Cuatro cigarros y un café

El otro día, aburrida mientras tomaba un café, repasaba una de las miles de fotografías que se guardan en el móvil, en la que este verano me encontraba tomando un refresco con un amigo en el mismo local, pero esta vez sin su compañía. Este compañero de fatigas habla de política, mucho, continuamente, le gusta, lo vive. Es concejal de cualquier partido de cualquier municipio de España. Entre críticas, constructivas (no siempre, hay que reconocerlo), leyes, partidos y dirigentes, salió un cuestión: “No vais a gobernar nunca, ¿de dónde sacas la ilusión para pegarte por algo que no vas ganar?” Contestación: “Porque dentro de veinte años, las cosas habrán cambiado y entonces se verá quién luchó porque se produjera ese cambio” Zasca, boca tapada.

Antes corrían malos tiempos para la lírica y ahora es la política quien no pasa por su mejor momento. O quizás es que una va cumpliendo años y empieza a ver en la televisión programas que hace unos años ni se lo hubiese planteado. Y claro, lo que se ve o se lee o se escucha, no gusta, es más es repulsivo. El todo vale se ha adueñado de los de arriba, de los que dirigen y controlan las vidas españolas. En el Congreso de los Diputados votan un asunto y en sus respectivas asambleas autonómicas votan los contrario; en unas por contentar, y sacar tajada, por supuesto, y en las otras por torpedear la labor, simplemente porque sí; las excusas, o enmiendas, que suena mucho más técnico, se inventan y ya está, porque al final, quién lo sufre, es el ciudadano, ellos siguen en el candelero, mejor que hablen mal de uno a que no hablen, como reza el dicho. Ese, el que debería de ser la preocupación del político, aunque solo sea por ser quien finalmente le da su voto, pasa a un segundo, tercer o cuarto plano.

Esta semana que se celebra el Día de la Constitución, habría que recordar que, la Ley de Leyes se elaboró en muchos casos a base de ideas que surgían entre humo de cigarros y se anotaban en servilletas de papel de la barra de cualquier bar, todo ello dicho por los propios protagonistas. Políticos con ideologías totalmente opuestas, que venían de donde venían y que no dudaron en sentarse y llegar a unos acuerdos con el fin de que España, con toda su sociedad, saliese de donde estaba metida hasta el cuello.

Ese fue su objetivo. Y lo lograron, con sus virtudes y sus defectos, les guste a unos y a otros no, lo consiguieron ¡Cómo ha bajado el nivel! Hoy en día todo serían insultos vía Twitter o ya, sin ninguna vergüenza, a la cara en el Congreso de los Diputados, ese lugar que debería ser de debate y consenso y algunos lo han convertido en un vodevil de mala calidad. El político de primera fila, engancha el poder y no lo suelta por nada, le da lo mismo traicionar, insultar, mentir… todo vale con tal de seguir ahí.

Gobernar ha de ser difícil, eso no lo duda nadie, pero da la sensación que cuando estás en primer a división, se olvidan los orígenes y lo fundamental: el ciudadano, ni más ni menos. Él debería de ser  la primera preocupación del político, por no decir la única. Y lo han transformado en la excusa que siempre ponen cuando realmente les da lo mismo lo que les ocurra y son incapaces de reconocer errores garrafales como los que hemos visto estos días, es más, se les aplaude porque hay que seguir ahí, en lo más alto.

Los que salen en la televisión son los que dirigen, o mal dirigen, un país. Pero son gente como el que me invitó a esa Coca Cola, esos concejales, con concejalía o sin ella, los que se preocupan porque a la dueña de la cafetería no le roben día sí, día no. O porque la anciana que estaba sentada en la mesa de al lado, no tenga que desplazarse varios kilómetros para ir a un centro de salud. O porque “el capitalista” que fue a pasar unos días de verano al apartamento de la playa, se encuentre su casa ocupada un día antes de volver al trabajo.

Esa es la esencia de la política y menos mal, que aún hay quien cree en ello. No llevan trajes caros, ni mucho menos tienen chófer. Tampoco dan mítines más allá que los que les suelten a los amigos un sábado por la tarde. Pero eso sí, con pico y pala, pegándose contra una pared, consiguen que haya más policía para protegerlos, que si no se levanta un hospital, al menos se construya un centro de salud y que cuando uno vuelva de pasar unos días de relax, vea que su casa se encuentra tal y como la había dejado dos días antes.

Andrés Calamaro cantaba “Si diez años después, te vuelvo a encontrar en algún lugar, no te olvides que soy distinto de aquel, pero casi igual…” Da lo mismo el tiempo, siempre habrá políticos más o menos altos en el escalafón, gobernando o haciendo oposición, que habrán cambiado, pero seguirá siendo fieles a unos ideales y en el centro de todos ellos estarán las personas. Porque, últimamente, da la sensación de que se está olvidando la función principal del dirigente, que no es otra que servir al pueblo. Si se logró hace cuarenta y cuatro años acompañados de cuatro cigarros y un café, ¿qué nos lo impide ahora?

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