
Hay una máxima que se materializa cada día con más fuerza en España, y no es otra que el hartazgo de la ciudadanía con los políticos y las políticas de siempre. Sólo esto puede llegar a dar base a los resultados electorales del pasado domingo. Y esto, con el tiempo, tiene una consecuencia en extremo que, entendiendo nuestro sistema político y a nuestra sociedad, tal y como se van produciendo los hechos, nos dará la clave de lo que está pasando.
El hecho indiscutible de que una nueva opción política se ha colado en el Parlamento Europeo a través de España con un corte que, en principio, demanda acciones propias de la extrema derecha, con tres diputados tampoco debería llevarnos las manos a la cabeza viendo los resultados en el resto de Europa. Muchos se echaron las manos a la cabeza al ver que el PSOE no se hundía en España y que la diferencia entre sus resultados y los del PP no eran lo suficientemente llamativos como daban algunas encuestas y la clave es bien sencilla.
Cuando la ciudadanía colapsa en un sistema que parece ser únicamente generadora de problemas, sea quiénes sean quiénes los provocan, dentro de la cultura política de nuestro país esa ciudanía buscará soluciones y no más bronca o conflictos. La prolongación de conflictos políticos a lo largo del tiempo en España ha sido gestionada, desde un punto de vista sociológico, con mucha más astucia por el PSOE que por el PP.
¿La clave? El mensaje positivo y el escudo. Ante los ataques, tener la respuesta directa, rotunda y tajante y ante los conflictos, mensajes positivos y planteamiento de soluciones. Y es que a muchos les llamó la atención e incluso les enfadó enormemente la presentación de la Ley de Amnistía como una solución al conflicto de Cataluña con el Estado español. Sin embargo, el control de la situación, los mensajes y los resultados en las elecciones autonómicas en esta comunidad han ayudado y mucho a que gran parte de la población positivice, comparta o no, la propia Ley, de la que ya dirán los tribunales sobre su constitucionalidad o no.
En el caso de los extremos ideológicos, también tiene un cierto sentido el aumento moderado del apoyo en las urnas en una oposición que no es capaz de presentar soluciones, que es puesta por el mismo Gobierno en el eje de todos los conflictos y en la que, desde el PSOE, se han encargado de poner el eje de la sospecha de la corrupción pasada y hasta presuntamente presente con el objetivo de neutralizar la propia. Y no le ha salido nada mal.
El presunto cinismo , denunciado por algunos, con el que el Presidente del Gobierno afronta cada crisis, su capacidad de victimización y, de manera muy especial, su capacidad de enfocar sus políticas desde la perspectiva de la ampliación de libertades, tengan o no ese objetivo o resultado, así como términos como el de “justicia social” o el alineamiento con los más desprotegidos y con los derechos fundamentales fortifica un mensaje cuando se plantea un escenario en el que la amenaza de la presunta ultra derecha a esas libertades podría suponer un cambio no deseado en las vidas de una gran parte de la población.
Por supuesto, la división de ese voto y el surgimiento de esa “amenaza” han ayudado enormemente al Gobierno de un país que se encuentra en pleno revisionismo histórico sobre un periodo de su historia en la que se culpa radicalmente a la ultraderecha de crímenes contra la Humanidad. Este hecho, que también ocurrió en el resto de Europa, perdió su fuerza en el mensaje por la capacidad de absorción de esa realidad histórica como propia de otro tiempo y de partidos que no perviven en nuestro tiempo, que vive una realidad diferente y en la que uno de los argumentos de más calado, teniendo en cuenta la identidad colonizadora de muchos de los países de nuestro entorno, con alto índice de orgullo sobre ello es, precisamente, su poder a lo largo de la Historia sobre el mundo, especialmente en África.
En España, sin embargo, se ha trabajado en la línea de imponer un discurso, especialmente entre los socios de Gobierno pero también desde el mismo, de un pasado vergonzoso en Latinoamérica, exponiendo una visión que choca, francamente, con la visión de muchos historiadores, incluso latinos, sobre lo que ocurrió tras la conquista del nuevo continente. Tanto es así, que la Leyenda Negra, que fue impulsada por los británicos para el desprestigio de nuestro país hace siglos, ha sido recuperado como excusa para que gobiernos de izquierda de Latinoamérica impongan un renacer de un nacionalismo que choca frontalmente con las bases ideológicas que representan a la propia izquierda. Nada de extrañar por nuestra parte, ya que somos el único, que yo sepa, país del mundo que tiene partidos nacionalistas de izquierda en sus territorios. Increíble pero cierto. De hecho, el nacionalismo siempre se ha asociado a la ultraderecha. Que cada cuál saque sus propias conclusiones.
Lo cierto es que, en España, mientras exista esa división de la derecha en varios partidos u opciones políticas que dividan el desencanto, mientras se presente un auge de la ultraderecha y mientras el PP no se presente como un partido de soluciones más que generador de frentismo en la actual situación de hartazgo, tendremos Gobierno central el PSOE para rato. Y ojo, la ultraderecha triunfa porque aporta soluciones, drásticas y algunas cuestionables desde la perspectiva de los Derechos Humanos y de la Constitución y las Leyes, pero soluciones.
Y les confesaré algo. Cada día estoy más impresionado por la capacidad del equipo del Gobierno de Sánchez de gestionar cada crisis, cada momento delicado en la legislatura, cada elecciones… Mientras el resto, incluidos sus socios a la izquieda y nacionalistas, andan muy perdidos sin saber por dónde les llegan los golpes que les restan poder en las instituciones y en las urnas.

Periodista, Máster en Cultura de Paz, Conflictos, Educación y Derechos Humanos por la Universidad de Granada, CAP por Universidad de Sevilla, Cursos de doctorado en Comunicación por la Universidad de Sevilla y Doctorando en Comunicación en la Universidad de Córdoba.
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