Homo loquens

En el primer capítulo de la obra Las palabras y los hombres del filósofo español José Ferrater Mora (1912- 1991) titulado  “Imágenes del hombre”, se explica que “los filósofos griegos no decían <<El hombre es un animal racional>> “, sino <<Anthropós lógon ejon>>. Ya que para «los griegos el término <<logos>> era menos abstracto que las voces “razón”, “raison”, “ratio»», etc, por lo que<<logos>> se ha traducido con frecuencia por lenguaje <<Sólo el hombre habla>>».

A través del lenguaje verbal nos comunicamos, transmitimos ideas, sensaciones, sentimientos y reflejamos nuestro entorno. Es un fenómeno tan natural e intrínsecamente humano que se da por hecho lo mismo que respirar. Del mismo modo que los pulmones nos ayudan a transportar el oxígeno a la sangre y a eliminar el dióxido de carbono también contribuyen a la producción de sonidos. Se trata de procesos tan mecanizados que ni pensamos en ellos.

Los hablantes deberían tener unas cuantas nociones básicas acerca de su característica más humana. Como por ejemplo, que todo signo está formado por dos partes, indisociables, “la cara y la cruz de una moneda”. En el caso del lingüístico nos encontramos con el significante o imagen acústica /’arbol/ y el significado o contenido (planta de tallo leñoso que se ramifica a cierta altura del suelo). Que a su vez posee propiedades como la arbitrariedad, la linealidad, la inmutabilidad y la mutabilidad (F. Saussure).

La “inmutabilidad” de este signo implica que “la conexión entre significante y significado está establecida por cada comunidad lingüística, de modo que ningún usuario puede, a título individual, modificar caprichosamente tal conexión”, esto por si alguno de esos lingüistas a favor y posiblemente “cómplices” del “lenguaje inclusivo” tiene algo que objetar. Y que nadie me venga con lo de la “mutabilidad” porque entonces sí que muto yo en algo “formidable” tal y como se entendía allá por el siglo XVIII.

Si los rasgos del signo lingüístico pueden parecernos extraños, los de las lenguas no lo son menos. El lenguaje humano posee, por una parte, las llamadas “propiedades de la señal” y por otra “las propiedades del proceso”. Entre las primeras encontramos diferentes subtipos, el primero pertenece a los “físicas” en las que entrarían el canal vocal- auditivo, la transmisión irradiada o la evanescencia. El segundo grupo es el de las “simbólicas” (semanticidad y la arbitraiedad), en tercer lugar están las  “estructurales” (dualidad y productividad).

En el subgrupo de “las propiedades del proceso” aparecen las “inherentes” (especialización y desplazamiento) y en “las relativas a los participantes” se encuentran “la intercambiabilidad de roles”, “la retroalimenación total” y “la transmisión cultural”. Vaya … vaya, vaya, “la transmisión cultural”, ¡interesante!. Esta particularidad hace referencia a que “la capacidad de adquirir y utilizar una lengua depende de nuestro código genético”. Aunque también es cierto que “el lenguaje no se desarrolla si el individuo no está expuesto desde su infancia al uso de la lengua (o lenguas) de su comunidad”, como sucede en los casos de “los niños salvajes” (Charles F. Hockett).

Qué sucedería si por primera vez en La Historia de La Humanidad fuésemos conscientes de quiénes somos, de toda nuestra complejidad, ¿veríamos la llamada “Cultura de La Muerte” como una abominación antinatural que desprecia la esencia humana en sí misma? ¿Abuchearíamos a los que dicen que somos indignos y que no hay cabida para nosotros en la Tierra porque somos el origen de todo Mal? Puede que no, pero al menos sabríamos lo que estamos “aniquilando”, que no es otra cosa que a nosotros mismos. 

Qué pasaría si en lugar de incidir tanto en La Ideología de Género en las escuelas se impartieran clases de lingüística. Y si para cuando un joven llegase a la universidad tuviera claros cuáles son los significados y el origen de las palabras  “ideología” y “género”, ¿podrían Lobbies y políticos manipular con tanta facilidad al “populacho”? Si tuviera la posibilidad de viajar en el tiempo al primer sitio al que iría sería a ese momento en el que los “homos” unieron sonidos transformándolos en “paroles”. De ahí salieron las más de siete mil lenguas que se hablan en el Mundo hoy en día. Es la base de toda cultura, ciencia, arte, es El Todo.

Los hablantes deberíamos ser conscientes de que dentro de una lengua se encuentran un sistema, una norma y el habla. No se trata de meros formalismos propuestos por un grupo de intelectuales que no tienen otra cosa que hacer más que complicarnos la vida. Todo ese entramado está basado en el comportamiento lingúístico de las personas. Cuando en el colegio a los niños se les enseña que en español «el adjetivo y el sustantivo deben concordar» o que «ante -b y -p se esrcibe -m», tengan claro que esto no responde a propuestas caprichosas sino que viene precedido por un proceso de investigación de la lengua tanto en su forma oral como escrita.

Distinguir entre “variación” (“uso de la lengua condicionado por factores de tipo geográfico, sociocultural, contextual e histórico”) y “variedad” (diversidad de usos de una misma lengua según la situación comunicativa, geográfica o histórica en que se emplea y según el nivel de conocimiento lingüístico de quien se utiliza”, por ej: las jergas), ayudaría a comprender «fenómenos que pueden considerarse variantes diastráticas en una determinada comunidad» mientras que «en otras se consideran variantes dialectales«, por ejemplo (queísmo y dequeísmo).

Pero si todos estos conceptos les parecen excesivos o les aburren, sólo piensen en los primeros hablantes, en los siglos de evolución, en cómo nuestros antepasados fueron tejiendo este fabuloso legado llamado lenguaje verbal. Tengan en cuenta que las lenguas se tranmiten de generación en generación, que son nuestras, de los hablantes. Seamos egoístas y no dejemos que un pequeño grupo de ambiciosos sociópatas nos las quiten y las vuelvan en nuestra contra. No tiene por qué haber rivalidad entre diferentes lenguas y menos dentro de un mismo territorio sino que debe ser motivo de unión. No podemos consentir que los políticos nos digan cómo tenemos que hablar, no pueden, a no ser que se les deje. 

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