Aún suenan los ecos de la manifestación que tuvo lugar en la Plaza de Colón de Madrid el pasado domingo. Lo que supuso la culminación del trabajo de semanas de la sociedad civil encarnada en la Plataforma Cívica Unión 78, sigue coleando si bien no del modo en que a algunos nos gustaría. El asunto mollar, que radica en el no estar de acuerdo con que el Gobierno indulte a unos políticos que no se arrepienten de lo que hicieron (entre otras cosas malversar fondos públicos) y que afirman que volverían a hacerlo, queda eclipsado por las palabras que Ayuso tuvo sobre el Rey, por las declaraciones de los propios indultables y por el paseo que se dio ayer el presidente de España con el de los EE.UU.
Una verdadera lástima que nadie ponga sobre el tapete el verdadero motivo de la movilización de tantos bajo el sol de justicia de un domingo madrileño de junio. Pocos son los que escuchan los argumentos del “otro” para tratar de rebatirlos. Apenas unos cuantos son capaces de contraponer razones que nos hagan comulgar con el hecho de que se puede y se debe indultar a unas personas que habiendo hecho algo punible y habiendo sido condenadas por ello, van a librarse de esa condena a través del indulto que expresamente exige un arrepentimiento que ellos no han mostrado sino más bien todo lo contrario. Ojo, que negar un indulto no significa no estar a favor de que los saquen de la cárcel, pero igual lo que habría que hacer es cambiar la ley y no saltársela a la torera.
El caso es que cuando se piden argumentos se apela, en el mejor de los casos, al sentimiento de concordia, a la magnanimidad y en el peor de los casos al insulto en la forma preferida de la “ultraderecha” “facha”. Quisiera pararme sobre estos dos razonamientos que en sí mismos son una verdadera contradicción y para ello usaré como punto de apoyo ariquimediano el siguiente tuit de Íñigo Errejón: “Estamos a viernes. A quien le quede una mínima decencia no debería manifestarse el domingo con quienes niegan la violencia machista #NiUnaMenos”.
En él se unen dos escenarios diferentes, por una parte, el manifestarse contra los indultos y por otra el que haya grupos de la sociedad que niegan que exista violencia machista en clara referencia a Vox (que se apuntó desde el principio al acto de Colón). Son dos realidades completamente diferentes que no admiten comparación alguna, estrategia argumentativa que cada vez está más de moda en la política española. Y ahora entra a jugar la concordia y la magnanimidad. Si dos votantes, uno de Vox y otro de Más País estuvieran de acuerdo en que no puede haber indultos sin arrepentimiento, ¿no sería concordia el que se manifestasen juntos a favor de aquello que les une? ¿No sería magnánimo por su parte dejar a un lado lo que les separa para arrimar el hombro en lo que están de acuerdo? Pues sí, efectivamente sería así.
Y este es el ruido al que nos someten a diario los políticos de este país. El ruido de mezclar de manera burda churras con merinas y tratar de convencernos de que lo demócrata, es no estar al lado del que no piensa como nosotros y que cualquier discrepancia es suficientemente importante como para no trabajar con el contrario en nada.
En la sepultura del ex presidente Adolfo Suárez reza: “La concordia fue posible”. ¿Se imaginan a Suárez vetando a Carrillo o a Tarradellas? ¿Habríamos conseguido algo con actitudes así? Aprendamos del pasado, seamos más Suárez y menos Errejón. Busquemos lo que nos une.
los lideres son seguidores