Ha pasado ya una semana desde las elecciones madrileñas y la izquierda sigue noqueada. No se explican cómo es posible tal vapuleo y menos a ellos, dueños del sagrado frasco de las esencias. Se han publicado cientos de argumentarios, de causas y de situaciones; Los politólogos, una nueva secta que nos ha crecido como las setas, no dan abasto a mirar correlaciones numéricas y estadísticas…Y la verdad es que, todo es mucho más fácil de entender y se resume en pocas palabras, os ha pasado porque sois un coñazo, así, en castizo.
Habéis convertido la política en religión; con sus mandamientos, su cielo y su infierno (que es el fascismo que nos come). Incluso habéis traído de vuelta el tribunal de la Santa Inquisición, que vela por todos desde Tele5 y cualquier espacio público que habéis parasitado, señalando con dedito acusador a todos los que se aparten del camino trazado como peligrosos fascistas, violadores en potencia y malas mujeres poco «sororas». Y habéis olvidado lo obvio, la mayoría de la gente pasa de la política. La sufre como mal necesario, la paga y la aguanta, pero con un fin, que gestione, que solucione problemas y que no les moleste demasiado, pero desde luego no para que les insulte y les dicte como vivir, como pensar y cómo actuar.
Ayuso no ganó porque sea la reencarnación de Churchill, tampoco le hizo falta viendo lo que había enfrente, aunque no sea ni «médica ni madre». Lejos de entender esto, para la izquierda todo se resume en que los madrileños votan mal, que es posible que sean bastante fascistas y que lo único que les importa en la vida es tomar cañas y berberechos, un gran análisis digno del más fino pensador.
Decía el gran Clint Eastwood, en el sargento de hierro, una frase que puede extrapolarse a hoy con precisión: “Puedes pegarme. Puedes tirarme al suelo, incluso escupirme y mearme. Pero, por favor, no me aburras.” Y eso habéis conseguido, porque el españolito medio está más que acostumbrado a que los políticos les maltraten, les saqueen y les arrastren, pero habéis conseguido algo imperdonable, aburrir y hartar, y no poco.
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