Buenismo bien

El buenismo es como esa choni que lleva algo de marca y quiere que el mundo lo sepa; En letras grandes, en relieve, que se note… Aunque sea falso. El buenismo no es el bien, es simplemente hacer ver a todos los demás que si lo eres, aunque sea falso, es un fake, un peligro y quiénes lo siguen acaban siendo unos peligrosos cínicos.

Estamos rodeados de buenistas, cuando nos hablan de que la inmigración ilegal no es un problema, o que quién alerta de ella es un racista y una mala persona. Pero luego resulta cuando esta llega a su casa, el buenista pone el grito en el cielo, porque la inmigración ilegal está muy bien… Pero no en mi tierra.

Algo más o menos así pudimos ver hace unos días con Ana Oramas. Hace un mes nos sermoneaba desde el estrado del Congreso, no viendo el problema e insultando a los demás por avisar de lo que llegaba. Ahora que han llegado a Canarias 20 mil inmigrantes ilegales, ya no le parece tan bien y pide que los saquen de allí porque le va mal turismo. Vamos un «que vengan, pero aquí no, que me hacen feo esto». Buenistas son aquellos que, en nombre de la igualdad, y de su concepto equivocado sobre ella, quieren meter juntos a niños con capacidades especiales con niños que no, como si el mundo real fuera un anuncio de Benetton, aunque al final sean estos los más perjudicados. La realidad de todo esto es que, ni todos somos iguales ni todos necesitamos lo mismo.

Buenistas son aquellos que creen que violadores, pederastas o peligrosos criminales, no deben pasar el resto de sus vidas en la cárcel, sino que pueden reconvertirse en personas normales socialmente con unas charlas y tres batukadas inclusivas. Aunque todos estos, después de salir vuelvan a destrozar más vidas, el buenista jamás reconocerá que se equivocó en sus teorías. Es la sociedad, así en abstracto, la que no ha sabido hacerlo. A este tipo de gente yo la divido en dos grupos: El primero en aquellos que, digámoslo suavemente, no están bien rematados. Vamos, que son adultos, pero mentalmente están en el rango de edad perfecto de ir al cine a ver «el mundo mágico de campanilla». Y un segundo grupo en el que podemos encontrar a peligrosos cínicos sin escrúpulos, aquellos que venden cosas en las que ellos no creen a un público infantilizado.

El buenismo es peligroso, porque ir a la contra del sentido común y de la realidad nunca acaba bien. A la realidad le da completamente igual que tú pienses que a un burro le saldrán alas y que comenzará a volar, eso no pasará, y más pronto que tarde te estrellaras contra ella.

La realidad es dura, tosca, fría y sin sentimientos. A ella hay que hacerle frente conociéndola para solucionar los problemas que plantee con la determinación del sentido común y la razón. Hacerlo de otra forma, por miedo y no querer verla, solo agrava esos problemas.

Vivimos en una sociedad infantilizada que huye de la realidad prefiriendo ponerle filtros, como en Instagram. Pero la realidad sigue ahí detrás y si no cogemos los problemas como adultos, más pronto que tarde España será lo más parecido a un Chiqui Park de niños llorando, pidiendo el auxilio de un adulto para que acuda a rescatarlos.

El buenismo es una de las enfermedades modernas del alma. Un sustituto barato del verdadero bien, una falsificación y encima de las malas. La realidad es que el infierno siempre está lleno de buenas intenciones, pero eso no lo hace menos infierno.

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