Repitan conmigo: Vox malo, Bildu bueno

Que el Partido Socialista Obrero Español es un cáncer para la democracia es algo innegable a la vista de los dos últimos presidentes del gobierno que han podido colocar en Moncloa. Auténticos locos dispuestos a romper un país de milenios a cambio de cuatro añitos más. Han entregado España a los que han intentado por activa y por pasiva destruir todo aquello que nos ha hecho libres y, ahora, van a dinamitar el Estado de Derecho y la separación de poderes al indultar a la caterva de golpistas condenados nada menos que por atentar contra la Constitución y la indisolubilidad de la nación española.

Sin embargo, lo que les molesta a las élites rojas es la “foto de Colón”. No les molesta hacerse fotos sonriendo mientras se intercambian las libertades fundamentales con Bildu. No, eso no. Lo que más les repatea es tener que soportar que en España haya disidencia a su voladura nacional. Les duele que se les recuerde que los que hoy les han dado el gobierno, ayer celebraban con champán los asesinatos de Fernando Múgica, Fernando Buesa o Ernest Lluch, entre muchos otros valientes que cayeron defendiendo sus ideas en libertad.

Pero el enemigo es Vox. Y es, precisamente, por lo que ya hemos comentado arriba. Vox es disidente no solo de las políticas liberticidas del PSOE. Vox es un férreo disidente de todo lo que en último lugar representa el partido hoy de Pedro Sánchez. No más humillaciones a las víctimas del terrorismo. No más humillaciones a los policías nacionales y guardias civiles que el 1-O se jugaron su integridad física para detener, por mandato judicial, la forma material del golpe de estado. No más humillaciones, en general, a todo el que ha dado su vida por un Estado unido, fuerte y en libertad.

Yo jamás criticaré a ningún español por el sentido de su voto, pero sí hago un llamamiento a los españoles que confiaron en un Pedro Sánchez que juró y perjuró que no pactaría con los golpistas, con los terroristas y con Podemos. Es hora de decidir si un mentiroso puede seguir gobernando a 47 millones de españoles libres desde un gobierno legal, sí, pero absolutamente ilegítimo lleno de felones que se acomodan sus posaderas en su sillón mientras con sus lustrosos zapatos pisan los cuellos de los ciudadanos. Es hora de realizar una valoración crítica y decidir qué modelo de país queremos: si un país sumido en la pobreza, en el clientelismo y en la falta de objetivos que engrandezcan España o un país que mire por y para los españoles, sin discriminación y velando siempre por garantizar un futuro digno para todos.

No es, ni mucho menos, que el PSOE esté radicalizado o que esté errando el tiro. El PSOE sabe perfectamente qué quiere y cómo lo quiere y no está dudando en ningún momento en aplicar las técnicas más retorcidas y nocivas para la salud democrática nacional. Este es el PSOE sin caretas ni maquillaje. Este es y será siempre el verdugo al que toca quitarse de en medio cuanto antes. La guadaña se cierne sobre un pueblo español que sigue luchando con uñas y dientes para salir de una crisis económica agravada intencionadamente desde Moncloa.

El domingo se tuvo la mejor “foto de Colón” que se podía tener. Cientos de miles de banderas españolas ondeaban ante los traidores de piernas temblorosas cada vez que se moviliza la España preocupada por el futuro de sus hijos. Allí había votantes de muchos partidos políticos, incluidos del propio PSOE. Y es que esto ya no es una cuestión partidista. Es una cuestión de supervivencia tanto colectiva como individual.

Desconocemos qué es lo que pasa por la cabeza de Pedro Sánchez -o Iván Redondo, mejor dicho- en cuanto a un posible adelanto electoral. Moncloa sabe que cada día que pasa su credibilidad merma y ya únicamente pueden apostar a la vacunación como tabla de salvación. Pero nada podrá hacernos olvidar a los españoles los hermanamientos con Bildu y ERC ni la sumisión al sectarismo podemita. No olvidaremos jamás la foto de Pedro Sánchez dentro de la recreación del zulo donde ETA mantuvo a José Antonio Ortega Lara durante más de 500 días. No olvidaremos la gran traición institucional a la soberanía nacional que lleva a cabo cada vez que se impulsa una votación en el Congreso y van de la mano de los que las tienen manchadas de sangre. España nunca olvida y, además, no paga a traidores.

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