico si uno sufre una enfermedad y que es más importante la salud que el dinero. Hasta ahí llegamos todos, pero en este argumento subyace una gran equivocación. Su error consiste en extrapolar este planteamiento al conjunto social y del tejido productivo.

Todos estaremos de acuerdo en concebir tres acontecimientos como absolutamente naturales: la salud, la enfermedad y la muerte. Siempre las hubo y siempre las habrá. Por naturaleza uno disfruta o padece estas condiciones en virtud de múltiples factores como el cuidado de sí mismo, el propio azar, los hábitos, la irrupción de patógenos… Siendo así, la esperanza de vida del ser humano no es, por naturaleza, demasiado larga así que si hemos obtenido una mayor esperanza de vida y mejor salud, no se debe a las bondades de la naturaleza sino al progreso asociado a la técnica, la industria, la ciencia y los sistemas sanitarios. Todo ello es el fruto de la prosperidad económica capaz de generar un bienestar material tanto físico como social. 

Esa es la razón por la que en los países empobrecidos no pueden tener un sistema sanitario en condiciones. Aunque muchos individuos gocen en esas áreas de buena salud en el momento en el que enferman, éstos se hallan totalmente desamparados y dependientes de su propio sistema inmunitario y/o de los remedios tradicionales. Es también el motivo por el que hasta que se produjo la terciarización económica en España, tampoco pudimos tener sistemas sanitarios óptimos en nuestro país, ya que el sector terciario ofrece servicios, incluyendo todos los relacionados con el el Estado de Bienestar y también los servicios sanitarios.

Todo esto no es tan difícil de entender. En el fondo se trata de la pirámide de Maslow: cuando las necesidades básicas (sector primario, o sea, la extracción de recursos naturales; y sector industrial, es decir, la conversión de tales recursos en productos aptos para ser consumidos) están cubiertas, uno puede permitirse ofrecer otros servicios o desarrollar otras actividades. Si un país no ha experimentado la terciarización de su sistema productivo, tendrán salud quienes buenamente gocen de condiciones físicas óptimas o quienes cuenten con el factor de la suerte. Sin una economía próspera, uno está a merced de la naturaleza.

Con la terciarización económica, posible gracias a un sistema productivo libre y basado en el crecimiento, el bienestar generado es tal que se pueden ofrecer servicios públicos para tratar de compensar lo que la naturaleza trae en forma de patologías y enfermedades. Habitualmente se tiende erróneamente a pensar que «economía» significa «consumir, comprar caprichos, acumular capital o emprender negocios». Todo esto es ciertamente importante, ya que provoca el movimiento de la moneda, un hecho que es crucial para que haya una economía sana y fuerte. Pero debemos entender que «economía» también es «pagar a los funcionarios, incluyendo a los sanitarios, comprar material médico (tratamientos, vacunas, equipos, investigación…) y mantener el actual sistema para paliar los efectos que la naturaleza traiga en forma de enfermedad».

Si se hunde la economía ¿nos van a curar gratis las enfermeras que están ahora convocando huelgas porque no cobran lo suficiente? Los sistemas, incluyendo el sanitario, son fundamentalmente económicos, ya que hay que conservarlos y perfeccionarlos, lo cual requiere inversión y gasto. Es evidente que la entrada de capital depende en primer lugar del sector privado, pero el dinero público depende también y en último término del tejido productivo que conforman empresas y trabajadores.

El dinero del Estado no brota de las plantas, proviene de impuestos y para ello es necesario que haya prosperidad económica y que fluya el mercado. Sin economía no hay sistema sanitario. Sin economía, sólo hay la salud que la naturaleza te quiera brindar. No se trata de ser ricos y ya es hora de tomar cartas en el asunto porque esta época política basada en mensajes simplificados por mera estrategia electoral está causando una parsimonia entre la población que es inaudita y terrorífica. 

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