El hombre blandengue

Con el arranque del curso político, también llega la carrera por ver quién realiza la mejor campaña política. Con permiso de Garzón, que seguramente arrasará cuando se acerquen fechas navideñas, la que comienza pisando fuerte es, cómo no, Irene Montero y su Ministerio de Igualdad.

Que levante la mano quien no haya visto en YouTube el vídeo del hombre blandengue protagonizado por el Fary. Y ahora que la levante quien se haya echado unas risas viendo dicho vídeo. Bueno, a todo el mundo no le ha hecho gracia, empezando por la propia ministra de Igualdad, a la que le parece lógico que todos los hombres de hoy en día tengan la mentalidad que había en la sociedad española de los años ochenta. Que hay cosas que mejorar en España, sí, pero algo se ha avanzado, ¿no? Que hay machistas, también, y hay que ir a por ellos, qué duda cabe, pero ¿todos los hombres? Por favor, que deje de insultar, porque esos hombres “machistas” son padres, maridos, amigos, compañeros… de mujeres que están encantadas de tenerlos como padres, maridos, amigos, compañeros…

Lo curioso de la señora Montero es que no predica en todas partes igual. Estaría bien verla dando el discurso ante determinados colectivos que sí que ven a la mujer como un objeto y la tienen en un segundo, tercer o cuarto plano.  Ahí es donde debería de actuar la Administración porque sabe quiénes son y desgraciadamente (e hipócritamente), cuando interesa, no tiene ningún reparo en sacarse la foto.

Dentro de poco comienza el mundial de futbol. Que vaya, que vaya con las mismas amigas con las que se dejó caer por New York a dar unas conferencias de empoderamiento en Qatar, entonces sí que habrá que quitarse el sombrero ante ella. ¡Ah! no, que eso es machista.

La verdad es que, en el ministerio más guay, se están llegando a unos límites peligrosos y absurdos. Lo primero, porque el número de mujeres afectadas por la violencia de género u otras formas de discriminación no deja de crecer. Y ridículos, porque para luchar contra esa lacra, es una estupidez vender que un hombre es machista, por ejemplo, por dejar pasar primero a una mujer. Eso se llama educación, seguramente, ese hombre hará lo mismo con otro hombre o con quien sea.

Habría que preguntarle a Montero y a sus socios de gobierno cómo catalogarían lo que le ocurrió el otro día a Macarena Olona en la Universidad de Granada. Evidentemente, ya se han hartado de alabar por redes sociales la lucha contra el fascismo que llevaron a cabo los camaradas granadinos. Pero lo que se veía en la tele, ¿no era un grupo de hombres atosigando, acosando, empujando… a una mujer? ¿Ahí Belarra y compañía no aprecian machismo? Sería interesante ver el comportamiento de esos defensores del proletariado y la libertad si en vez de la ex de Vox, tuvieran delante a un Mike Tyson o un McGregor.

¿En qué quedamos? ¿Fascismo? ¿Machismo? ¿Comunismo? A la universidad se va a aprender y lo que está ocurriendo en determinadas facultades de este país no tiene nada que ver con cultura ni defensa de derechos, es simplemente la extensión de unos chiringuitos que han de justificar su existencia porque son el precio a pagar para que Pedro Sánchez continúe como presidente. Un precio, como el de la cesta de la compra, cada vez más alto que está resquebrajando el gobierno progresista que se empeñan en vender.

Pero volviendo al hombre blandengue, es triste darse cuenta de que nuestros padres y abuelos eran unos machistas porque cuando se detenían en una gasolinera compraban cassettes del Fary, o alucinaban con las películas de John Wayne, que también ha recibido lo suyo en el prologo de un libro, redactado por Leticia Dolera (otra con la que suben las acciones cada vez que habla, porque de cine poco)

La realidad pura y dura, es que el Ministerio de Igualdad con su jefa a la cabeza y apoyada por los palmeros de turno, lo único que está consiguiendo con ese derroche de dinero en campañas es desigualdad y discriminación, precisamente contra lo que dicen luchar. Porque para defender a unas, no hace falta atacar a otros. Porque para conseguir que una mujer se sienta satisfecha y realizada como mujer, no hace falta tratar a los hombres como maltratadores. Y porque ella misma, no es precisamente el espejo en el que deberían de mirarse las mujeres trabajadoras y emprendedoras de este país. Pobre Fary, quizás te hubiese ido mejor siguiendo al volante de tu taxi y tomar nota de Iván, el taxista preferido de la izquierda madrileña, que ése sí que es el auténtico hombre blandengue.

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