El ‘Sanchismo’, una nueva rama del comunismo

Sin duda, uno de los mayores deseos de nuestro presidente de Gobierno le será inevitablemente concedido. Ese deseo no es otro que ni más ni menos el de aparecer en un lugar destacado en los futuros libros de historia. Y es que, lejos de ser el resultado de una gestión eficiente, independientemente de la tendencia político-económica, Pedro Sánchez lo habrá conseguido como resultado de una suerte de carambolas oportunistas.

La semilla que plantó el infame Zapatero ha arraigado y ha florecido en la figura de un personaje mediocre, oportunista y maquiavélico. Nunca la presidencia de España había sido ocupada por un personaje tan ignorante. Pero el marketing político consigue esos increíbles milagros como el de convertir sapos en príncipes. Y es que, la presidencia de Pedro Sánchez habrá creado un punto de inflexión en nuestra joven democracia. El punto de inflexión de convertirnos en un país comunista. Soy consciente que esta afirmación, por repetida puede haber perdido el sentido de la gravedad que debería de tener, pero, ciertamente y a día de hoy, España se ha convertido en un país comunista más, resultado de los necesarios acuerdos políticos de Pedro Sánchez para detentar el poder y sin el más mínimo escrúpulo.

Recientemente, hemos vuelto a avanzar un paso más con la propuesta de la ministra comunista del Gobierno, Yolanda Díaz. Siendo fiel a su hoja de ruta, la ministra comunista avanza en su proyecto de convertir nuestro país en una especie de dictadura bolivariana naïf, para que le resulte simpática y fácilmente digerible a esa “instagram people” de mantras sencillos de asimilar. La ocurrencia de fijar precio por decreto a los productos “básicos” hace saltar el tablero de juego de cualquier economía moderna y liberal. Es un grave atentado al libre comercio y, sí, también a la Libertad de los ciudadanos.

Algunas grandes superficies se agilizarán por diseñar cestas “low cost” de la compra, pensando exclusivamente en dar una rápida salida a sus excedentes y a esos productos que les cuesta poner en el mercado, o próximos a caducar. Mientras tanto, el Gobierno, “contrario a los intereses de los grandes mercados”, tratará de diseñarnos la despensa. Hemos perdido la libertad hasta para decidir si queremos comer remolacha en lugar de zanahorias. Eso ahora pretende decidirlo el Gobierno, de la mano de los intereses de las grandes superficies.

Resulta especialmente esperpéntico, que la cesta de la compra nos la haga una señora capaz de gastar más de 800.000€ en llenar su alacena. No crean que la lista de la compra que la ministra comunista Yolanda Díaz va a diseñar para los ciudadanos va a parecerse lo más mínimo a lo que Díaz precisa para poder acometer su agotador trabajo ministerial. “200 kilos de langostino, 80 kilos de almeja japónica, 20 kilos de gamba, 1.495 kilos de merluza o 220 kilos de bonito” … son sin duda viandas que la ministra comunista requiere de forma imperiosa para poder desarrollar su buena labor gubernamental. “320 kilos de lubina, 100 kilos de mejillones, 350 kilos de gallos, 280 kilos de filetes de emperador o 370 kilos de boquerones” son víveres de los que no puede prescindir, obviamente, nuestra ministra comunista. 350 kilos de lomo de vaca, 250 kilos de chuletas de cordero, 200 kilos de chorizo casero fresco, 250 kilos de salchicha fresca y 850 kilos de filetes de ternera… y así sucesivamente.

No me dirán ustedes que mantener el estado físico de Yolanda Díaz no tiene mérito. Y es que, parece ser que, el pueblo necesita que sus políticos estén bien alimentados, nutridos y descansados. También que estén bien comunicados, pero eso lo dejaremos para otro artículo. Uno ya no sabe si es una suerte la capacidad de tomarnos con humor este tipo de obscenidades, en momentos en los que la gente racionaliza entre sufrimiento, sudor y lágrimas sus recursos para poder llevar lo más básico a sus hogares.

Finalizo el artículo con una cita textual que Martin Luther King realizó el 9 de agosto del año 1959 en Atlanta, que dice así: “Existe un único fin para el comunismo que es el Estado. El hombre se convierte en un mero instrumento para ese fin. Y si los llamados derechos o libertades de cualquier hombre se interponen en el camino de ese fin, simplemente son barridos a un lado. Sus libertades de prensa o de culto, su libertad de voto, su libertad de escuchar las noticias que le gustan o de elegir sus libros e incluso sus amistades están restringidas. El hombre tiene que ser un servidor, obediente y sumiso, del Estado, y el Estado es omnipotente y supremo”.

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