Prevaricación a la carta

Poco a poco, como si de una margarita se tratara, van apareciendo en el Ayuntamiento de Valencia casos de dudosa práctica. No puedo llamarlo corrupción porque es políticamente incorrecto. Vale que, tiempo atrás, el anterior partido se vio envuelto en numerosos escándalos, a cuál más vergonzoso que el otro, pero estos lo criticaron hasta la saciedad y juraron por los frailes descalzos que ellos eran puros, que no meterían la mano en la caja y que no colocarían a nadie a dedo. Sin embargo, de lo que se habla se peca y aquí estamos cada día salen casos nuevos, denuncias por amiguismo y contratos a dedo como setas. Todo ello permitido por leyes creadas para que algunos se lo lleven calentito dentro de la legalidad. 

Vivimos en un sueño democrático que no es real; gobernados por funcionarios y caciques con cortijo. El pueblo observa asombrado el devenir de los acontecimientos como si de una película de ladrones se tratara. Tú pagas y ellos cada día son más ricos y sí, tenemos parte de culpa porque somos permisivos, enroscados en una obediencia ciega al voto de los nuestros. Parte de la sociedad no exige nada calla y justifica lo que sabe que no tiene justificación ninguna. 

Nos roban, hay que decirlo alto y claro hasta que la mente lo asimile. Morralla de políticos sin preparación alguna y sin experiencia aprovechan la mínima para rellenar sus cuentas corrientes y darse una vida de lujos a costa de nuestro sacrificio. Y no me sirve la excusa de que el pueblo les ha votado, no, el pueblo no vota a corruptos, demagogos y chorizos, no, al menos, a priori. Pero con el tiempo los que venían a salvarnos nos hunden en más miseria, nos ahogan, nos mienten pensando que somos idiotas y que tragaremos lo que haga falta. Y tienen parte de razón. A pesar de todo, hay ciudadanos que vuelven a votarles porque odian a los demás partidos y prefieren que les robe y machaque el ya conocido. 

Ante este panorama desolador, de votos viscerales, el futuro se presenta muy negro, con una juventud dormida o a lo suyo, sin capacidad de reacción, las ciudades se mueren lentamente y sin remedio. Cada grupo político sale del cargo público mucho más rico y con más propiedades, son la “nueva casta” en este caso comunistas y aquí está la paradoja o no, de esta ideología tan aceptada, el pueblo no tendrá nada porque lo tendremos nosotros. Sin embargo, hay herramientas para frenar a esta gente y sus desmanes, aunque una vez más, la ley con una nueva vuelta de tuerca les ampara y protege. 

Niñas abusadas, contratos a dedo, prevaricación todo ello se diluye entre entramados legales y triquiñuelas burocráticas, mientras el tiempo pasa y los casos, algunos prescriben. El pan y circo sigue funcionando muy bien. Nos entretienen con cortinas de humo para que no veamos sus maldades cada vez más grandes y descaradas. Plantan un pedrusco, ponen maceteros, cuelgan pancartas, nos humillan, mientras se ríen en sus despachos. Capacidad nula de reacción de unos ciudadanos anestesiados, atontados, preocupados por chorradas televisivas y adormecidos en el sueño de los justos. Sociedad enferma y cómplice de una degeneración que amenaza con hacernos desaparecer como pueblo y que alguien venido de fuera nos conquiste sin apenas resistencia. Los grandes imperios desaparecen porque van perdiendo valores sustituidos muchas veces por depravación, el que llega se encuentra cigarras y no hormigas y así es fácil vencer. 

Todavía estamos a tiempo de reaccionar y si hay corrupción denunciarla hasta que el corrupto pague por sus desmanes. Todo está en nuestras manos, solo que aún no lo sabemos, cuando seamos capaces de comprender lograremos grandes avances. Para ello, necesitamos educación, educación y educación piedra clave donde se apoya la Humanidad para seguir subsistiendo, caballo de batalla que nos permita ser lo que queremos ser, un gran pueblo. 

Amparo Blay