Mi mamá es el monstruo

Las madres son fuente de amor, cariño y protección o, al menos, es lo que se espera de ellas.¿Qué pasa si la que entra todas las noches a meterte miedo, es tu mamá? Pues que nos echamos las manos a la cabeza y pasamos como de puntillas sobre una atrocidad cada día, por desgracia, más común, que últimamente llena algunas páginas de periódicos, pero tan solo en lugares poco visibles. Asistimos a muertes de menores a manos de sus madres o cuidadoras y esta sociedad hipócrita tiene tendencia a justificarlas e incluso a utilizar eufemismos, como “suicidio ampliado” para no escribir la palabra asesinato.

Primero hay que quitarse esa mentira de que la violencia sólo la ejerce el hombre hacia la mujer, porque no es cierto, violencia sin que haya un sexo que la ejerza más que el otro. Depende del ser humano individual y da igual que sea hombre o mujer, puesto que, influyen muchos factores a la hora de pegar, violar o matar. Segundo, entender que hay madres maltratadoras, castradoras, violentas, algunas utilizan a los niños para hacer daño a su expareja, sin importar las consecuencias psíquicas o físicas que padecerá el menor a corto o largo plazo.Los casos donde el asesino es la mujer, trascienden poco a la opinión pública y son tratados con mucha más condescendencia, privando de justicia al niño o niña que de otra forma sí la tendrían.

En el ámbito familiar también se oculta este comportamiento cruel con frases como, está deprimida, es mucha carga para ella, dejando así indefensa a la criatura que convive todos los días con un monstruo y a la que no se cree, cuando se atreve a contarlo. Estos niños se vuelven reservados y posiblemente arrastren un trauma de por vida, ya que acercarte a aquella que te dio la vida en busca de un beso o un abrazo, es algo que todo ser humano necesita. No le estoy quitando importancia al maltrato por parte del padre, ni mucho menos, sólo apunto a la cobardía de no llamar a las cosas por su nombre. Los malos tratos que sufren los menores, son fáciles de identificar si hay voluntad de hacerlo, familia, escuela, el niño no te lo dirá, porque, entre otras cosas, piensa que se merece la bofetada o la paliza y a pesar de ello sigue queriendo al maltratador. Es la sociedad la que debe crear mecanismos rápidos de actuación y separar inmediatamente al progenitor que está maltratando. Y da igual que sea el padre o la madre, porque ponerle la mano encima a un niño, torturarlo dejándolo sin comer, gritarle continuamente o destrozar su autoestima son delitos muy graves que no se pueden pasar por alto jamás.

Necesitamos quitarnos ésa indolencia, aquello de, no es mi problema, el miedo absurdo a las consecuencias de denunciar un maltrato y actuar como personas adultas que tienen la obligación de proteger al débil arrancándolo de las garras de aquellos seres que no han evolucionado de una forma madura y que reproducen sin darse cuenta, patrones de abusos que ellos mismos padecieron.
No puedo, ni quiero olvidarme del caso tan mediático, sobre la actuación de la vicepresidenta valenciana Mónica Oltra que está llenando páginas y páginas en los periódicos debido a la repulsa que nos produce. Se supone que un centro de menores tutelados es un lugar seguro, que protege a los niños y adolescentes de familias desestructuradas o del abandono. Sin embargo, han salido a la luz pública, algunas prácticas de abuso a estos menores, llevadas a cabo por su cuidador y, lo que es más flagrante, se ha tapado y vilipendiado a la menor abusada por parte de quien tenía la responsabilidad de protegerla, en este caso una mujer.

Ello nos lleva de nuevo a replantearnos que no sólo el hombre es violento, sino que lo es el individuo en sí, sea cual sea su sexo, por tanto, no hay que bajar la guardia, ya que como diría mi profesora de Filosofía: “Hasta el más débil puede matarte”.

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