La ley con la ley se cambia

El final de año está siendo apoteósico. Si hubiese elecciones dentro de un mes, a nadie le extrañaría que Pedro Sánchez tirase la casa por la ventana, pero aún quedan más de doce meses para los próximos comicios generales y el ordeno y mando del Presidente del Gobierno comienza a ser preocupante. Lo de comenzar por decir algo; hace mucho tiempo que la gestión del susodicho desprende cierto aroma déspota.

De la ley a la ley, pasando por la ley” frase atribuida a uno de los grandes que ha dado la política española (y que más ha dado a la misma) Torcuato Fernández-Miranda y que el líder socialista ha hecho suya. Porque le ha cogido el gusto a eso de modificar las leyes a su antojo y cambiar todo lo necesario para adaptarlas a sus preferencias. O a las de sus socios de Gobierno. Porque, dicho sea de paso, él tampoco es egoísta, lo único que desea es contentar a los que le mantienen en el poder.

Sedición, malversación, Consejo General del Poder Judicial, Sí es Sí… un no parar de escándalos de los que no se sonroja lo más mínimo, es más, sólo su ego es comparable al autoritarismo más caciquil que ha conocido el relativamente joven sistema democrático español. Una democracia que se basa en la independencia de los tres poderes, en teoría, porque a nadie se le escapa que todos ellos están más que relacionados. Pero es que con Sánchez, esa pretendida independencia no es que sea difusa, es que no existe. En el Ejecutivo, porque él es el número uno. En el Legislativo, porque a base de regalar hasta su alma, goza de mayoría. Y lo que se está viendo con el Judicial, es de juzgado de guardia, nunca mejor dicho.

En cualquier caso, algo está haciendo mal la sociedad cuando mira hacia otro lado. Por hartazgo, por dejadez, por indiferencia, da lo mismo, la cuestión es que lo único que queda al ciudadano es esperar a las siguientes elecciones y con un poco de suerte, que se produzca el cambio político. Y si no lo hay, pues otros cuatro años hablando de Franco, políticas verdes y empoderamiento, que al final es lo que da votos. El verdadero progreso, el verdadero feminismo, la verdadera libertad, la verdadera independencia… todo eso, se deja para la asignatura de Filosofía, porque en la calle, en la gente y por supuesto, en la política, cada vez se ve menos.

Hace unos días, Perú vivió unas horas convulsas y todo el mundo se echaba las manos a la cabeza cuando Pedro Castillo proclamó, entre otras perlas, que iba a gobernar a base de decretos-ley. Pero claro, eso ocurría en el lejano Perú, al otro lado del charco. Aquí, eso no pasa, para nada. O sí. El hecho de que nuestro Pedro, sea el Presidente que más ha utilizado los decretos-ley no significa nada, a pesar de que cuando estaba en la oposición, se hartó de anunciar que si gobernaba, limitaría el uso de dicha fórmula. Habría que recordar quiénes eran los que felicitaban a pleno pulmón al entonces recién elegido presidente peruano porque iba a llevar una “brizna de esperanza” al país andino: Yolanda Díaz (la autora de tan poético tweet), Errejón, Monedero, el mismo Sánchez… El votante debería de conocer las amistades peligrosas de los mismos que dirigen el Gobierno de España mediante políticas bolivarianas, populistas y comunistas porque el refranero español es sabio: dime con quién andas y te diré quién eres.

Queda un año para las Elecciones Generales y el día a día de los españoles no se parece en nada a lo que vende Pedro Sánchez, quien está tratando de allanarse el camino a la reelección. Si hay que tirar de decretazos, se tira. Si hay que vender el alma al diablo, se vende. Y si hay que cambiar la ley, se cambia. Y si Torcuato levantara la cabeza…

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