Se acerca el Día de la Madre y de nuevo nos van a inundar con bellas imágenes de bebés, mamás amorosas y dosis de emotividad. Y a mí me gusta. Soy madre de dos hijos deseados, buscados, amados y que, sin duda, son el motor de mi vida. Hay un momento en la vida que para mí marcó un punto de inflexión. Y es cuando descubrí que estaba embaraza: El milagro de la vida. La intensidad, emotividad y tremenda alegría inundó hasta el último de mis pensamientos. Descubrí las dos rayitas azules y pensé: ¡Ay, Dios mío, que voy a ser MAMÁ!
Me entró la emoción en el cuerpo y el amor en el alma. Te llenas por un instante de una felicidad que jamás vas a poder comparar con nada y ya cambias tu yo y tus costumbres por su felicidad. Pasas a vivir en él. La primera ecografía marcó un punto de inflexión. Mi ginecólogo me preguntaba si veía “el puntito rojo” y le contesté que sí y con otra pregunta quise saber de qué se trataba. En ese momento, el me respondió que era el corazón latiendo de mi hijo.
Ahí es cuando te quedas pasmada, emocionada, sin pestañear, parándose el tiempo, mirando la pantalla y ese colorcito diminuto que parpadea. Te parpadea. Lo sientes. Te siente. Le quieres. Te unes de por vida. Van pasando los días, las semanas, los meses. Tu cuerpo cambia, tu mente cambia, tu amor se multiplica cuando sientes por primera vez una patada de tu bebé. Está vivo y sólo deseas que nazca sano y que lo de si es guapo o inteligente, ya sería un plus. Y llega el momento del parto y en solo dos horas ya ha nacido… mientras mi matrona sonriendo y yo llorando le decía al ginecólogo que yo ya estaba “preparada para parir”.
La mujer te da a tu hijo, lloras, lo abrazas y se aferra a la vida y a tu pecho como si lo hubiera estado haciendo toda la vida. Lo envuelves y sujetas con ambos brazos con miedo a que se te caiga de la cama en la que te llevan a la habitación. Y sabes que ese abrazo, el de su mamá, será el que nunca le abandone en la vida. Es ahí cuando conoces el verdadero significado del AMOR. Podría parar aquí y recibir numerosas críticas por ñona, sentimental y soñadora. Pero no lo voy a hacer. Hay una realidad paralela a lo bonito de la maternidad: la primera es la soledad y la segunda la falta de ayudas reales a las familias.
Cuando mi madre fue madre, mi abuela venía a estar con ella, a acompañarla. Cuando mi abuela fue madre, tenía a las vecinas, amigas y familiares que le ayudaban. ¿Y ahora? Somos muchas mujeres que hemos tenido una maternidad agridulce por haber tenido que criarlos solas, y no hablo de mi caso, que el padre y muy buen padre, por cierto, estuvo en cuanto pudo durante las dos semanas que por aquel entonces se permitían a mi lado. Pero ¿de qué lado? Ellos viven la paternidad con un amor que día a día van forjando con su hijo, con curiosidad, alegría y miedo. Sí, ellos también lo sienten y sienten amor, pero nada es comparable al hecho de haber sentido crecer a tu hijo dentro de ti. Nada.
Es importante que antes de ser madre se les enseñe a las mujeres todo con lo que se van a encontrar cuando lleguen a casa felices con su hijo en brazos: las hormonas, las noches sin dormir, la intensidad, el romper con una parte de ti, el dejar de lado tus costumbres, tus noches de fiesta, tabaco, bebida y risas, la responsabilidad y el pensar: “Madre mía, tengo un hijo y es para siempre”. Que todo esto lo vivan con conocimiento y se sepan rodear de personas que les den también a ellas amor, compañía, ternura y muchos abrazos. Amigas, familiares el padre. TODOS. Todos son necesarios. Muchas tuvieron que soportar por el mero hecho de ser madres, acoso maternal. Sí, queridos. Existe. De la misma manera que existe la maldad y la envidia. (Este tema, muy sensible para mí, me dará para otro artículo. Otro día)
Muchas, con suerte, hemos podido estar un año o dos cuidando de nuestros hijos, dejando de lado nuestra vida profesional por amor a nuestros bebés. Muchas, tras incorporarnos al trabajo, hemos tenido que lidiar otras batallas que nos han hecho y muchas veces entre lágrimas mejores personas y sobre todo más fuertes. Muchas siguen pensando que la maternidad no va con ellas, y desde aquí vaya por delante mi respeto. Pero no nos olvidemos que las mascotas que tenemos, ese perrito, canario o lindos gatitos no nos van a pagar nuestras pensiones. Que la baja natalidad es culpa de muchos factores. Y, sobre todo, es un punto en dónde las políticas han de estar enfocadas.
Empezaría por unas guarderías gratuitas para todas las familias. ¿Por qué no? Yo pagaba alrededor de 400€/mes. Políticas de flexibilidad laboral en todas las empresas, mejorar las condiciones de conciliación y corresponsabilidad, pero siempre teniendo en cuenta que una madre que amamanta a un hijo durante un año quiere vivir esa maternidad en libertad y sobre todo entender que un país lo hacen las personas. Un país lo forjan quienes se esfuerzan. Un país es de aquellos que aportan, que trabajan, que no piden limosnas, que dan, que se levantan, madrugan, no lloran. Y aman a sus familias.
Pensar en la maternidad es bonito. Pero seamos realistas, de nada sirve que durante el Día de La Madre inundemos las redes, las calles y la vida con corazones cuando precisamente a las que somos madres a veces la vida nos pone a prueba con pequeñas luchas diarias y ojo, incluso viviendo la corresponsabilidad en tu hogar, las medidas que existen actualmente me parecen insuficientes puesto que es en los niños en quienes tenemos que poner el foco. Son nuestro futuro. Este 1 de mayo, os deseo a todas vosotras un Feliz Día de la Madre.
A ratitos escribo cosas.
Cuando me inspiro.
Cuando me deja la vida.
Cuando se me van las manos.
Cuando me rodeo de silencio.
Cuando dejo el pudor dormido.
Cuando bailan mis palabras.
Pero sólo a ratitos de los buenos.
No debemos idealizar a las madres
No es cuestión de idealizar a las madres. Es cuestión de proteger la maternidad, los niños y en general la vida en sociedad. Las madres no somos perfectas. Sería demasiado aburrido 🙂 Buenas tardes.