Según el historiador romano Suetonio, esas fueron las palabras con las que César dirigió sus legiones contra la propia Roma y de ahí a la gloria. No se trata de ponerse tan dramáticos, ni siquiera realizar comparaciones, pero a estas alturas de la partida, la suerte está echada. Ambos contendientes lo saben, el resto de jugadores son los que ven el tablero y hacen sus cábalas para saber si serán meros observadores en el próximo hemiciclo o, por el contrario, como le ha ocurrido a Pedro Sánchez, apretarán y exprimirán tanto al nuevo Presidente del Gobierno que, dentro de cuatro años, le costará la cabeza. Y es que el líder socialista podrá hablar de pandemia o de guerra de Ucrania (como si solo le hubiese afectado a él), pero lo que realmente le va a sacar de La Moncloa son los pactos que ha tenido que mantener con formaciones independentistas y comunistas, primero para hacerse con el poder y después para mantenerse en él.
Porque por mucho que les guste decir que la sociedad española es moderna,quizás no lo sea tanto como para olvidar que hace cuatro días, en este país se mataba por pensar diferente. Por mucho que les guste decir que España va como una moto, no se puede olvidar que el tejido empresarial es cada vez más fino y que el pequeño y mediano empresario, los protagonistas de dicho tejido, vieron cómo cerraban uno tras otro sus negocios durante una pandemia que, según Pedro Sánchez, fue gestionada de manera exquisita. Tampoco podrán olvidar los españoles cómo salían por la puerta grande de la cárcel multitud de agresores sexuales gracias a la ley gestada y parida en el Ministerio de Igualdad, ese que se ha sabido más tarde que a Pedro Sánchez poco le importaba y por eso puso de número uno a una de las peores ministras que ha visto la democracia de este país. O cómo olvidar los indultos, la mayor bajada de pantalones que se le conoce a un dirigente político.
Hay tantas cosas que creen que el votante va a olvidar, que hasta el CIS le sigue dando como ganador. Pero es difícil, Pedro Sánchez ha mentido tanto y ha beneficiado a tan pocos, que lo tiene muy complicado. Estos últimos días, poner la televisión es ver el continuo paseo de plató en plató de un personaje que se limita a hacer las dos únicas cosas en las que es un genio: mentir e insultar. Ya vale de dar cifras que el ciudadano desconoce, ya vale de llamar fascista a todo el mundo, ya vale de poner cara de cordero degollado y sentirse insultado… Quien va a votar el próximo domingo desconoce las cifras exactas del PIB o del paro o de la balanza comercial. Lo que sí que sabe es que cada día le cuesta más llegar a fin de mes. Que si tiene un piso en la playa, que ha pagado con el sudor de su frente, cualquier día lo puede tener okupado y aquí no pasa nada. Que, si va a opositar en otra comunidad autónoma, lo tiene muy complicado porque la puntuación exigida en ese idioma, vale mucho más que sus conocimientos de medicina o matemáticas o lo que sea.
Son tantas cosas que este señor ha hecho mal, que quien recoja el testigo va a tener una tarea complicada. Porque sobre lo que se sabe, más o menos, se le puede empezar a poner remedio o al menos, tener medianamente claro por dónde se ha de tirar. ¿Pero lo que se desconoce? Está claro que hablar de Marruecos es parecido a meterse en una habitación a oscuras y vaya a saber usted lo que se encuentra al encender la luz. ¿Pero Europa? ¿Sabe alguien lo que ha negociado este señor con los que verdaderamente rigen el destino de los españoles, y resto de Europa? Porque puestos a mentir, aquí se miente a lo grande: a España, a la vieja Europa o a todo aquel con el que se haya sentado el Presidente del Gobierno.
Se podrán escribir cientos de líneas sobre las mentiras de Pedro Sánchez, tantas que, aunque en algún momento haya dicho la verdad, éstas quedarán sepultadas por una forma de gobernar tan nefasta que debe de tener su fin el próximo día 23, un domingo de verano diferente en el que merecerá la pena perder unos minutos para depositar el voto en la urna. Alea iacta est.
Be the first to comment