Los lemmings de UPyD

“Millennials” y “centennials”, por favor, absteneos de seguir leyendo. No perdáis el tiempo, no vais a entender nada. De hecho, de normal no entendéis nada de lo que está pasando porque os falta, además de otras muchas cosas, perspectiva, así que esto no será una excepción. Dejadlo aquí y pasad a lo vuestro, que es estudiar para ser “influencers”…

Bien, pues escribiré para el resto de ciudadanos. Esas generaciones no saben qué cosa fueron los “Lemmings”, algo que sí sabemos los “boomers” porque nos salió el vello en tiempos de los routers de 14.400 bps, de proveedores de internet como Arrakis o de juegos para Spectrum como Sir Fred o Knight Lore. Por no hablar de que conocemos la Historia reciente no sólo porque la hayamos vivido sino porque en la EGB se aprendía todo más y mejor que ahora.

Los Lemmings fue un juego informático para diversas plataformas en el que los protagonistas, un conjunto más o menos grande de hombrecitos azules con el pelo verde, tenía tendencia al suicidio colectivo. Evitarlo total o parcialmente era el reto del jugador. En esa misión, casi siempre había que contar con que la inmolación de varios de ellos era necesaria para salvar al resto y el jugador tenía que elegir quién vive y quién muere consiguiendo salvar a un número determinado de ellos. Como diría Spock, «La necesidad de la mayoría pesa más que la necesidad de unos pocos».

Pues bien: los de UPYD hemos sido los lemmings magentas. Al menos, la mayor parte de nosotros. Intentamos el bien de la mayoría a costa del nuestro propio.

Abrir camino entre los Scila y Caribdis de la política española de 2007 no fue nada fácil. De hecho, rápidamente conseguimos enemigos a  más velocidad que amigos. Unos, como Iglesias, nos acosaban en la Complutense al original grito de “fascistas” y otros, como  Margallo, nos dijeron que nos aplastarían “como a una nuez”, de forma literal. ¡Y qué decir del PSOE…! Habida cuenta del origen de Rosa Díez y de que no hay peor cuña que la de la misma madera, el odio africano desde las filas socialistas será eterno, aun después de desaparecidos. ¡Ah!, absténganse de criticar de racista la expresión “odio africano” hasta que hayan leído en Google de dónde proviene. Háganse ese favor a lo que quede de su inteligencia…

No voy a hacer una lista exhaustiva de los logros de UPYD para la política española. Ni tengo ganas ni muchos se lo merecen tampoco. Sólo diré que la primera nómina de un diputado que se publicó fue la de Rosa Díez. Primero lo hizo la web del partido. Luego exigió al Congreso de los Diputados que hiciera lo mismo. Durante un tiempo, lo único que conseguimos fue que en la web del Congreso se pusiera un enlace a la página de UPYD. Meses después llegó oficialmente la “transparencia” y se empezaron a publicar las nóminas y declaraciones de bienes de todos los diputados. Eso lo consiguió un partido con una sola diputada en el Congreso. Pero una sola puede valer por 100. Como decía mi padre, hace más el que quiere que el que puede.

Repito, nada de relación de méritos. No tengo espacio ni tiempo ni ganas. UPYD ha sido un partido revolucionario en el sentido estricto de la palabra. Antes de UPYD no se hablaba de regeneración democrática, ni de transparencia, ni de despolitización de la Justicia, ni se luchaba por igual contra la corrupción, fuera del signo que fuera, ni se planteaba el fin de los aforamientos, ni la reforma electoral, ni la necesaria reforma del Título VIII de la Constitución para otorgar igualdad de derechos a todos los españoles…

La ruptura del bipartidismo por parte de UPYD no se hizo para polarizar la vida política sino todo lo contrario. Se hizo para centrarla, para acabar con la estúpida dicotomía entre izquierda y derecha, para buscar “lo que nos une”, que fue nuestro mejor eslogan desde 2008. Se hizo para mostrar que desde todas las posturas no extremas se puede remar en la misma dirección. Se hizo para construir.

 Cuando nosotros echamos abajo las compuertas del bipartidismo, ahí estaban dispuestos los populistas de todo signo y condición a entrar por una brecha que ellos no había roto. Es más, muchos de ellos, antes desde las filas del PP, el PSOE o IU ya habían contribuido a ese bipartidismo con todas sus fuerzas. Y, como siempre suele pasar en las revoluciones, los que vienen después entraron pisando sobre los cadáveres de quienes se alzaron primero. En este caso, sobre los nuestros.

Eso habría sido hasta bueno si quienes llegaron hubieran resultado mejores. Pero no fue así. Junto con los nacionalistas periféricos de siempre, lo que potenciaron los que vinieron después  (Podemos y el sanchismo-zapaterismo) es, precisamente, “lo que nos separa”. Ahondan en las peculiaridades, enarbolan las diferencias, premian las singularidades y riegan de dinero los privilegios de unos contra otros. Desde los “hechos diferenciales”, pasando por los “géneros”, hasta los territorios “históricos”. Como si la Historia también fuera patrimonio de unos y no de otros. Con cualquier diferencia hacemos ahora una causa descomunal. Pidiendo una falsa igualdad se fomenta la desigualdad, cuando no el odio y la destrucción. El adversario es ahora un enemigo.

A eso, añadamos la resurrección artificial del franquismo por parte de los podemitas  y ya tenemos el panorama lleno de trincheras. Porque tampoco el populismo de derechas es la solución cuando se invocan antiguallas morales y religiosas que no se siguen ya casi ni desde el Vaticano.

De los indignados del 15M hemos pasado a los ofendidos, que es igual o más rentable. Ahora los políticos crean “nichos de votos” fabricando ofendidos de todo signo y condición.

La situación hoy es un fiel reflejo de esas tertulias televisivas donde todo el mundo se grita sin escucharse, se insulta sin respetarse y donde suele llegar más lejos el mensaje más simple, falso y chabacano. Los ciudadanos están muy bien representados. Lo que nos une ya no importa a los votantes, si es que alguna vez les ha importado. Eso es la política en España.

Así que los lemmings que quedábamos ya nos hemos suicidado formalmente también.

Pero no canten victoria… Hay mucha gente que ha pasado por UPYD y que es activa y válida para la política española. Algunos están hace tiempo en otros partidos. Son de UPYD con otros carnets. Otros, en ninguno, pero siguen siendo referentes notorios de nuestros valores. Y los que nos hemos quedado a apagar la luz y cerrar la puerta pues tomaremos cada uno un camino ahora pero, sea el no el mismo, los fines que nos unieron a todos un día siguen presentes y, estemos donde estemos, seguiremos enarbolándolos.

UPYD llegó para quedarse y sus ideas, aunque de capa caída de momento, sobrevivirán a las siglas porque en algún momento las echarán de menos.

Eso sí: mientras todo esto continúe como va, desde mi cómodo sofá no podré por menos que esbozar de vez en cuando una sonrisa sardónica mientras muchas cosas se derrumban alrededor. Mucha gente llevará en el pecado la penitencia y no pidáis que lo sienta por ellos…

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