El cinturón verde

Vox está a un paso de consumar la materialización de la peor pesadilla de la progresía política y mediática de nuestro país. Y Vallecas, entre otros muchos barrios y municipios hasta ahora calificados y dominados como “obreros” por la izquierda española, dará fe de ello el próximo 4 de mayo. Porque el mayor enemigo del obrero no es el capitalismo, es el paro. Y Sánchez e Iglesias se han empleado a fondo para ser recordados como los líderes del “Gobierno del hambre”. La redistribución equitativa de la miseria como culminación total de la llevanza a la práctica de los dogmas soviéticos más trasnochados.

Cuando el líder morado ya no pasea cómodo por el barrio que le vio nacer como revolucionario de salón es que algo les falla. Su popularidad entre los que un día confiaron de forma inocente en su discurso facilón y faccioso ha descendido de forma inversamente proporcional a su patrimonio. Se fue como lumpen y volvió como millonario. Y la gente a la que él toma por tonta de ello no tiene un pelo. Porque una persona que madruga para llevar el pan a su casa quizá no tenga tiempo para ver los culebrones políticos de Netflix que él devora ocioso día tras día, pero entiende, quizá más que nadie, lo que es la lealtad y la importancia de cumplir con la palabra dada y, por supuesto, el esfuerzo de luchar contra todo -incluido el Estado- para poder mantener dignamente a su familia.

Porque al fin y al cabo lo que toda persona necesita para satisfacer sus necesidades y alcanzar la felicidad es tener garantizada su libertad, su seguridad personal y la de su familia, sus derechos a la propiedad privada y a educar a sus hijos según sus propios valores y que el sustento económico no dependa de la arbitrariedad política y de un sistema fiscal confiscatorio. Y todo ello sólo lo puede garantizar el partido de Santiago Abascal. Iglesias y sus aburguesados acólitos han demostrado que la venta de ideas y la creación de realidades son dos cosas muy diferentes. Se han alejado tanto y han caricaturizado tan salvajemente a los ciudadanos que la bofetada electoral del mes que viene la oiremos desde mis amadas tierras alicantinas. En resumen: han perdido la calle -si es que alguna vez la tuvieron-.

La conversión del “cinturón rojo” de Madrid en un feudo de Vox ya no es nada disparato habida cuenta de que el verdadero currante espera principalmente de su gobierno que responda a sus necesidades y que no le moleste demasiado. Y el socialcomunismo ha demostrado exactamente lo contrario. Eran un bluf basado en eslóganes repetidos hasta la saciedad por sus medios de comunicación afines y por sus miles de trols en redes sociales, pero se han olvidado de algo que sí hace Vox: hablar con las personas. Recuerda, Pablo, que los trols no votan. 

El pasado sábado tuve el honor de participar en una mesa informativa en Alicante en uno de los barrios obreros de la ciudad. Y no me llevé ninguna sorpresa. La gente está cansada de que se rían de ellos en su cara. Están -estamos- hartos de que se pisotee nuestra cultura, nuestra capacidad para ganarnos la vida por nosotros mismos y de que nuestros barrios sufran una oleada dañina de inmigración ilegal y descontrolada, de ocupación ilegal y de tráfico de drogas. Hablando con una familia en Virgen del Remedio (Alicante), residente allí desde hace más de cuarenta años, me confirmaron mis peores temores: ya casi no pueden pasear tranquilos por su propio barrio. Por el barrio que ellos han construido y que hasta hace unos años era un ejemplo de familiaridad y buena vecindad. Ahora impera la suciedad, la delincuencia y la desidia institucional. 

Desgraciadamente, este testimonio está cada vez más generalizado en cientos de pueblos y ciudades de España. La brecha entre la clase política y las personas que verdaderamente sustentan la Nación es cada vez mayor y esto es una malísima noticia. Los que tenemos el honor de haber sido elegidos representantes institucionales de los ciudadanos, debemos tener muy claro una sola cosa -así me lo repito día tras día- y es que no somos más que servidores y que nuestro único objetivo es garantizar las condiciones adecuadas para que los españoles alcancen la felicidad que merecen. Y ante la mayor crisis económica desde la Guerra Civil, este cometido es hoy más importante que nunca. Y los españoles que han tenido que seguir pagando impuestos, aunque se les haya prohibido trabajar, el tendero del barrio o el dueño del pequeño bar, el trabajador que ha sentido -y siente- el miedo a perder su empleo, tienen derecho a la felicidad y a la tranquilidad. Y para todo ello, es evidente que solo queda Vox.

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