Las cigarras

Vida nueva, año nuevo y propósitos nuevos. Ahí andamos tratando de reinventarnos ante las adversidades que nos acucian insistentes. Los humanos estamos creados de una pasta que nos lleva por naturaleza a salir de charcos, lodos y cosas peores. 

También es cierto que somos de tropezar en la misma piedra; en lo cercano, en lo distante y hasta en lo imaginable mirando hacia donde miremos, la sociedad va siendo menos cafre. Hablo en líneas generales, porque muchos podríamos contar calderadas de tropelías que nos ponen los pelos como escarpias. Guerras absurdas, crímenes salvajes, el underground de la sociedad y la cultura que viene haciéndonos creer que todo ha de cambiar para que todo siga igual. Bueno, pues no, hasta ahí no llego.

Los que me conocéis un poquito, sabéis que no suelo ser tajante en mis asertos, pero es que la experiencia es un grado y el ser curioso y observador, también. Creo que vamos siendo fauna bruta, cuando estamos dotados intelectualmente para ser fauna elaborada. Cabaña nos llamaban los expertos en covid-19, al referirse a la inmunidad general… y la plasticidad de mi cerebro ponía en mi pantalla mental, muchos borregos en un redil. Las de jugadas asombrosas por malignas, que este Gobierno Frankenstein nos ha podido hacer, en tanto, hemos estado en esta fase borreguil. Ríos de tinta hemos vertido una buena parte de la sociedad, que aún aletargada, hemos echado mano a la resiliencia, el positivismo etc. ¿Qué si ha servido para algo? Chissá.

Lo que si observo es que los borregos salimos de la cabaña convertidos en himenópteros. A poco que recordemos el cuento de la Cigarra y la hormiga, veremos nuestro mimetismo con las primeras; cantamos, bailamos, consumimos… olvidando que el invierno es largo y frio y que ya se va a encargar este Gobierno de que lo sea aún más de lo debido. Vivimos bajo el eufemismo de “al día”, porque si pensamos mínimamente en el mañana…  se nos caen los palos del sombrajo. Y ¿por qué digo esto? Pues porque estábamos en un bienestar que se nos va por no poder afrontar los gastos que conlleva, con lo difícil que es renunciar a lo conseguido.

Hemos entrado en el año 2023 con una vida muy cara, pero que vamos a pagar mucho más cara la dejación de nuestros avances democráticos. Las urnas no servirán de mucho cuando las mayorías se obtienen con la suma de partidos que son pequeños, precisamente, por eso, porque no los quieren las mayorías, vaya una paradoja. Permitiremos que las niñas aborten sin consentimiento de sus tutores, los animales con más derechos que los humanos, que las familias sean pequeñas comunas para sobrevivir económicamente y no para inculcar los valores familiares cristianos, que es el mayor nexo de unión que tenemos los europeos y para qué les voy a seguir contando lo que todos sabemos.

Quién diría que, viendo las calles de nuestras ciudades, estemos sentados en un polvorín del que estoy segura que saldremos. Porque como reflejé al inicio, estamos creados para eso: para morir y renacer. Así que este año, toca revivir. ¿Cómo? Pues ya se nos ocurrirá algo por la cuenta que nos trae.

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