Libertad sin ira

Corría el año 1976. Franco había muerto el año anterior y el Rey Juan Carlos había asumido la jefatura del Estado. En el mes de Julio había sido nombrado Adolfo Suárez Presidente de un Gobierno de transición en el que se establecerían los cauces de una España unida bajo los acordes de una Constitución que sería aprobada dos años después con el consenso enormemente mayoritario de los ciudadanos y, curiosamente, de forma más contundente de los de Cataluña y País Vasco. En ese escenario de 1976 un grupo musical pondría el calor de las emociones en cada estribillo de una canción. El grupo se llamaba Jarcha y su éxito “Libertad sin ira”.

No fue un camino fácil, no obstante, para este himno de la transición. En Octubre de ese mismo año fue prohibida durante un tiempo cuando el recién estrenado Diario 16 la quiso usar como propia en su lanzamiento editorial. La transición requería de muchos abrazos, de muchos perdones, de una revisión crítica de lo ocurrido en todo el siglo vivido bajo el yugo de una dictadura militar y de imposiciones ideológicas que habían hecho peligrar el orden social y la unidad territorial, cuando no hasta la legitimidad del propio sistema económico y social.

Poco pudo contener la censura lo que el pueblo de España proclamó como himno de un momento en el que necesitaba gritar “libertad”. No se trataba de una libertad ni siquiera contra nadie, ni contra el reciente pasado ni contra el sistema, ni contra el Gobierno ni la monarquía ni las instituciones ni el Estado, era una libertad “sin ira”, humana, ciudadana, individual y por ende plural en la que se encontraban todos los españoles para comenzar a ser lo que quisieran ser. Una libertad que no es libre no puede considerarse tal, y atar la libertad al odio, al rencor, al rechazo o a la intransigencia no es sino un acto represivo que jamás debería confundirse con la verdadera LIBERTAD.

Y es que esa libertad que algunos pudieron usar en su momento para alabar las bonanzas de una izquierda que presuntamente luchó contra la dictadura en la clandestinidad no era sino un espejismo que la realidad democrática no ha hecho sino demostrar.

Porque si te cosen a impuestos no están trabajando por tu libertad sino por tu esclavitud hacia ellos. Si construyen un submundo sexual lleno de etiquetas no están sino encarcelando tu ser sexual bajo los parámetros que ellos pueden y quieren controlar. Eso no es libertad. Si te pagan una subvención o paga eterna con la que te agarras a vivir no te están dando libertad, te están controlando para que dependas de ellos y siempre se lo agradezcas aunque eso te lleve a la miseria y no te deje despegar.

Si dicen defender a la infancia pero permiten abusar y prostituir a jóvenes memas en Baleares y exigen no investigar estos hechos, si permiten el acoso, insultos y burlas a un niño enfermo de cáncer porque le gusten los toros o si permiten el castigo a un menor y a sus padres porque estos quieren que el centro dónde estudia su hijo cumpla la Ley y dé al menos el 25 por ciento de las clases en castellano, ni están defendiendo a los menores ni están defendiendo la libertad ni sexual ni de opinión ni los derechos que representan las leyes.

Si consentimos que las mafias campen a sus anchas, si permitimos que la usura sea el germen de los derechos que defienden no estarán trabajando por nuestra libertad. Si aceptamos que desde cargos del Gobierno se nos mienta continuamente, se nos vendan mentiras como verdades para así calmar la furia de aquellos que lo están perdiendo todo, de aquellos que pierden su trabajo, sus esperanzas, el pan de su familia, hasta su derecho a expresarse… no podremos hablar de libertad sino de adoctrinamiento, de esclavitud ideológica.

Cuando nos encontramos con situaciones en las que las Leyes no pueden garantizar la Justicia, cuando se llevan a término leyes que bajo el falso mantra de la discriminación positiva obligan a inocentes a conocer el calabozo sin derecho a su defensa, sin pruebas… eso no es libertad sino imposición cercana a esa dictadura de la que huíamos.

