Politiqueo

No te despistes. Una de las razones por las que nuestra actualidad viene marcada por lo mediocre y lo simple, se debe a que las autoridades que nos representan, porque así las elegimos, no hacen ya política sino mero politiqueo.

Ambas son expresiones del debate público, sí, pero mientras que la política trata de gestionar los recursos disponibles mediante el ordenamiento del territorio y emprende debates sobre los problemas que afronta la sociedad con el fin de hallar soluciones, el politiqueo es una capa superficial que vela la praxis política, haciéndola secundaria, y llenando de ruido el propio debate, por lo que lo denigra, y con él, a las instituciones, a los medios de difusión y en general a la sociedad. 

Cuando hablamos de politiqueo hemos de advertir que es una tendencia, en cierto modo inevitable, del propio panorama político que afecta a todos los grupos y partidos, bien porque les interesa o bien porque no lo saben evitar. El caso es que algunos inician el ruido y los demás se zambullen en él. El problema de la política es que convierte los temas que más urge resarcir en asuntos irrelevantes. 

El politiqueo marca la actualidad y los temas del momento. Está lleno de nombres propios cuya vigencia parece estar por encima del tiempo y, sin embargo, son tan transitorios como una canción pop de moda. Ya sea la hija de una folklórica mostrando sus miserias, un ministro que comete un atentado contra la lengua española, un asesor de quien se rumorea que ha cobrado de más, un antiguo cargo de alguna institución que parece ser que ha cometido cierto delito o la entrada en prisión de la amante del marido de la ex de… El caso es que son temas que ocupan horas de debate, portadas de periódicos e indignación popular que siempre cae en saco roto. 

El mundo de la política resulta que neutraliza toda posibilidad de debate serio. A lo máximo que se puede aspirar es al cruce de acusaciones; el «y tú más», el «sí, pero tú antes» o el «al menos nosotros no hacemos esto» seguido del «ya, pero hacéis esto otro»… Y en este espectáculo, pues nadie y todos tienen la razón. Y es que, en general, el comportamiento de ningún partido es ejemplar, pero el politiqueo muestra la peor naturaleza del ser humano. Hasta qué punto es capaz de llegar el individuo con tal de defender unas siglas renunciando a su vez a todo principio moral y a todo razonamiento libre de ataduras. 

Lo grave es que el politiqueo despista. Mientras que la gente se dedica a andar discutiendo en persona o en las redes sociales sobre estos temas, los que desde la política deberían atajarse, siguen pendientes de una consideración por parte de la opinión pública. Ahora mismo, por ejemplo, el nivel de deuda del país se eleva casi al 200% de nuestro PIB, lo cual es una situación sin precedentes que pone en serio peligro nuestro estado de bienestar, nuestra soberanía y el futuro de las próximas generaciones, y cuyas consecuencias no hemos todavía notado porque, del mismo modo que ocurrió hace unos años con la burbuja inmobiliaria, la situación se halla ficticia y peligrosamente encapsulada en una burbuja de endeudamiento que no deja de crecer. Las propias familias, que viendo cómo sus ingresos han descendido bruscamente por ver limitadas sus actividades laborales están endeudándose al ser incapaces de afrontar todos los pagos. A veces tengo la sensación de que los organismos internacionales están permitiendo que la deuda crezca, dejando a este gobierno inflando esta burbuja, y esperando a que ésta estalle como aguardan los buitres a que las hienas se retiren de la carroña, para cazarnos definitivamente y esposarnos ya de por vida. 

El politiqueo es peligroso y convierte al ciudadano medio en un soldado fiel a una causa estúpida e irrelevante que beneficia a quienes no sienten ni el más mínimo respeto por este país y su gente… porque les puede el poder y la gloria, aunque sea efímera. A mí, por el contrario, me aterra ya no sólo el papel secundario que ha adquirido el político en estos tiempos sino la total y absoluta desatención a otro tipo de temas más fundamentales y que trascienden ya no sólo el politiqueo sino también la esfera de lo político. Como expuse en el artículo «La realidad es un pulpo» considero que estamos asistiendo a un periodo de transmutación de valores en el que la configuración del sentido sobre nuestra propia existencia, la realidad, el mundo, el tiempo o la moral están modificándose hacia el modelo de la normatividad defendida por el materialismo y el marxismo cultural, aprovechando una crisis sanitaria para efectuar los cambios decisivos de cara a un proceso que es lento pero contundente.

El politiqueo sirve para llevar al individuo a un estado de anulación racional y mental, pues es un poderoso distractor cuyo éxito estriba en que es capaz de implicar a cada persona en la causa, militando a ciegas en el cambio, como el buen cordero que se dirige al matadero por propia voluntad. Por eso, mi llamamiento hoy a todos ustedes, queridos lectores, es que, por favor, no se despisten. No dejen que les despisten. Estén atentos a las cuestiones que nos atañen y no entren al juego de este burdo politiqueo que impera hoy. Sepan todos que realmente no importan Franco ni las mujeres ni loa hombres ni los LGTBI ni los casos de corrupción ni un rapero ni Simón ni Delcy ni Rocío ni Irene sino el sustrato ideológico que opera en el trasfondo para llevarnos a la anulación total respecto a lo que importa y tragar cuanto quieran darnos como circo y pan. No te despistes bajo ningún concepto. 

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