Los niños, el virus Covid-19 y el pajarito azul

Recuerdo perfectamente el mes de febrero de 2021 cuando leí que los Carnavales de Venecia se suspenderían por una pandemia que estaba asolando Italia. En aquel momento supe que nos caería a todos los españoles de lleno, pero parece ser que, a pesar de los avisos, el Gobierno trivializó, se puso de perfil y lanzó mensajes de tranquilidad. Que, si era una gripe, que, si España era diferente, que éramos unos alarmistas quienes veíamos con buenos ojos que se cerraran aeropuertos y se empezaran a tomar medidas. En fin, que nos iba la marcha. ¡Hay que ver qué locos somos algunos españoles! Y mientras, hubo que esperar a que transcurriera el fatídico 8 de marzo con sus bailes, banderas y gritos de las odiadoras oficiales de hombres que entre saltos y besitos obviaron lo importe: la salud. Ideología frente a sentido común.

El mismo día 9 de marzo, cuando las feministas ya estaban contentas y con ellas todas las enchufadas del ministerio de Vulgaridad rebosantes de alegría, nos comunican que sí, que lo que durante semanas se empeñaron en ocultar era una triste realidad galopante que como dientes de tiburón nos iba a acabar devorando en un pestañeo. Y en poco menos de 6 días desde los cánticos de las feministas, nos decretan un Estado de Alarma, nos encierran y nos pisan nuestra libertad. Todo en uno, sin ruborizarse y sin ni siquiera pedir perdón. Nada. Intentaron vendernos que era muy bonito salir a aplaudir en los balcones a las 20:00h para animar a no sé quién. Que era imprescindible que los niños permanecieran en sus casas, porque ellos eran los principales transmisores del virus y que al ser la mayoría asintomáticos contagiarían al mundo mundial. Y allí los tuvimos encerrados, privándoles de su infancia, pero al mismo tiempo comenzaron a decirnos que podríamos llevarlos única y exclusivamente al banco, supermercado y farmacia ¿Perdona? ¿En plena pandemia sacarles a sitios con un riesgo mayor de contagio? ¿Y por qué no a un parque al aire libre?

Luego sacaron aquello de que en la franja de 09:00h a 21:00h podríamos salir todos con nuestros hijos a la calle durante un periodo máximo de una hora. ¡Qué medidas más sensatas tomaron! ¿eh? Con todos los respetos a quienes tienen perritos, diré que los niños no recibieron ni la mitad de la atención, ni el respeto que merecían. Ellos, y hablo por mí como madre de dos, se adaptaron a todo sin quejarse, con una madurez que ya querría ver yo en algún miembro de este Gobierno. La pandemia del Covid-19 no sólo ha traído, enfermedad, desgracia, pobreza y soledad. Nos deja también como marionetas en manos de un destino incierto, en manos del peor Gobierno que jamás ni en nuestras peores pesadillas hubiéramos imaginado. (Que me lluevan las críticas, pero con argumentos, por favor.) Han pasado casi dos años desde aquellos Carnavales cancelados en 2020 y durante este año salió una vacuna que, sin yo ser especialmente mujer de fe ante algo elaborado en unos pocos meses, accedí a inocularme y como yo, muchos, no por miedo al virus en sí, sino por egoísmo. Sí, ese egoísmo ingenuamente desesperante que da el querer que nuestros seres queridos, nuestros mayores no se contagiaran.

Este verano comenzó la vacunación de los jóvenes hasta 12 años y a fecha de hoy ya acabando 2021 les toca a los niños de entre 5 y 11 años. Y hete aquí que de nuevo me toca la fibra sensible al ser madre de una niña de 10 años. Y hete aquí que una que cree que vive en una democracia en España, responde en una red social con una opinión personal y… ¡ZAS! Castigada durante 12 horas a estar con la boca callada. ¡Con lo habladora que es una en la vida real…! Opinión personal que según un extraño algoritmo y gracias a los que me aman tanto a mí como al dinero de quienes les pagan para ir persiguiendo cuentas, decide que yo incumplo las reglas. Que yo, que sólo soy una madre por 2, trabajadora, funcionaria, amiga de mis amigos, letal con mis enemigos y tuitera en sus ratos libres, yo misma molesto porque tal y como me dicen los del pajarito azul: “…con esta política EXIGIMOS (qué democrático) la eliminación de contenidos que puedan suponer un riesgo para la salud de las personas incluyendo contenidos que contradigan de forma directa las pautas provenientes de fuentes autorizadas de información sobre salud pública a nivel local y global.” Y digo yo, ¿pero qué riesgo hay en responder esto? Y cito el tuit textualmente: “Es que ahí está el problema. Que no se sabe. Lo que está claro es que los niños si cogen Covid no tienen apenas efectos o son asintomáticos. Si el 90% de los adultos estamos vacunados, ¿por qué entonces experimentar con los niños? Me opongo.”

Parece ser que la vacuna la piden para los niños y no es obligatoria, parece ser que hasta en las escuelas te dan un documento para que autorices o no a que vacunen a tu hijo, parece ser que SÍ tienes libertad para decidir no seguir al rebaño y evitar que vacunen a tu hijo, pero parece ser que, si expones tus razonamientos en un simple tuit, no les gusta y porque, y repito parte de la respuesta automática recibida: Parece ser que contradigo “las pautas provenientes de fuentes autorizadas de información sobre salud pública a nivel local y global.” Y aquí es donde nace mi indignación por varios motivos: Primero- La libertad de expresión ha muerto en esa red social porque expuse como madre mi opinión y decisión. Segundo- ¿Quién es el que decide por mí y entra en mis miedos para decirme qué he hacer? ¿Quiénes me denunciaron el tuit? ¿O quienes exigen que un tuit con una opinión personal sea eliminado? Tercero- ¿Con cuál de las versiones oficiales sobre la salud y el Covid-19 hemos de quedarnos los españoles si este Gobierno ha sido experto en alimentarse de contradicciones?

No espero respuesta ni la quiero por parte de Twitter, pero sí espero que los que nos movemos por esa red social sigamos sin miedo o directamente vayamos cambiando a otros canales. A mí me hicieron borrar el tuit, pero jamás podrán censurar que pueda escribir en cualquier otro medio que me dé la oportunidad de defender la LIBERTAD, en mayúscula.

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