Nacionalistas de primera y españoles de cola

La noche está calma en mi ciudad y, tras más de una semana de lluvias, parece que el cielo ha comenzado a dar algo de tregua, que esperemos no se haga infinita como tantas de las últimas veces mientras las tierras pasan sed y las personas restricciones, más cuanto más profunda sea la tierra que los acoge en la inmensidad de este país llamado España.

Y es que, a aquellos que suelen hablar tanto y tanto de los españoles de primera, de segunda o de tercera, no se les debe olvidar nunca que hay unos españoles que son los españoles de cola, aquellos que, acostumbrados a las carencias propias respecto al resto que da estar viviendo en un recóndito, o no tan recóndito pero mal posicionado pueblo, sufren restricciones de agua pero también desde hace demasiadas décadas, hasta de electricidad.

De este tema, curiosamente, iba una de las ruedas de prensa en las que estuve esta semana. El problema generado por una red eléctrica obsoleta no sólo ocasiona problemas a los vecinos de los pueblos de la zona norte de Córdoba, especialmente los del Valle del Guadiato, sino que, además, impide el progreso por el que hacemos tanto alarde los que vivimos en capitales o aquellos que usan este vocablo, el progreso, para autodefinirse y diferenciarse de los otros, que representarían el retraso, fórmula muy del maniqueísmo totalitario que tanto está absorbiendo la capacidad de relato de nuestros políticos en los últimos tiempos.

Bien, pues decía que, en pleno siglo XXI existen municipios en nuestra geografía, y sospecho que deben ser más de las que seríamos capaces de imaginar y todas las que no deseáramos que fueran, cuya merma en la capacidad eléctrica ha impedido, entre muchas otras cosas, la estabilización de industrias y empresas que necesiten un mínimo de voltaje para poder funcionar, o incluso la disposición de otros generadores de electricidad, como la voltaica, que inicialmente necesitarían gran cantidad de esta energía para poderse instalar.

Pareciera que yo hoy tratase de rememorar aquél famoso poema de autor desconocido del medievo que decía lo de que “cuentan de un sabio que un día, tan pobre y mísero estaba que solo se alimentaba de unas hierbas que cogía. Habrá otro, entre sí decía, más pobre y triste que yo. Y la respuesta encontró, cuando su rostro volviendo, vio a otro sabio recogiendo las hierbas que él arrojó”.

¿Qué quieren que les cuente, que los independentistas ultraconservadores fascistas no franquistas, aunque se llevaran muy bien en su momento con el difunto dictador al que a su manera también exprimieron, son los aliados preferentes de un Gobierno que se dedica en cada intervención en atacar a fuerza de llamar fachas a todo el que no se mueva en su dirección? ¿Quieren que les cuente que la separación de poderes está hecha unos zorros porque el poder en manos de quiénes no saben controlarlo ni delimitarlo está provocando quebramientos en los cimientos de nuestro Estado de Derecho que no somos capaces de predecir qué consecuencias tendrán de seguir produciéndose? ¿Quieren que les cuente lo que dice el historiador Peter Turchin en una entrevista publicada hoy en un conocido diario de este país, señalando a nuestra nación como el escenario próximo de una guerra civil por los distintos posicionamientos y, especialmente, por la actitud de un nacionalismo delirante que parece estar consiguiendo todo lo que pide?

Pues miren, no. Hoy no toca. Hoy es uno de esos días que amanecen lluviosos y acaban en tregua. Hoy ha tocado hablar de otras miserias, de otros afectados, de otras personas que parecen importar poco y que han importado bien nada durante mucho tiempo. Hoy toca excavar en nuestras podredumbres, mirar para atrás y no sólo encontrar a alguien más pobre y triste que nosotros, sino a personas que en su desdicha representan el conjunto de nuestras miserias. Aquí, en esto y ya, ponía al Ministero de Igualdad a trabajar y a hablar de oportunidades, de progreso y de igualdad. Porque la situación de estos pueblos está muy por debajo del salario mínimo de este país, pero no el de ahora, el de hace cuarenta años. Porque ojo, esto no es responsabilidad de los que ahora están, ni de los que antes estuvieron, esto es fruto de la irresponsabilidad de todos los gobiernos que han pasado por la Moncloa desde las primeras elecciones democráticas tras la caída de Franco.

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