Apliquemos Newton

La semana pasada hablaba de la inutilidad que resulta el quejarse como mero desahogo. Lo mismo da que te quejes acodado en la barra del bar o tranquilamente sentado en el sillón de tu casa lanzando furibundos tuits. En una cena con tu cuñado o lanzando insultos contra el locutor de turno. Nada de eso hará que cambien las cosas.

Dice la primera Ley de Newton que para que un cuerpo deje su posición de reposo o de movimiento rectilíneo uniforme algo ha de actuar sobre él. Por eso si yo quiero mover el jarrón que está encima de la mesa del salón, no sirve de nada que abra el grifo de la cocina o encienda la luz del baño. He de tocar ese jarrón agarrarlo y tirar de él o si no, nada. Lo mismo ocurre en política. Si quiero que mis representantes dejen de actuar del modo que lo están haciendo he de actuar directamente sobre ellos del mismo modo que ellos también lo hacen cuando quieren que los ciudadanos hagan o piensen lo que ellos quieren.

Carl Marx escribió un libro, al igual que Hitler o Mao. Eran otros tiempos. Ante la ausencia de Twitter o Internet, la gente leía y de ese modo se conseguía influir y dar a conocer programas y propuestas. Con aquellos escritos como ariete se urdían revoluciones y se conquistaban territorios, se justificaban holocaustos, pero también se reivindicaban las causas más justas, recuerden aquel I have a dream del reverendo Luther King. Ahora todo es diferente. El político actual miente, manipula estadísticas, insulta y oculta. De ese modo influye en la ciudadanía, de ese modo consigue que piense lo que él quiere. El atajo fácil de la mala política.

Ahora es cuando llega la pregunta del millón ¿Cómo consigue un ciudadano influir en un político? ¿Cómo conseguimos que dejen esas malas artes y vuelvan a la política de verdad? Tenemos una oportunidad cada cuatro años de no darles el voto a aquellos que no cumplen, pero cuatro años es demasiado tiempo de espera si alguien está haciendo el mal. Hay que actuar antes.

Hay que hacerles llegar nuestro enfado, pero de modo que sientan temor por él. No se engañen, como dije al principio no sirve de nada un tuit, ellos cambiarán el foco mediático y en una semana quedará olvidado y sobre todo porque un tuit, una conversación o apagar la radio no son más que acciones aisladas. Hemos de actuar en conjunto, empujando en la misma dirección.

Hay que asociarse, hay que reivindicar juntos, hay que volver a encontrar a ese otro con el que solo nos une el estar hartos de esta situación y, junto con él, empezar a remar. Sólo de ese modo, cuando los aparatos de mentira, de ocultación, de manipulación y de insulto se den cuenta de que no consiguen “movernos” será cuando cambien.

Cuando pongamos de moda la elegancia política, el valor de la palabra dada, la verdad, el honor, las buenas maneras, entonces cambiará la cosa.
Deshagámonos de la pereza y del todos son iguales, asociémonos, participemos en política desde sus partidos exigiendo buenas maneras y si no nos hacen caso, no desistamos, el mal menor sigue siendo mal. Busquemos otro partido o fundémoslo. Si no les hacemos cambiar, no cambiarán nunca. Apliquemos Newton.

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