Avería mental, ¿de quién es la responsabilidad?

Los sucesos violentos son cada vez más frecuentes en nuestra sociedad, antes apacible y poco sobresaltada, y es que los tiempos cambian sin poder frenarlos o elegir hacia dónde nos llevan. Bueno, eso no es del todo cierto. Pues con ciertos criterios algo más exigentes, sí que se podría frenar la escalada de violencia en algunos frentes, al menos esa es mi percepción del problema.

La palabra mágica es RESPETO hacia uno mismo, a los mayores, a las autoridades, a los padres… a los profesores y a los compañeros… Para mí, es la base de toda la convivencia en paz y armonía. Ese respeto que se perdió en casa, con la educación (en exceso permisiva) actual. Ese respeto que se perdió a los educadores, médicos y profesionales en general a los que se acude en busca de ayuda, conocimientos, soluciones a cualquier problema y que son cuestionados a la mínima ocasión “porque lo he leído en internet”; entonces, ¿para qué recurrimos a los profesionales si estamos prejuzgando y no les dejamos hacer su trabajo?

La educación tan permisiva, sin límites definidos, sin normas claras, lleva a los jóvenes a caer en un vacío de moral, de ética y de valores. Y es aquí donde surge el conflicto. No están educados en la “pérdida” por lo que se frustran fácilmente, no están educados en “convivencia” pues la mayoría son hijos únicos o con grandes diferencias de edad con sus hermanos, con lo que se crea el sentimiento de inferioridad, o ser ninguneados y rechazados no es una opción de la que se puede aprender y salir reforzado, eso “no cabe” en los tiempos actuales.

Les quitamos todas las piedras del camino a nuestros hijos pensando que es lo mejor, pero la experiencia de la vida no se adquiere sino tropezando. Les privamos de sufrimientos y estamos creando unos adultos débiles, que cuando sean mayores y tengan un problema serio, no sabrán cómo afrontarlo. Los hemos criado entre algodones…pero ¿es realmente bueno?

Esta semana me ha conmocionado una noticia por la trascendencia que tiene. Un niño de 13 años golpea y tira desde un segundo piso a su amiga… para ver qué se sentía al matar a alguien. Esto no es más que una de tantas muestras de la sociedad que estamos creando, con alta tasa de paro juvenil, de las más altas en número de ninis. Una sociedad desmotivada con serias averías mentales cuando ya, los niños son ingresados para curar adicciones a videojuegos o necesitan aprender a gestionar emociones, asimilar episodios y no son capaces de ser niños. Y ahora se plantean rebajar la edad de imputabilidad… porque con 13 años no saben dónde “clasificarlo” y tiene que ser “analizado” por la unidad de psiquiatría.

Este es el resultado de la educación “sin consecuencias, para evitar traumas”. Quiero decir que, a los niños se les debe mostrar las verdades y no desvirtuarlas para que “no sufran, una educación edulcorada en la que no saben reaccionar ante la frustración, el rechazo o las críticas. Estamos creando una generación de “adaptados a la norma social, pero desprotegidos para subsistir”.

El problema lo estamos creando nosotros, al facilitarles tanto la vida. Les negamos la posibilidad de madurar, de aprender y de desarrollarse como personas. Los padres podemos guiarles, pero no es justo que les privemos de sus vidas. Sus propias experiencias, no nos pertenecen, la libertad de cada individuo es personal e intransferible.

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