El Colectivo, parte II

En este artículo les dejo la segunda parte de “El Colectivo”, artículo de opinión que se publicó el martes de esta misma semana. En él trato de ejemplificar a través de una historia la visión que tengo de esta entidad. Hace mucho tiempo existió una estrella llamada Rori. Rori no era muy diferente al resto de los astros que la rodeaban pero ella se sentía pequeña y débil, la inmensidad del firmamento le daba miedo. 

Rori crecía con temor y apenas brillaba. Algunas estrellas se metían con ella pero otras la consolaban: “No las escuches, pronto brillarás como las demás, puede que incluso más”, pero el joven  lucero las ignoraba. Pasó el tiempo y Rori seguía sin resplandecer. El miedo había sido reemplazado por el odio y este cubría cada parte del cuerpo celeste provocándole repentinos ataques de ira. Rori decidió iniciar un periplo por el cielo en busca de otras estrellas perdidas. Como un falso Profeta fue captando algunas almas perdidas con la promesa de que pronto harían justicia celestial para sí mismas. 

En una ocasión Rori se acercó a un astro diminuto que parecía estar muy sólo y le dijo:” Somos un grupo de estrellas marginadas y maltratadas, viajamos por El Universo para hacer justicia celestial y exigir que se nos dé la luz que nos fue negada y que por derecho nos pertenece, ¿quieres unirte a nosotras?”. La pequeña estrella miró a Rori muy seria y le preguntó: “¿qué te hace pensar que estoy sola?”, a lo que Rori contestó: “bueno …llevo unos minutos observándote y no te he visto con ninguna otra, además tu tamaño es menor al del resto y tu luz es débil. Nosotras sabemos lo crueles que pueden ser algunas estrellas, creen que porque su destello es más fuerte pueden hacer lo que les dé la gana”. 

El lucerito le contó a Rori que en realidad no estaba sola, sólo estaba cogiéndose un tiempo para pensar ya que debía tomar algunas decisiones importantes pero que pronto volvería con su familia y amigos. Le explicó a Rori que no estaba preocupada por su resplandor, ya que su madre se lo había aclarado, cuando fuera mayor la luminosidad de su cuerpo cegaría al mismísimo Sol. Rori torció el gesto, hizo una señal a sus seguidores y en un segundo tenían rodeada a la pobre estrellita pensativa. Le dieron una buena paliza y después se llevaron la luz de aquella inocente criatura. Repitieron esa acción muchas veces hasta conseguir que todo El Universo las temiera. 

Aquel grupito perverso se había hecho fuerte gracias a la luz que robaban a las demás. Algunos astros opusieron resistencia pero la mayoría cedieron a los deseos de Rori, bien porque le tenían pavor o bien porque se sentían culpables de que Rori y los suyos no fuesen capaces de brillar por sí solas. Así que si una noche miran al firmamento y este apenas brilla deben saber que no es por culpa de la polución sino del Colectivo.

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