Palabra de Dior

Dice la Real Academia de la Lengua Española que lujo, en su tercera acepción significa “aquello que supera los medios normales de alguien para conseguirlo”. Y, claro, si algo supera los medios normales para disfrutarlo no tiene otro remedio que recurrir a medios extraordinarios para lograrlo. Traducido a la política española, si no nos llega para pagar aquello por medios normales, recurriremos siempre a una nueva subida de impuestos para que los que más tienen paguen a los que no tienen medios normales para conseguirlo, sus lujos. Bien que estos lujos, en ocasiones, son necesidades esenciales y esto habría que analizarlo. Eso sí, lo primero que tendríamos que ver es por qué estas personas no disponen de esos “medios normales”, lo que habitualmente se llama trabajo, para conseguir, al menos, sobrevivir en lo esencial, disfrutar de una vida digna.

La extrema izquierda en el Gobierno entiende esto a la perfección, tanto como que es la heredera directa de ese comunismo que terminó siempre convirtiendo en lujo cualquier medio de subsistencia del conjunto de la población mientras sus líderes bañan sus vidas en el verdadero lujo que el resto paga con su trabajo. Todos esos Gobiernos comunistas o socialistas bolivarianos que comenzaron presentándose como la solución a la diferencias sociales y económicas y se convirtieron en los precursores de sociedades igualitarias en pobreza generalizada… menos en ellos y ellas. Bueno, ellos casi siempre fueron los líderes, y ellas las que apoyaban a los que les permitían vivir en ese sistema de lujos para los privilegiados.

Y para ayudar a ello, lo mismo se montan una película de serie B para crear grupos y subgrupos de géneros y de familias, como si el género o la familia sea subdivisible en tantos departamentos como una ecuación matemática pueda establecer para encasillar y etiquetar en el concepto tan alejado a esa práctica como es la libertad de elegir tu propia vida y tomar tus propias decisiones, como en un intento de ofrecer una variedad a una juventud que, en demasiadas ocasiones, se aferra más a esas identidades que eligen para ellos y ellas, como quién elige un tipo de manzana en un supermercado, que dedicarse realmente a labrarse un auténtico futuro en una educación que han desprestigiado continuamente a base de reformas que sustituyen la filosofía y la religión por la creencia de Estado, que no otra es sino la suya, la de la extrema izquierda.

Una Educación que han llevado a los extremos de la extravagancia prevaleciendo esos inventados derechos de identidad nacional que tienen como consecuencia la división, el adoctrinamiento y la desigualdad, esa que tanto critican cada vez que pueden cuando los que gobiernan son otros, sobre una enseñanza integral que debe incluir, sin remedio para conseguirlo, un conocimiento de todas las lenguas, tanto territoriales, como la estatal, así como el cultivo de la base crítica a través de la profundización en asignaturas humanistas como la filosofía, la literatura o la historia, la de todos, no la que soñaron unos cuantos en una noche de delirios separatistas. La LOMLOE no es sino un instrumento del Estado para consolidar la sustitución del pensamiento individual hacia un pensamiento colectivo y dirigido por y desde el mismo Estado con incompresibles cesiones a las comunidades gobernadas por partidos nacionalistas e independentistas. Y esto sí que podría llamarse violencia política.

Pero también es importante, precisamente al hilo de las mencionadas cesiones a los nacionalistas e independentistas que no hay mayor lujo, por encima de medios normales, que un Estado se puede permitir que sucumbir a los chantajes de estos que son contrarios al derecho común y al espacio común de convivencia y decisión, a la igualdad entre todos los españoles. Y, por supuesto, cuando esas cesiones se producen como contraprestación al apoyo de un Gobierno, de unos presupuestos, a la propia estabilidad de los que dirigen el país bien podríamos hablar de una tipología de malversación, la malversación política.

Esta extrema izquierda que tan impositiva llega a ser que convierte en lujo prohibido la calificación por parte de la oposición de aquello que consideran con respecto a los que gobiernan o a sus socios, pero que no se imponen a sí mismos el más mínimo decoro a la hora de hablar de esa oposición insistiendo en la conceptualización de que todo lo que sea derechas es fascista… cuando el origen del fascismo, de todos los fascismos en Europa, no fue sino la propia izquierda. Otra deconstrucción más de la realidad al amparo de la defensa de sus propios privilegios y de esos sueños oníricos que convierten a la sociedad en una parodia de su propia realidad, mucho más profunda, más personal, más individual, una sociedad tan diversa que el día que se de cuenta de cómo y de qué manera están diseñando sus vidas encasillando cada una de sus características, limitando tantos derechos, descubrirán el verdadero engaño por el que le dieron gato por liebre.

Sinceramente, más allá de los resultados, de lo que está ya afectando a la propia sociedad, a los jóvenes, estudiantes, trabajadores, empresas, la deriva económica y social, una de las cosas que mayor indignación me produce es aquello en lo que han convertido a un partido socialista que si el gran Rubalcaba levantara la cabeza la llegaría a esconder entre piedras ante tal indignidad. Y ojo, que personalmente valoro enormemente ese socialismo valiente que ha sido capaz de sacar a la palestra cuestiones que llevaban demasiado tiempo sin resolver como los derechos LGTBI, o la violencia de género, oculta bajo las alfombras podridas de los salones, cocinas, dormitorios de las casas y oficinas de todo el país, o la cuestión trans. El problema no es ese, el problema es que la solución está convirtiendo muchos de esos temas no resueltos en problemas aún mayores, ocasionando rechazos que empezaban a estar superados y enfrentamientos hasta entre las propias asociaciones en defensa de las mujeres, de los homosexuales o de las personas transexuales. Algo o mucho no debe estar haciéndose bien. Y no hacer las cosas bien en estas cuestiones de tanta trascendencia social y personal es hacerlo ciertamente fatal.

Esto me lleva a pensar, una vez más, en una clase política más preocupada por aparentar que por ser, muy de golpes en el pecho pero que sólo piensan que en cada partido en el Congreso se juegan la permanencia haciendo trampas en cada jugada, que más allá de querer comprar a los árbitros sólo piensa en poner a los suyos como tales; una clase política que no deja de vivir en un lujo que, como siempre, sólo terminan pagando los ciudadanos y, por desgracia, más terminan pagando, si cabe, los menos favorecidos que tanto se afanan en aparentar defender. Entre la subida del IPC, la luz y los suministros energéticos y los contratos discontinuos habría que analizar el mínimo vital más bien como una botella de oxígeno medio vacía en un hundimiento a más de tres kilómetros en medio del Pacífico que en una oportunidad para poder salir adelante y mejorar la calidad de vida de los afectados. El lujo de apenas respirar, y ni eso en muchos casos.

Y ante la apariencia, sonrisas, un aquí me las den todas que cada vez más ciudadanos ven como insoportable, una sonrisa de ministras y ministros que asoman una belleza y un bien estar que me recuerda las palabras de Christian Dios, “El entusiasmo por la vida es el secreto de toda belleza. No existe belleza sin entusiasmo”. En este país, por desgracia, cada vez hay menos entusiasmo y la belleza que muestran los que nos gobiernan es, cada día, menos admirable y supera sus medios para conseguirla, convirtiéndose en un lujo reservado para unos pocos privilegiados, los que ostentan el poder político. Palabra de Dior.

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