Los antibióticos ideológicos

Los profesionales sanitarios llevan años advirtiéndonos: la ingesta exagerada de antibióticos produce la adaptación y mayor resistencia de las bacterias. Por tanto, dentro de unos años se prevé que las infecciones aumenten varias veces su mortalidad porque las bacterias se habrán hecho prácticamente inmunes.

Ya existen lo que se llama “superbacterias”, que son las causantes de cada vez más muertes. El exceso de remedios es causante de enfermedades, por paradójico que esto parezca. ¿Y qué tiene esto que ver con las ideologías? Pues quizá nada, pero resulta que el Pisuerga pasa por Valladolid y esto es aprovechable para lo que voy a decir.

Las personas de bien somos feministas, entendido el feminismo como la legítima lucha que empezó en el s. XIX por la equiparación de los derechos de la mujer con los del hombre. Las personas de bien no somos racistas, entendido el racismo como el menosprecio de una raza por otra por el simple hecho de ser diferente. Y las personas de bien somos también defensoras de la libertad de elección de la vida sexual y afectiva por parte de todo el mundo. Tres causas, la feminista, la antirracista y la homosexual que se han ideologizado manipulado y tergiversado hasta el punto de que no las conocerían ni sus primigenios defensores.

No veo a Clara Campoamor, Martin Luther King o los fundadores en Alemania del “Comité científico humanitario” (1897) reconociéndose en sus sucesores actuales. Los tres justísimos y necesarios movimientos sociales han derivado en muletas de una ideología que los ha retorcido y pervertido hasta límites insospechados. Las tres causas se han convertido en patrimonio y pilares de una izquierda que se quedó sin referentes políticos tras la caída del Muro de Berlín en 1989.  Antes de esa fecha, estas tres causas no le preocupaban absolutamente nada a la izquierda. Veamos ejemplos:

El “Ché” Guevara era un reconocido homófobo, que fusilaba a homosexuales por serlo. Como lo era también Castro. Famosa fue la exclamación telefónica de este último a un periodista. “Mariconsón”, le llamó, despectivamente.

La socialista Victoria Kent dijo en 1931 «Es necesario que las mujeres que sentimos el fervor democrático, liberal y republicano pidamos que se aplace el voto de la mujer». Otros dirigentes de partidos republicanos por esa época sostenían que “el histerismo impide votar a las mujeres hasta la menopausia” (Hilario Ayuso, del Partido Republicano Federal) o que las monjas no deberían poder votar nunca (Eduardo Barriobero, del Partido Republicano Democrático Federal).

Y en cuanto al racismo, Heribert Barrera, de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), dijo cosas como: «Los negros de América tienen un coeficiente inferior a los blancos», «Se debería esterilizar a los débiles mentales de origen genético», «Prefiero una Cataluña como la de la República, sin inmigración», «Podemos haber superado la inmigración andaluza, pero no sé si podremos con la sudamericana y magrebí».

Tras la derrota de la URSS en 1989, la izquierda se quedó huérfana y decidió aferrarse a estas ideologías, de modo que las tenemos hasta en la sopa. Nos las inoculan en vena cada día, cada minuto, en cada noticia, en cada página del BOE y en cada “tuit”.

Así que algunos nos estamos volviendo “resistentes” a ellas. Bueno, no a ellas, sino a la manipulación que han hecho de ellas, que es algo que ellos no admiten ni admitirán nunca. Estamos muy hartos de que todo tenga que estar hecho con “perspectiva de género”, sea “integrador” o “tolerante con las identidades sexuales”.

Ya está bien, hombre, ya está bien…. Lo que consiguen es el hartazgo y que a algunos nos importe poco que nos llamen homófobos, racistas o machistas porque sabemos lo que en realidad somos y lo que no somos. Y lo que es mejor, sabemos lo que ellos son y han sido siempre: embusteros y manipuladores.

Algunos nos hemos hecho resistente a esos mensajes como nos hemos hecho a los antibióticos.  Caen en saco roto. Esas tres causas originales son las nuestras y lo han sido siempre. Lo que no es nuestra es la manipulación diaria que de ellas hace la izquierda traidora y mentirosa de ahora. La ideología es la muerte del pensamiento crítico, de la libertad y de la igualdad de oportunidades. Es la manipulación de los torpes, de los débiles mentales y de los fracasados escolares. Es el empaquetamiento de ideas en píldoras de fácil digestión. La ideología es la venta de política a granel.

He llegado hasta el final del artículo y me doy cuenta de que no he citado a Pérez-Reverte, lo que sería un gran error. De modo que recordaré una de sus frases favoritas para mí: “No tengo ideología porque tengo biblioteca”.

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