Los ‘fumaos’ de las encuestas

Las elecciones en Andalucía están a la vuelta de la esquina. El 19 de junio lo tenemos ahí, a poca distancia. Se puede ya apreciar desde el horizonte. La Junta de Andalucía espera inquilino en unos comicios en los que la izquierda no está invitada por todo su bagaje, entre mentiras y abusos constantes. En su mayoría fueron provocados por el PSOE que, cuando gobernaba, protagonizó, entre otras tramas, los cursos de formación, los EREs y el tema estelar: volverse unos asiduos a los locales de lucecitas, derrochando el dinero de los andaluces en aquello que el PSOE nacional quiere prohibir.

Como la derrota de la izquierda es algo que casi con total seguridad sobrevendrá, los diferentes medios de comunicación y profesionales tienen un fin: que Vox obtenga los menos votos posibles y, mediante sus encuestas, plagadas de sesgos y con intereses varios, tanto las que simpatizan con la izquierda como con el PP, pretenden condicionar a la sociedad, para que el voto diestro y el desencantado con el PSOE se tire en masa en  brazos del Partido Popular. El ‘supuesto voto útil’ resultará inútil y así lo digo porque, para ser sinceros, el electorado de Vox es fiel y así seguirá, hasta que la formación liderada por Abascal en España haga la de donde dije digo, digo Diego. En ese caso, si los populares no lo hacen mal, sí que podría ejecutarse un trasvase de votos. Mientras eso no ocurra… unos y otros a soñar.

Las encuestas, amigos, las carga el diablo, ya que son las herramientas por excelencia que sirven para manipular al indeciso -con permiso de los medios de comunicación en general, claro- y al que no tiene personalidad. El fanático o el que sabe lo que quiere jamás se dejará influir por ellas. La única y más certera entre todas es la que se hace a pie de urna. De todas formas, este tipo de encuesta tiene también su trampa, porque no se dan cifras exactas, como sí que se hace con el primer premio del gordo de la lotería, sino que te dan una horquilla amplia entre mínimos y máximos, en cuanto al número de representantes que obtendría una determinada formación política.

Cuando estudiaba periodismo, pude comprobar que las cifras solo servían para manipular puesto que, en cuestión de encuestas, dependiendo del lugar al que llamaras, o te desplazaras para realizarlas, el resultado variaba. Se suele decir que, hecha la ley, hecha la trampa. Se omite, además, una variable fundamental, que es la mentira, ya que no todo el mundo que responda al cuestionario lo va a hacer con total sinceridad. Tampoco una tercera, que es tan importante o más que la anterior. En ocasiones, la actualidad puede provocar que un votante cambie su criterio a última hora, porque su partido de cabecera haya incurrido en un delito o manifieste una serie de declaraciones que no pueda pasar por alto ni suscribir. Esto ocurre más de lo que creemos, aunque sea un sesgo del que no se hable. Cada individuo pone sus líneas rojas morales a SU partido y si se traspasan… votan al ‘vecino’ que tenga una ideología semejante o que, al menos, no rompa sus principios con el programa.

Estas semanas de ausencia he ido observando por redes sociales cómo simpatizantes, afiliados y políticos del PP o Vox se han dedicado a subir por los altares a su propia formación, demonizando a la otra, o incluso creyendo tanto los unos como los otros que van a ganar sin despeinarse. Lo cierto es que mi reacción fue poner cara de póker. Los de Vox son tan ilusos, que están convencidos de poder convencer a una gran masa de peperos para que se pasen a ‘su bando’ de la noche a la mañana. Fue meritorio pasar de 0 a 12 escaños, teniendo en cuenta que tenían a los medios de comunicación en contra, pero de ahí a ser los primeros entre los andaluces… es desvariar y mucho. Lo vería viable en unas hipotéticas Elecciones Generales, pero por Dios, en estas andaluzas, con perdón, suena a bilbainada.

Por otro lado, tenemos al Partido Popular, tan cándidos de creer que gobernarán con mayoría absoluta y sin la necesidad de la formación presidida a nivel nacional por Santiago Abascal. Otros que actúan como ‘primos’.En estas elecciones no veo descabellado que el votante descontento con el socialismo acabe dando su voto de confianza a Juan Manuel Moreno. Pero, como dije anteriormente, el votante de Vox, salvo que este partido cometa contradicciones severas en sus discursos, jamás cambiará de bando.

No olvidemos que la inmensa mayoría de sus votantes son personas decepcionadas con el PP. En la situación actual, dudo que practiquen la ‘operación retorno’, por mucho que las encuestas den cifras escandalosas a la formación presidida por el actual presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla. También he de decir que, unos y otros, me parecen muy hipócritas con el tema de las encuestas. Si les benefician, las pregonan por los platós de televisión presumiendo de los números. Sin embargo, si las cifras perjudican a sus intereses, no creen en ellas y se las toman a guasa. Esa es la hipocresía de la clase política de la que tampoco se libra la derecha.

La realidad de lo que sucederá en Andalucía lo sabremos dentro de unos pocos días. Lo que está claro es que Juan Manuel Moreno será el ganador, pero tendrá que gobernar en coalición, le guste o no, con Vox. Esperando estoy de ver ‘otro Mañuecazo’ en las próximas semanas, aunque en esta ocasión vía ‘JuanMa’. Es cierto que también podría llegar a pactos con el PSOE, pero ellos saben que esa alianza acarrearía que su votante les dijera arrivederci. Mi mensaje final va exclusivamente para los ‘fumaos’ o crédulos de las encuestas. Por favor: no os dejéis llevar por lo que digan éstas o las televisiones en general. Votad a quien os dicte el corazón y a quien consideréis que lo va a hacer mejor. Eso sí, que al menos sea PP o Vox, pero nada de izquierda ni ultraveletas del centro centrado descentrado.

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