Desconcierto

Me asomo aquí como sabéis con periodicidad quincenal y los acontecimientos reclamantes de opinión se han sucedido con velocidad de crucero; en cantidad, peso específico y calado. Tan es así que mi búsqueda de algo interesante para plasmar se ha convertido en un problema selectivo con dos opciones: dar un repaso somero en general o centrarme en uno solo por orden de transcendencia.

Ayer, a mi paso por la Gran Vía de Murcia, camino del Foro Poético donde estaba invitada a recitar algunos de mis poemas de corte amoroso, me topé con una manifestación reivindicativa de paz fácilmente identificable, toda vez que la encabezaba una enorme bandera ucraniana, de lado a lado de la carrera. No pude reprimir las lágrimas de emoción, ya que soy de ponerme en los zapatos ajenos. Me sentí concernida por este enorme tsunami de terror, por esta invasión que provoca una sola persona respaldada por la codicia y la ambición desmedida apoyados por personas cuyos cerebros han sido arrollados y aplastados a saber con qué métodos. Esta es la era del metaverso, donde todo parece ciencia ficción y cualquier cosa es posible.

Siempre me gustaron las prospecciones sobre el futuro de costumbres, conductas, formas de convivencias, leer estos estudios socio-epidemiológicos tan necesarios para la planificación futura. Creo amigos que la única planificación que nos va a servir de ahora en adelante será la de lesse passer o la de “a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga”. Aquí se estrellan los talentos. ¿Quién dijo que la sociedad evolucionaba hacia un mundo menos cafre? Anda que estaba acertado… Nuestro empeño en autodestruirnos parece que lleva buen camino.

A las incontables bajas de decesos por la pandemia, los fenómenos naturales incontrolables, las consecuencias del peor gobierno de la historia hasta donde yo conozco con carestías galopantes inflacionistas, con salarios y pensiones incapaces de remontar, donde si quieres calentarte, no podrás comer… hay que añadirle el peor agente destructivo de imprevisibles consecuencias, donde se van a diluir las responsabilidades políticas en la marea propia del temporal. La guerra finalmente, el fracaso de los organismos conciliadores, la derrota de un diálogo inexistente cuando una de las partes se mantiene en el piñón fijo. Desde el desgraciado empeño de robarnos al resto de la humanidad, el territorio, el alimento y hasta la vida. Por si éramos pocos, parió la burra, pero este parto va a ser muy doloroso, doloso y escandalosamente inhumano.

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