
Cuando todo se pudre, es imposible salvar nada. Últimamente, vemos como delante de nuestras narices se cometen “errores judiciales” que ¡oh, casualidad! Siempre benefician a los mismos… o sea, al Gobierno y a sus colaboradores.
Personalmente, pienso que, si la Justicia cae, ya no hay democracia, puesto que el tirano habrá comprado las últimas voluntades de aquellos que podrían impedir su tiranía. Lo lamentable es que de estos hechos sólo somos conscientes una parte muy pequeña de la población. Ya saben, si no sale en la televisión no existe. Por tanto, la ciudadanía vive ajena a estos desmanes de quienes tendrían que estar alejados de la política y dedicados a impartir justicia sin beneficiar a gobierno alguno.
Imagino que detrás de sentencias judiciales muy, muy dudosas, hay dinero de por medio o promesas de cargos públicos, ya que al final todos tenemos un precio. Pero no deja de ser obsceno que nosotros los ciudadanos estemos en manos de jueces de dudosa actuación. España ya no es un país serio, la corrupción está necrosando todas las instituciones y escuchamos sentencias totalmente surrealistas. Violadores que salen a la calle con la promesa de no volver a violar, ladrones que aún no han entrado en la cárcel por pequeños vericuetos judiciales. Eso sí, robas tú una lata de sardinas… y resulta que te caen 10 años.
Así las cosas, el pueblo está harto y pide Justicia, sin darse cuenta de que esta es parte del problema, una parte muy grande. O empezamos a limpiar con zotal la corrupción que ha contaminado a gran parte de nuestro Estado o, por el contrario, aceptamos que la Justicia es distinta para unos y para otros y, en este caso, gritaré como aquel ¡Sálvese quien pueda!

La justicia que no igual para todos ya no es justicia