Regreso del futuro

Fue Mefistófeles quien le dijo a Fausto “cuando no tengas ideas, procura inventar palabras”. Lo sabía muy bien George Orwell y lo reflejó en su novela 1984. Antes de leer el párrafo que sigue, beban un vaso de agua y tomen aire. No es broma. Los franceses hablan francés y los ingleses, inglés. Los políticos, sin embargo, dominan el politiqués.

Lo que aquí hacemos es usar estos procesos estructurales, para proyectar tendencias y establecer un abanico restringido de futuros probables, que sirvan de base para reflexionar sobre nuestras opciones, perimetrar la incertidumbre, y diseñar estrategias eficaces y resilientes en el largo plazo”.

No preguntaré si alguien ha tomado apuntes. Sencillamente no hay nada que entender. Es parte de un discurso vacuo oficiado por Pietro Sánchez, il bello, que no sabía lo que decía ni falta que le hace. El jueves 20 de mayo presentó su informe España 2050. El epígrafe era Fundamentos y propuestas para una estrategia nacional de largo plazo. Por lo visto, han creado la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia, más conocida como chiringuito. En un interminable e inclusivo ejercicio de salutación, habló de empresarios y empresarias, investigadores e investigadoras, académicos y académicas, amigos y amigas…

Pedro Sánchez se ha lanzado a gobernar el futuro, endiosado hasta la náusea. He cedido a la tentación de hacer mis cálculos y con alta probabilidad ya estaré muerta. Tal acto de propaganda responde a la voluntad de camuflar el presente. Eso solo puede significar que vienen muy mal dadas. Su intervención resultaba mesiánica, con youtuber de éxito micrófono en mano. Expresiones rimbombantes como “cumbres de progreso” o “lograr nuestros sueños” pueblan ahora mis pesadillas. Es el mito comunista del operador central y de la planificación. Después alguien inventa un cacharro en un garaje y pone el mundo patas arriba.

Cien investigadores independientes (¡ay!, ¡los comités de expertos!) han afrontado el estudio “sin cobrar un céntimo”, por amor a España. Dice Sánchez que se puede alcanzar todo lo que se puede medir. Si sabemos que Júpiter está a 600 millones de kilómetros, allá que nos plantaremos. ¿Será por eso que Redondo quiere una NASA española? Nos advierte el presidente contra los llamados “negacionistas”, que es el nuevo insulto para el discrepante. Intentarán hacer de nuestras aspiraciones un imposible. Pedrito: menos mal que te tenemos a ti. Vas a malversar 140.000 millones de euros del ala como si hubieran salido de tu propio bolsillo.

Nueve son los puntos cardinales de esta desventura interestelar. El más urgente es convertirnos en vanguardia educativa. Hace unos días, Pamela Palenciano cobró su charleta en un instituto de España a precio de oro. La llaman “actriz, comunicadora y activista feminista”. Es una especie de energúmena que vomita su odio a los hombres desde su posición de poder en el escenario. Dice “hijo de puta”, “pedazo de hostia”, y eso cuando no está inspirada. Los varones con un poco de dignidad la dejaron plantada y salieron del salón de actos. Este es el futuro del que habría que regresar.

Otra de las prioridades es “la cosa verde”. Ya se sabe: hay que comer carne de mentira y todo eso. A ver cómo alimentamos a 8.000 millones de seres con borrajas y acelgas. Para ese viaje hacen falta alforjas. Habla Pedro de ser “sostenible y resiliente al cambio climático”. Resiliente es otra palabra de moda entre los charlatanes más cool. Como dice el profesor Bastos, el clima no es democrático ni entiende de justicia social: Groenlandia fue un vergel (“green” significa “verde”) y hoy duerme sepultada bajo el hielo.

El tercer punto es el desarrollo territorial, que también ha de ser sostenible. En Román Paladino, ¿qué significa eso? En principio uno piensa en el trasvase Tajo-Segura o algo así. Enseguida descubres que lo del agua es una antigualla. Quién sabe en qué estaba pensando Iván Redondo, cuando escribió esa chorrada. Fue el que hizo la genuflexión, el día que se acercó a Torra. Adoración a vascos y catalanes, (que se llevan un buen pico) y pare usted de contar. El resto… ¡a buscarse la vida!

Mejor sanidad pública, más productividad, mercado de trabajo.De momento, la ministra del ramo (Yoli Tenacillas) tuvo que pasar por el hospital. El médico la ha advertido contra los inconvenientes de un magnífico sueldo y el coche oficial. Estaba acostumbrada a los platós y al sindicato y luego se nos estresa. La cohesión social también le importa a Pedro, ¡y mucho! Esa es la razón por la que nos prepara para soltarnos lo de los indultos, reversibles, como la vasectomía. A la justicia la llama venganza y revancha, y se queda tan pancho. A la arbitrariedad despótica, concordia y diálogo. Antes nos promete la transformación digital, como si nos mandara al cirujano plástico. Después ya se encarga Carmen Calvo de echarle la culpa al PP. Rajoy es culpable de haber consentido un delito flagrante, que no es tan flagrante por cometido y menos aún por perdonado. Por eso solo van a indultar a quienes ya exigen amnistía…

Lo de reducir la pobreza y la desigualdad es como rezar el rosario. No han visto un pobre en su vida y claro, lo sacan a pasear, como al Cristo de Medinaceli. La desigualdad avanza, sobre todo tras la pandemia: como que unos han muerto y otros no. La longevidad preocupa a nuestros expertos en su expertitud. Vivimos demasiado, tanto, por lo menos, como Joe Biden. Yo, por ejemplo, quizá necesite pañales dentro de veinte años, pero no voy a ir hoy a la farmacia a comprarlos. Está bien que ahorre, por si me hace falta. Lo haría, si estos no me limpiaran la cartera, incluso cuando no la abro: sube el IVA, el recibo de la luz, armonizan al alza. Después me explican que la social democracia ofrece los servicios gratis. Eso contárselo a otra.

El futuro es patrimonio de todos y de todas, pero con el todes no se ha atrevido Pedro. También piensa que nos cuesta mucho reconocer los méritos de nuestro país. Sería bueno que empezara por él mismo, explicándoselo, de paso, a sus malas compañías. Nunca han creído ni creen. Su discurso es el delirio de un tarado mental que ha llegado al límite. Me refiero a Iván Redondo, claro está. Trabaja mañana, tarde y noche, dispuesto a tirarse por un barranco, siguiendo a su jefe. Su lealtad es el eco de un hundimiento. Es tal el destrozo aquí y ahora, que nos meten en la máquina del tiempo. España, nos prometen, será “un mundo feliz”. La buena noticia es que no se lo toman en serio. La mala que no nos toman en serio a nosotros.

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