Heridas

En política, la verdad debería prevalecer para bien y para mal. Sin embargo, la mentira se arrastra sigilosamente, tejiendo una telaraña de engaño que envuelve a aquellos que caen en sus garras. Es un acto que no solo afecta a quienes esparcen tranquilos sus falacias, sino que, también, a quienes las escuchan, dejando cicatrices tanto en la inteligencia como en las emociones difíciles de sanar. Hablar de mentiras y verdad en política es tocar temas delicados por lo insoportable de lo ambiguo, de lo subjetivo, del derecho de cada uno a creer en lo que le plazca y a estar convencidos de que nuestra verdad es absoluta e indiscutible, la nuestra y solo la nuestra.

Pienso que la mentira es como una sombra oscura que se adentra en nuestras vidas trayendo consigo una sensación de traición y desconfianza. Puede comenzar como una pequeña distorsión de la realidad, pero crece rápidamente hasta convertirse en una maraña inescapable de engaños. Una vez que la mentira siembra la desconfianza mencionada, ya nada vuelve a ser lo mismo y al mismo tiempo, todo lo tiene hecho. En política, la credibilidad de una persona, al igual que pasa en la vida, influye lo suficiente como para estar en primera línea de combate o no.

Cuando alguien miente se rompe el delicado tejido de confianza que une a las personas. Las palabras falsas se convierten en puñales afilados que perforan el corazón y destruyen los cimientos de las relaciones. El engañado se siente vulnerable y herido, mientras que el mentiroso carga con el peso de su propia falsedad y se va arrastrando de lado a lado hacia una decadencia impulsada por su propia culpabilidad. Porque él lo sabe, el mentiroso en política suele ser alguien que sabe que miente con intención.

Pero ¿por qué mentimos en política? La respuesta puede ser compleja. En unas ocasiones, buscamos protegernos del juicio o del castigo. En otras, lo hacemos para obtener beneficios personales o evitar confrontaciones incómodas. Y, en las que más, es una herramienta adicional y sencilla de subir peldaños. Sin embargo, independientemente de las razones que haya, detrás de la mentira, sus consecuencias son siempre visibles.

Porque la mentira, dentro de la política, no solo afecta a las relaciones interpersonales, sino que también al individuo que la perpetua. Cada mentira pronunciada nos aleja un poco más de nuestra autenticidad a la vez que nos sumerge en un abismo de falsedad. Nos convertimos en prisioneros de nuestras propias invenciones, atrapados en un laberinto de engaño del que es difícil escapar. Ser el resultado de este perfil político es lo que menos me apetece en el mundo, dejar de ser parte de lo poco auténtico que nos queda en política no figura entre mis haberes de trabajo diario. Así que yo aspiro a ser auténtica como el mejor jamón de España y no me conformaré con ser parte de un conglomerado homogéneo que solo está ahí por su sillón a costa de la falsedad y a costa de la mentira.

Pero ¿hay esperanza en medio de esta oscuridad? Sí, la hay. La deberíamos de mantener viva entre todos. El primer paso para sanar las heridas causadas por la mentira es reconocer su presencia y enfrentarla con valentía. Convivir con la falsedad tiene un mérito implacable que ya le gustaría haber superado a cualquier héroe de la Marvel. La honestidad, aunque dolorosa al principio, es el antídoto que puede liberarnos de las cadenas del engaño. Y es el único camino que yo pienso seguir siempre desde esta nueva andadura que comienzo y desde todas las que me vengan a partir de ahora.

La verdad puede ser incómoda para muchos y difícil de aceptar para otros, pero es el camino hacia la reconciliación y la restauración. Solo a través de la sinceridad podemos reconstruir los puentes rotos y cultivar relaciones basadas en la confianza mutua, algo imprescindible para conseguir acercarnos a la unidad más plena. Sin mochilas, sin ambages, sin zancadillas… En última instancia, la mentira es una elección que cada uno debe enfrentar. Podemos optar por vivir en un mundo de ilusiones y engaños o podemos abrazar la verdad y construir una vida auténtica y plena. La elección es nuestra. Y debemos de tomarla para la política y para la vida misma.

Así que te invito a reflexionar sobre el poder destructivo de la mentira y de los medios que utiliza de cara a una campaña electoral que tenemos a la vuelta de la esquina, te invito a buscar siempre la sinceridad en tus palabras y acciones, te invito a formar parte de los valientes. Recuerda que la verdad puede doler, pero también tiene el poder de sanar y construir puentes indestructibles en un país que los necesita ahora más que nunca. Recuerda que la verdad estará lo más oculta posible entre las falsedades y mentiras de los interesados. Interesados en su poder y en su gloria, no en ti, por eso te mienten.

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