Se encontraba acorralado. Cualquiera se hubiese sentido derrotado, pero él no. Muchas horas de entrenamiento y el mantra de que por su amo y señor hay que darlo todo, incluso el propio sacrificio, hacían que se encontrase totalmente relajado. Y, sobre todo, un último recurso que se guardaba en la manga de la chaqueta para salir huyendo. Lo tenía que utilizar, cuando las cosas van mal, todo vale. Y últimamente, todo iba mal y recurrir a ello era cada vez más habitual. De repente, una nube oscura y nuestro hombre había desaparecido. Otra vez.
Quien ha huido no es un ninja que asalta castillos amparándose en la oscuridad de la noche. Estos guerreros de las sombras no llevan la cara tapada ni una katana lista para ser utilizada. En ciertas actitudes y comportamientos se les parecen, pero no son otros que los que se presentan cada día en la sala de prensa del Congreso de los Diputados, o en cualquier otro lugar, claro está, a defender lo indefendible. Y cuando lo indefendible lo es tanto, no les queda otra que lanzar una bomba de humo y salir corriendo.
Una de las más recientes humaredas, y muy buena, por cierto, la provocó la pasada semana Patxi López cuando el reportero de Estado de Alarma le preguntó si el Partido Socialista Español iba a votar a favor de la abolición de la prostitución cuando varios de sus diputados eran usuarios del oficio más antiguo del mundo. Contestación: “Radicalmente sí. Y eso de los quince diputados socialistas lo dices tú solo, ¿no?”. Y se fue tan tranquilo. Para quien no lo sepa, Patxi López es, entre otros cargos, portavoz del Grupo Socialista en el Congreso de los Diputados. Vamos, quien tiene que dar la cara de las actuaciones de los miembros de su partido cuando ejercen la función por la que cobran, es decir, Diputados de las Cortes Generales.
El señor López no es nuevo en esto de la política y se le suponen tablas más que suficientes para capear las preguntas comprometidas que le lanzan los periodistas, de uno u otro medio. Porque, dicho sea de paso, no es la primera espantada que pega ante las cuestiones, qué casualidad, del mismo periodista. Aquella vez, cuando iba a ser preguntado por la malversación de fondos, directamente le dejó con la palabra en la boca, vamos, que se retiró antes de que pudiese finalizar la frase quedándose el resto de corresponsales con cara de qué pasa aquí.
Y es que, este tipo de comportamientos dejan una doble sensación, mala por supuesto. Por un lado, una falta de respeto a los profesionales de los medios de comunicación que no pueden realizar su trabajo. Unos, porque prácticamente les retiran el micrófono, y los otros, porque, aunque lo tengan, como el susodicho ha huido, a quién van a interpelar. A la izquierda le gusta hablar de la censura que envolvía la prensa de épocas pasadas, a esto ¿Cómo se le llama?
Por otra parte, la imposibilidad de conseguir el objetivo de cualquier medio de comunicación, que no es otro que informar al ciudadano. Claro, es que al señor Presidente del Gobierno lo que le gustaría es que los titulares con los que los españoles se despiertan todos los días sean alabanzas y bondades sobre su gestión política. De hecho, lo intentan, tratan de controlar los medios informativos con el fin de hacer y deshacer a su antojo sin que la sociedad se dé cuenta del desastre que están dejando.
Hablan de libertad cuando en realidad te prohíben o te obligan a hacer lo que quieres o no quieres hacer. Se les hincha la boca con el progresismo cuando esto va hacia atrás se mire por donde se mire. Pero lo más triste es que hay quienes se dan cuenta y, aun así, les siguen aplaudiendo. Ahí, en la mentira, es donde pueden estar orgullosos porque sí que han hecho bien su trabajo.
En cualquier caso, y para desgracia de la sociedad, Patxi López no es el único que sale corriendo cuando no le interesa abordar asuntos que escuecen. No hay semana en la que no se vea a cualquiera de estos defensores a ultranza de la libertad, de expresión incluida, irse por los cerros de Úbeda ante preguntas comprometidas, recurrir al clásico podemita “yo no hablo con fascistas” o, directamente y sin ningún tipo de rubor, soltar la bomba de humo y hasta luego María Antonia.
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