La sardana catalana

Escribo esto a las 18:30 del 30 de diciembre de este año bisiesto y maldito de 2020. Ya veremos si esto es importante o no.

La sardana, ese baile típico regional de Cataluña, merece para mí el mismo respeto que el chotis, baile castizo de Madrid, mi ciudad natal, mi patria chica: todo. Y, además, comparto con ellos el mismo conocimiento, o sea, ninguno. Observo el baile, cualquier baile, entre la admiración distante y el bostezo. El Señor no me ha llamado por el camino de la danza ni de ningún otro arte escénico y hay alguna prueba videográfica de ello por ahí a pesar de mis esfuerzos por eliminarlas completamente dado que sólo sirven para el escarnio y el ridículo. 

Mi relación con la danza se limita a ver hace 20 años el espectáculo de Rafael Amargo titulado “El amor brujo”, que incluso llegó a parecerme a ratos entretenido cuando cualquier persona lo habría calificado de maravilloso o, incluso, excelso, según críticas de la época. Porque a la gente normal le suele gustar el baile. Y es algo que está muy de moda en Cataluña.

Sin ir más lejos, el portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Tarragona, Rubén Viñuales, se marca uno y salta desde sus filas a las del PSC. Me pregunto cómo alguien que ha defendido las ideas de Ciudadanos puede, de pronto, pasar a un partido que defiende la inmersión lingüística, el indulto a los golpistas y el permanente diálogo/cesión con ERC, partido con el que, necesariamente tendría que gobernar si quisiera hacerlo. Eso no es un baile, es una colección de “entrechat seises” completa. El Bolshoi necesita también gente así.

Pero hay más bailes en Cataluña. Por ejemplo, el que se ha marcado la senadora y diputada autonómica Lorena Roldán al aterrizar en las filas del PP. Este ha sido con zapateado incluido en la cara de Carlos Carrizosa e Inés Arrimadas en forma de críticas ácidas bien merecidas. Ambos se pasaron por el forro la elección en primarias por los afiliados de Roldán como candidata para los próximos comicios y le quitaron la silla en su carrera desesperada por ver si pueden bajar de ser la primera fuerza política de Cataluña a la quinta o sexta. Yo creo que llevan camino de conseguirlo.

Roldán, al contrario que su ex-compañero de Tarragona, va a aterrizar a un partido que, al menos nominalmente, no está poseído por el sanchismo. Dicho esto con todas las cautelas porque hay dos culpables del auge del nacionalismo en España y estos son el PSOE y el PP, a partes iguales. Uno por complicidad y el otro por dejación de funciones. 

Del PP actual, que da la espalda a personas como Cayetana Álvarez de Toledo, solo puedo esperar verlo cobardear, buscar las tablas y mendigar acuerdos ante el miedo de verse absorbido por VOX o de que les llamen “facha”, algo a lo que muchos estamos más que acostumbrados e incluso lo vamos pidiendo descaradamente y que a ellos se lo van a llamar siempre, hagan lo que hagan. Como nos lo llamaron a los de UPYD y se lo llaman, incluso ahora, al Ciudadanos de Arrimadas.

No puedo esperar del PP heroicidades o, ni tan siquiera, tener los arrestos necesarios como para plantar cara ante la máquina propagandística del Gobierno. Pero al menos la posición de Roldán, suponiendo que abandone sus cargos públicos y no se convierta en tránsfuga, me parece mucho más coherente que la de Viñuales.

Y, para el final dejo el mejor baile, el de Illa e Iceta que, si no fueran políticos, serían una de las mejores parejas cómicas de los escenarios. Lo tienen todo: interpretan papeles con gran maestría, cantan milongas y bailan. ¿Qué más podemos pedir? Según el designio imperial de Pedro Sánchez, Illa le ha quitado la silla a Iceta que, gentilmente, se ha hecho a un lado para dejar que pase.

Ahora, en Cataluña, han fichado al ministro de Sanidad del país de la Unión Europea con las peores cifras por COVID: tercero con más muertos por habitante por detrás de Italia y Bélgica, con más personal sanitario infectado (en junio ya había más sanitarios contagiados que en Francia e Italia juntos) o de donde más personal sanitario ha fallecido. Y este triunfador aspira nada menos que a presidir la Generalidad. Pues habrá que tomárselo con filosofía…

Salvador Illa dijo hace mucho tiempo, o sea, ayer mismo, que el candidato en las próximas elecciones sería Iceta. Desde entonces, todo ha debido de cambiar mucho porque no se me ocurriría decir que Illa miente. ¿Acaso nos mintió cuando dijo en febrero a la Unión Europea que estábamos preparados contra una posible pandemia y teníamos todo el material necesario? ¿Acaso nos mintió cuando aseguró en junio, como su jefe, que habíamos vencido al virus? ¿Acaso nos miente con la cifra real de fallecidos? Pues eso…

Y lo de Iceta es aún mejor. Imagine usted, querido lector, que está a punto de obtener un escaño que le posibilitaría en la mejor de las opciones encabezar un gobierno autonómico. Ese puesto, premiado con 120.000 € al año, le permitía disfrutar de un sueldo vitalicio de 100.000 €. ¿Qué tendrían que ofrecerle a usted para renunciar a eso? Pues me temo que lo vamos a ver en las próximas horas y no nos va a gustar nada. Pero yo sí lo entiendo.

Yo, por un sacrificio así, la verdad es que estaría dispuesto a aprender a bailar tango con Pilar Rahola como pareja.

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