Ídolos del aire

Transcurría el año 86 cuando se estrenó la película Top Gun y un jovencísimo Tom Cruise nos mostraba la adrenalina segregada al pilotar un avión de combate. Temerario y sin miedo, Pete Mitchell, también conocido como Maverick, ganaba un puesto con su amigo del alma Goose, en la academia de vuelo más prestigiosa del mundo. Se convirtió en un clásico junto con su maravillosa banda sonora, y es que la nostalgia es inevitable al visionar este tipo de producciones; que quizás no sean las mejores, pero tienen una huella propia difícil de olvidar. Ese campaneo tan característico con el que da comienzo la producción ya es capaz de ponerte los pelos de punta sabiendo lo que viene a partir de ahí; me resulta increíble cómo hasta un simple sonido puede llegar a transportarte a esa melancolía tan profunda.

Estuve en el cine (no me lo hubiese perdido ni loca) viendo Top Gun: Maverick, ya que se estrenó por fin al cabo de dos años de intensa espera el jueves 26 de mayo, y he de decir que ha merecido muchísimo la pena incluso después de haber pasado treinta y seis años para poder visualizar la increíble secuela. Esta clase de producciones son sí o sí para verlas en la pantalla grande y además añado que su visionado en idioma original suma puntos de forma desmesurada. Supongo que Tom Cruise no será del gusto de todo el mundo, no obstante, opino que este señor sabe muy bien lo que hace. Debido a la primera película, fue a una academia de vuelo y consiguió ser piloto de aviones. Como si fuera poco que nunca use dobles en sus escenas de acción, en esta última, la mayoría que puedes apreciar son reales; nada de pantallita verde con efectos especiales, lo que la convierte en más valiosa todavía si cabe.

Cuando la estaba viendo, mi único pensamiento era: “Madre de Dios”, en pleno conocimiento de que todo eso era real. Y ya no solo por el tema de las acrobacias, sino también velocidades y los entrenamientos tan duros a los que se habrían sometido antes del rodaje. Para que os hagáis una idea, G-force como lo llaman, es una medida para la velocidad. Digamos que 1G es la estándar, la que nos mantiene con los pies en el suelo, 5G es la que podemos experimentar en una montaña rusa, y 9G es la que experimentaron en los aviones. Muchos de ellos perdían la consciencia, así que el casting fue mucho más selectivo debido a eso. Dicho de esta forma parece rápido y sencillo, pero no me quiero ni imaginar lo que es experimentarlo.

También se debe mencionar el precioso homenaje que le hicieron a Val Killer (Iceman) en la película. El actor ha tenido problemas de salud (cáncer de garganta), hasta el punto de perder su voz. Tom Cruise le ofreció hacer un breve papel y además reprodujeron su voz con inteligencia artificial. El resultado fue una escena muy emotiva que logra que sueltes alguna que otra lagrimita. Cabe destacar que una de las polémicas comentadas hasta la saciedad fue que no llamaran a la actriz Kelly Mcguillis (protagonista de la primera) y que fuese sustituida por Jennifer Connelly.

Se ha criticado catalogando el gesto por machismo y un largo etcétera, cuando, en mi opinión, eso resulta exagerado. Treinta y pico años después es plausible que no se trate de la misma mujer, el gran amor de Maverick; y más teniendo en cuenta de que Charlie, se fue en un momento crucial para el piloto, aceptando un puesto de relevancia en Washington. Aunque al final apareciera, a mí no me dio la impresión de que se tratara de un gran amor, sino más bien de uno bonito, pero fugaz.

A pesar de todo eso, hoy en día ya ha recaudado 500 millones en taquilla, lo cual me parece un verdadero éxito teniendo en cuenta por la crisis que hemos pasado estos últimos años y la reticencia que había de ir a cines o conciertos. Al parecer, Tom es muy reacio a que se pierdan estás costumbres (cada vez más debido a las plataformas de streaming) y esa lucha, ha sido bastante criticada. Sin embargo, yo lo veo estupendo, aunque también es verdad que es un lujo demasiado caro. Diez euros por una entrada de cine es lo que te cuesta un mes de visionado en cualquiera de esas plataformas; un poquito exagerado.

Recuerdo que, en Inglaterra, en las salas Odeón, tenías la opción de pagar veinte libras al mes y podías ver cuántas películas se te antojaran. Aquí en España nunca lo he visto. Últimamente, acceder a la cultura es difícil, tanto por el tema pandemia como por los precios desorbitados; y es muy triste que el único propósito de ello sea enriquecerse unos cuántos. No obstante, pensándolo detenidamente, creo que siempre fue así. En definitiva, es una película que merece la pena, que te transporta a la nostalgia y de la cual saldrás literalmente volando del cine.

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