¿A dónde iremos a parar?

Solo hace un par de días me ocurrió algo que me ha llevado a pensar, con lágrimas en los ojos y plena de íntima satisfacción a la vez, parece un contrasentido, pero las emociones son así, van por libre y luego hay que gestionarlas. Iba conduciendo por el casco urbano de Águilas, ciudad murciana que multiplica su población en época estival por sus playas con banderas azules y su carnaval de interés turístico internacional.

Me paró el semáforo que marcaba en rojo y aproveché para ampliar mi campo visual. A mi izquierda, veo venir a una señora anciana en silla de ruedas. La cuidadora, al ver venir a una mujer madura hacia la silla con evidentes muestras de alegría, se detiene. Llegada a la silla, cogió su mano y comenzó a besársela. No pude contener mi emoción ante ese gesto de indudable ternura. Las lágrimas me nublaron la vista y quedé como hipnotizada ante esa bellísima escena.

Al observar que yo también me fijaba en ellas, las mujeres hicieron conmigo exactamente lo mismo al reparar en la insistencia de mi mirada. “¿Nos conocemos?”, me dijeron y yo respondí con un “No”. De seguido, añadí que yo también me había emocionado al verlas. Aquella señora, con tono alto al estar en la calle y ya con el semáforo abierto, comenzó a decirme los motivos que tenía para besarle las manos. “Fue mi madrina, siempre estaba por mí, recibía muchos regalos de su mano”. Los coches de atrás me pitaban y yo seguía celebrando el hecho de que no todo está perdido.

Cuando hay personas de esa talla personal, una piensa que no está la sociedad desnaturalizada. Los practicantes de la solidaridad seguimos siendo legión, aquellos que experimentamos emociones de compasión y de mil cosas positivas más. No lo han conseguido los mandatarios políticos con sus infiltraciones en lo más íntimo de nuestras vidas, asistidos de patrañas e hipocresías de lo más diversas, aunque lleven un camino muy bien trazado. El antes y el después está planificado para que seamos completamente dominados por estas corrientes rupturistas que predican una cosa y hacen exactamente lo contrario.

Escribo, expreso mi preocupación que ha pasado en estos últimos tiempos políticos, a un estadio superior, siento miedo por el triunfo de la sinrazón, de que la mediocridad de los valores arrase a lo que tanto nos costó lograr, la reciedumbre del esfuerzo privado. La cultura es ‘cultureta’ que hace guerra a la sabiduría, pertrechada de fondos públicos, malamente gastados. El cristianismo se encuentra en declive, la familia atacada por todos los frentes, sociológico, psicológico y económico… Estoy convencida de que somos mayoría de personas conscientes de las consecuencias de la deriva, podemos hacer más y mejores favores a nuestra España.

No es necesario insultar, descalificar, sencillamente hacer valer nuestras voces por todas las vías posibles, por muy temprano que se levante el Señor que preside en funciones este Gobierno, por muy mala e incongruente que resulte la Ley Electoral, por mucha semántica y vueltas a las palabras, el blanco será blanco y el negro… negro, que es donde nos quiere meter a los que le estorbamos en sus ambiciones desmedidas. Vete ya, grita mi interior cada vez que le veo asomar en sus medios, en su avión, en su fiscalía, en su todo. La unión hace la fuerza, unámonos y no nos autodestruyamos.

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