Año nuevo, vida nueva. Es lo que reza el dicho. En política no siempre es así y más, si quien dirige el gallinero es Pedro Sánchez que, cuando uno piensa que ya lo ha visto todo, se reinventa y sorprende al pueblo como en los mejores espectáculos de magia. Aunque lo que ocurre en España, no es ningún truco ni mal sueño, es real como la vida misma.
2023 se presenta emocionante: las elecciones autonómicas y locales serán el preámbulo de la traca final en la que el actual presidente del Gobierno intentará repetir otros cuatro años de ordeno y mando, porque eso es lo que le gusta a él: mandar. Que no se engañe nadie, se podrá criticar mucho a Yolanda Díaz, a Irene Montero, a Marlaska… pero al final, quien está al mando del Ejecutivo es él. Si en el Ministerio de Igualdad se sacan de la manga una chapuza para que violadores y maltratadores estén en la calle, es él quien da luz verde. Si Yoli se dedica a lucir palmito mientras sus políticas cierran una empresa detrás de otra, es él quien lo consiente. Si Marlaska hace y deshace en la frontera con Marruecos, es Sánchez quien calla y otorga. Y así se podrían enumerar todos y cada uno de los ministerios que forman su Gobierno, por cierto, el más ministerial de la democracia nacional.
En lo que sí que hay un asunto, tema, campo o como el lector desee llamarlo, en el que Sánchez es un genio, es en el marketing. Ahí no le gana nadie, si no, cómo es posible que con lo que está cayendo en el país, con el destrozo que sufre día tras día la economía, el estado de bienestar que era su punta de lanza, las instituciones públicas, la división territorial, lenguas autonómicas incluidas… cómo se entiende que siga manteniendo los altos porcentajes de apoyo popular. A grosso modo, a quien escribe estas líneas se le ocurren dos motivos.
Uno, que su equipo de imagen, relaciones públicas, etc. sean auténticos genios. Cuando dijo que no iba a bajar el IVA, a pesar de las recomendaciones de la oposición, Europa y países vecinos y meses después lo baja dándoselas de gurú de la economía. Cuando dijo que no dormiría tranquilo con Podemos en el Gobierno y hoy en día es esclavo de Montero y Belarra. Cuando dijo que no pactaría con independentistas y son quienes actualmente marcan la agenda gubernamental. Cuando ha habido tantos claros que luego han sido oscuros, cuando ha pasado tantas veces de la noche al día, hay que ser muy bueno, e hipócrita, para salir a la palestra creyéndote el rey del mundo y bañarte en ovaciones. O lo dicho, tener unos asesores de imagen dignos de un Oscar, con lo cual no queda más que rendirse a la evidencia y tratar de aprender de los mejores.
Y la segunda causa resulta más preocupante, más difícil de corregir, se trata de la actitud de ciertos sectores de la sociedad, su votante más fiel. Volviendo al refranero español que, pese a quien le pese, es sabio, no hay más ciego que quien no quiere ver. Si el ciudadano aplaude que a un joven le den un cheque de 400 euros, cuando por otro lado se lo están quitando a sus padres a base de impuestos, inflación, etc. Si se ve bien que pretendan legalizar llevar drogas encima, a pesar de que el fin de la burundanga, por ejemplo, no sea precisamente para ver a Lucy en el cielo con diamantes. Si celebra que se sacara a Franco del valle, pero ve injusto que la trama de los ERES deba de entrar en prisión. Si se cree todo lo que hacen o dicen solo por el hecho de que proviene de la izquierda y la derecha es cosa de fascistas, entonces, ese votante tiene un serio problema: no pensar por uno mismo. Prácticamente, queda un año. Para unos será un periodo corto, para otros será eterno. En cualquier caso, será una auténtica Odisea que llevará al ciudadano al límite de su capacidad financiera, cultural o moral. Lo que nadie duda es que Pedro Sánchez tirará la casa por la ventana con tal de seguir en La Moncloa. Si durante este tiempo ha dado muestras de su egocentrismo, despotismo, mala gestión, mentiras e hipocresía, qué no hará cuando lo que se está jugando es el bastón de mando. ¡Hagan sus apuestas!
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