Feliz año, Noelia

La idea que me rondaba por la cabeza para el último artículo del año era hacer un pequeño resumen de lo acontecido, con más o menos trascendencia, en el ámbito político a lo largo del curso que se termina. Más o menos lo que hace todo el mundo. Pero si escribo cada semana, no es con la finalidad de hacer ningún balance, sino con la soñadora pretensión de que alguno de los temas que trato tengan un mínimo eco que haga reflexionar a alguno de los lectores, aunque sólo sea a uno. Con eso, más que satisfecho. Y por ese motivo, el último artículo de este 2021 se lo quiero dedicar a Noelia.

«Hola Pedro Sánchez. Hola Irene Montero. Hola Alberto Núñez Feijóo. Hola a todo el mundo que puede mandar algo en este país y no hace lo correcto. Mirad cómo lloraba ese día de la foto (se refiere a una foto de sus redes sociales, en una aparición televisiva reciente en la que relataba su caso), pues ahora mismo estoy llorando el doble. O el triple… Resulta que llevo gritando por mi vida seis años y, de momento, no me sirve para nada… bueno sí, para recibir un regalo de Navidad. La visita de mi expareja durante un mes. Acordaos, a diez minutos de mi casa. Un mes. Treinta días donde mi vida va a estar en peligro. Un mes. Se dice rápido, pero os invito a que lo viváis conmigo. Me gustaría veros a todos en mi situación, acojonada, mientras él se pasea por la zona con la cabeza bien alta. ¡Ah! y sin miedo a morir porque yo esté cerca. Y lo peor de todo, que nadie me avisa de que esta persona vuelve a estar a diez minutos de mi casa. Nadie.

Llevo siendo engañada desde el día 22 de diciembre, viviendo “feliz”, pensando que estoy a salvo, cuando no es así. Esta vez no pienso quedarme encerrada como hice hace cinco meses, cuando ya había disfrutado de su primer permiso. Mientras él disfrutaba de sus vacaciones yo estuve quince días haciendo el trayecto de casa al trabajo y del trabajo a casa. Pienso vivir mi vida porque tengo derecho a vivirla. Eso sí, si en alguno de estos treinta días aparezco asesinada o simplemente desaparezco, espero que no lloréis por mí, porque cuando esté bajo tierra no me va a servir absolutamente para nada. Espero que no os lamentéis en la televisión, diciendo cosas como: “la violencia de género no se puede permitir”. Espero que empecéis a espabilar de una vez, por la vida de las mujeres como yo, porque me paso media vida rogando y llorando. Os recuerdo, a toda persona “importante” de este país, que no tengo nada, sólo una orden de alejamiento que no es más que un papel. No me sirve absolutamente para nada. No tengo (ni él tampoco) pulsera, ni ninguna medida de protección. Sólo algún policía que pasará por mi casa de vez en cuando. ¿Dónde está mi derecho a vivir dignamente?”

Noelia Míguez es una chica gallega que sobrevivió al intento de asesinato de su pareja. Tras recibir ocho puñaladas y con unas tijeras clavadas en la cabeza, consiguió engañarle haciéndose la muerta para, posteriormente, arrastrarse hasta la casa de un vecino en busca de ayuda. Hoy, este individuo está de permiso penitenciario, vive a diez minutos de Noelia y ella ni siquiera ha recibido un aviso de que esto es así. Ha solicitado protección y le han dicho que “esto es lo que hay”. Ni siquiera voy a hacer el discurso de que la violencia no tiene género y que quién hace algo así no es un hombre, sino un maltratador y un asesino en ciernes. No lo voy a hacer porque conocemos casos muy recientes en los que la asesina (y descuartizadora) es una mujer y ya conocen de sobra cuál es mi opinión al respecto.

Estoy completamente seguro de que a Noelia le importa entre uno y dos carajos qué nombre se le ponga a su caso, ni cómo se le denomine. Y es ahí dónde radica el problema. A Noelia, lo único que le importa es que alguien le dé protección y le garantice poder llevar una vida digna. A los políticos lo único que les importa es poder catalogar su caso a conveniencia de sus estrategias. Dicho de otra forma. El caso de Noelia Míguez es el paradigma de la inutilidad de las políticas de violencia de género, que, mientras criminalizan al hombre, en su discurso, por el mero hecho de serlo, dejan libre a un violento agresor que ha intentado matar a su pareja, para que se pasee por el mismo pueblo en el que ella vive, sin darle protección alguna y, lo que es más grave, sin ni siquiera avisar a la víctima de que su agresor está de permiso. Hipocresía en estado puro.

No se equivoquen, una vez más es todo cuestión de dinero. La violencia de género no es más que otro discurso ideológico utilizado para seguir manteniendo económicamente a un montón de vividores de lo público, que sólo se dedican a intentar mantenernos lo suficientemente divididos para que la existencia de chiringuitos, observatorios, ministerios del ramo y un largo etcétera, se vean justificados. Nada más. Todo es mucho más sencillo. ¿Eres un asesino?, me da igual si eres hombre o mujer, púdrete en la cárcel. Pero con la sencillez de las ideas lógicas no se mantiene el entramado, amigos.Y, mientras tanto, Noelia sigue desamparada, desatendida y con el riesgo cierto de que su agresor vuelva a intentarlo.Es vergonzoso en manos de quiénes estamos.

Ojalá este trago pase pronto y ese tipejo vuelva al lugar del que no debió salir. Ojalá alguien te escuche y te dé la protección que se te debe, no como un favor, sino como una obligación del Estado hacia sus ciudadanos. Ojalá no tengas que volver a pedir ayuda nunca. Ojalá la próxima vez que sepa de ti es porque eres feliz y estás a salvo. Feliz Año, Noelia.

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