Si te suben la luz un 300 por ciento en un año, si te anuncian tasas por cruzar carreteras que han sido pagadas con tus impuestos, si cada palabra que pronuncias, escribes o piensas debe pasar por el tamiz ideológico de aquellos que gobiernan, si la libertad de expresión y la libertad de prensa se encuentran continuamente enjuiciados por los responsables políticos del país y por algún partido de la oposición, nada de eso es libertad.

Decía Jarcha en su canción que sólo veía “gente que tan solo pide vivir su vida, sin más mentiras y en paz”. La canción nos lleva a un pueblo que quiere y estima su libertad en poder vivir la vida como le de la gana, sin tener que dar explicaciones, sin tener que estar continuamente rindiendo cuentas por todo y en todo momento, ni de lo que piensa, ni de lo que hace con su vida, ni lo que come ni de lo que disfruta. Un auténtico himno a la libertad que no evita hablar también de la mentira. Un pueblo sabio que en ese momento había decidido la paz y no la guerra y eso implicaba olvidar el pasado para poder avanzar en el futuro. Algo que, a los que gobiernan este país, no les interesa.

Es decir, reniegan de un país en el que la gente simplemente viva en paz, en libertad, como le de la gana sin que les etiqueten o los censuren. Un país libre, hermano, justo, y en paz.

Por eso los liberales pensamos y estamos convencidos de que sólo buscando el verdadero progreso, como ya lo hizo Clara Campoamor en contraposición a Victoria Kent cuando la primera, liberal, apoyó y defendió enérgicamente el voto de la mujer mientras la segunda, socialista, se posicionó en contra de ese derecho elemental por la sencilla razón de que no esperaba de las mujeres de la época que confiaran su voto a su partido. Pocas cosas reflejan mejor a lo largo de la Historia la diferencia entre un verdadero progresismo liberal y una política irreal, de conveniencias y alejada de las verdaderas libertades como inspira Vitoria Kent  en ese momento de nuestra Historia. Todo por el poder, aunque sea disfrazar la libertad de un falso progresismo.

En 1997 la canción “Libertad sin ira” se volvió a convertir en el himno de todo el país en uno de los peores momentos de la historia reciente, el secuestro durante dos días y asesinato de Miguel Ángel Blanco por parte de ETA después de que millones y millones de españoles, entre ellos quién les escribe, saliéramos a la calle pidiendo por su vida y, precisamente, por su libertad. La banda terrorista de ideología de izquierdas y anti sistema que se ve representada hoy en día en el Congreso por el socio del Gobierno socialista, Bildu, acabó con su vida.

Hoy creo que es un momento idóneo, imprescindible, para poder devolver a nuestra historia y a nuestro sentir este himno. Creo que la inmensa mayoría de los españoles lo necesitamos gritar.

Sin ira libertad

Dicen los viejos que en este país
Hubo una guerra
Que hay dos Españas que guardan aún
El rencor de viejas deudas

Dicen los viejos
Que este país necesita
Palo largo y mano dura
Para evitar lo peor

Pero yo solo he visto gente
Que sufre y calla, dolor y miedo
Gente que solo desea
Su pan, su hembra y la fiesta en paz

Libertad, libertad
Sin ira, libertad
Guárdate tu miedo y tu ira

Porque hay libertad
Sin ira, libertad
Y si no la hay, sin duda, la habrá

Libertad, libertad
Sin ira, libertad
Guárdate tu miedo y tu ira

Porque hay libertad
Sin ira, libertad
Y si no la hay, sin duda, la habrá

Dicen los viejos que hacemos
Lo que nos da la gana
Y no es posible que así pueda haber
Gobierno que gobierne nada

Dicen los viejos
Que no se nos dé rienda suelta
Que todos aquí llevamos
La violencia a flor de piel

Pero yo solo he visto gente
Muy obediente, hasta en la cama
Gente que tan solo pide
Vivir su vida, sin más mentiras y en paz

Libertad, libertad
Sin ira, libertad
Guárdate tu miedo y tu iraPorque hay libertad
Sin ira libertad
Y si no la hay, sin duda, la habrá

Libertad, libertad
Sin ira, libertad
Guárdate tu miedo y tu iraPorque hay libertad
Sin ira, libertad
Y si no la hay, sin duda, la habrá

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