Pedro contra Pedro

El pasado lunes, tras cinco días en los que Pedro Sánchez había mantenido en vilo a todo el pueblo español, anunció la peor de las noticias: que tenía pensado seguir al frente de la Presidencia del Gobierno de España. Como si de una película de comedia se tratara, Sánchez apareció al grito de buenas tardes, a las once de la mañana, en las escalinatas del Palacio de La Moncloa, realizando un discurso breve y a la vez inconsistente.

La intervención la comenzó haciendo referencia al peligro que se enfrenta nuestra democracia si permitimos que el “lodo” se apodere de ella. Ante el ambiente de hostilidades y ataques en el que nos encontramos, según él, debemos decir “basta” para evitar así que la política se convierta en una mezcla de serrín y estiércol. Nos llegó a plantear antes de dar su previsible decisión el siguiente interrogante: ¿queremos esto?

Como el que se para frente a un espejo y decide detestar su reflejo, la permanencia de Sánchez en el poder es un recordatorio sombrío de como la política española ha perdido de vista sus principios fundamentales, también de cómo Sánchez y su banda se han convertido en los arquitectos de la destrucción social y política de nuestro país. El presidente del Gobierno nos dijo que se quedaba para combatir los ataques y hostilidades que la derecha vierte sobre él y para reparar la degradación de las instituciones. Lo verdaderamente cierto es que va a combatir aquello que él mismo representa.

Precisamente, habla de todo, quién llegó a la presidencia del Ejecutivo mediante una moción de censura bajo el pretexto de la corrupción del Partido Popular y de Mariano Rajoy. Habla de ataques, el secretario general del partido que acosó a Rita Barberá hasta su muerte. El de la misma formación política que está abanderando una retórica de “lawfare” inexistente, poniendo en jaque la separación de poderes y la integridad judicial, estandartes de nuestra democracia.

Además, nos habla de degradación institucional, aquel que pasará a la historia por protagonizar acciones tales como el permanente blanqueo de Bildu, heredero de la banda terrorista ETA y también el líder del partido que realizó una amnistía contra todo el pueblo español con la intención de salvar al prófugo de Waterloo, sin olvidar también que es el mismo que aprobó la ley del “Solo sí es sí”, que puso en la calle a cientos de delincuentes sexuales.

Si durante estos años hubiera actuado con honestidad y respeto hacia sus oponentes, habría muchos que creerían en su presunto deseo de convertir la política en una actividad verdaderamente honorable. De hecho, seguramente contaría con nuestro apoyo. Sin embargo, Sánchez no ha cumplido nada de esto. Quien lo niegue, o pretende engañarnos o, directamente, el sectarismo lo ciega.  Ese conmigo o contra mi que anunció el pasado lunes solo va a servir para seguir polarizando y dividiendo al conjunto de los españoles y deteriorando aún más si cabe nuestras instituciones.

¿Es esta la política que queremos?, preguntó el presidente del Gobierno. Evidentemente, claro que no. Esa parece que es la política que quieren tanto Pedro Sánchez como el PSOE y su banda y la que seguirán avivando con el único objetivo de seguir durmiendo en La Moncloa. A Sánchez no le importa España ni tampoco el pueblo que tanto prometió defender. Sin embargo, no desfallezcamos porque venceremos, al igual que el pueblo español ha vencido a lo largo de su historia a todos los déspotas que se ha enfrentado. Venceremos en las urnas y eso siempre merecerá la pena.

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