Una vacuna contra el miedo

En la era del lenguaje binario, de la información, y de la mecánica cuántica, seguimos no obstante siendo esa sociedad ancestral parapetada tras las sombras de nuestro propio muro, temerosa de alzar el cuello en aras a vislumbrar esas cegadoras y desconocidas imágenes, unas imágenes ajenas a las formas y sombras que habitualmente acostumbramos a ver en nuestro confortable habitáculo cavernario. Esas sombras a las que llamamos realidad. Y si por un momento el atrevimiento superase a la inmóvil incertidumbre, y alzase los talones y el cuello, y se sostuviese sin esquivar la mirada, vería que pronto las pupilas se adaptan a esa nueva imagen, la cual dejaría de cegarle, desembocando tras de si en un bello entorno que jamás hubiera imaginado pudiera existir. Un entorno que siempre existió, pero que temerosa y atrincherada tras la única realidad de las sombras, no podía si quiera soñar que existiese.

Y si siguiera alzando los talones y el cuello, y dejando atrás aquellas sombras, poco a poco vería mostrado ante sí, más y más imágenes, hasta ahora inexistentes en el imaginario colectivo, descubriendo poco a poco que el confort conquistado en otro tiempo, se acabó convirtiendo en su propia cárcel, en su celda, en su muro, en sus sombras. Y entonces, y sólo entonces, finalmente vería la luz.

He aquí que precisamente ese confort, esas sombras antecedentes capaces de gobernar nuestra psique, tanto individual como colectiva, mantienen secuestrada nuestra voluntad, convirtiéndonos en seres inanes incapaces de reaccionar y accionar aquello que del simio nos separa, esto es, la voluntad de poder. Secuestrados por las sombras, y temerosos de nuestra propia libertad en un mundo desconocido, cedemos al poder toda nuestra vida y anhelos, pues convencidos estamos de que, gracias a esta cesión, obtendremos una aparente, definitiva y elegante protección.

No pertenece exclusivamente a nuestro presente el fenómeno de que merced al miedo, se controle maquiavélica y vilmente a toda una sociedad con el solo propósito de la supervivencia del poder, pues a esa infantilización de las masas so pretexto de una prometida, ficticia y sobreactuada seguridad, se viene recurriendo como táctica, métodos psicológicos y sociológicos mediante, desde tiempos de Eva. Lo que si es lacerante para cualquier mínimo ser pensante de nuestra era, es que esa subrepticia aunque descarada manipulación, se esté produciendo en el escenario social en el que a más información se ha podido acceder desde que el hombre es hombre.

No es por tanto ese infantilismo fruto de un tiempo donde reina la ignorancia y el miedo, sino que bajo el yugo de un miedo proyectado e inyectado en el imaginario colectivo, se ha puesto de relieve la sociedad infantil que en realidad somos. Que siempre fuimos. Precisamente porque fuimos lo que fuimos, y somos lo que somos, una sociedad infantil incapaz del más mínimo conato de valentía y luz, es por lo que el poder, sabiéndose en su dominio, se sirve de éste para seguir inoculando la dosis de miedo suficiente capaz de mantener como conducta perenne ese infantilismo.

He aquí pues el epítome del ocaso de una civilización que, tras en tiempos pretéritos conquistar, al menos en apariencia, el cénit de la libertad y el confort, se ve ahora cercada por ese mismo confort por el que en su día luchó, hasta quedar consumida en las llamas de la cobardía que impávida le lleva a perecer y pudrirse en el sofá.

Con Covid o sin él, han conseguido escudados tras aquellas sombras de la caverna a las que nosotros como tribu que somos llamamos realidad, lo que todo poder que desea perpetuarse necesita, esto es, una población adocenada, acobardada y asediada en casa, suplicando aún inconscientemente, que sea el poder el que sometimiento mediante, le proteja. Le proteja de las sombras. Porque ese hombre masa que somos la sociedad moderna , aunque individualmente podamos mostrar un mínimo impulso de valentía ajena al confort, nos hará creer que necesitamos un supra- poder que nos proteja, que nos proporcione ese abrigo y protección que nos aleje de cualquier luz que nos pueda cegar.

Y cualquier intento individual de escapar del miedo colectivo, de escapar de las profundas sombras que en la caverna nos tienen sitiados, será sofocado, no sólo por el propio sistema, ese poder- estado que dejó ya hace mucho de ser nación, sino además por ese hombre-tribu que somos, esa sociedad acobardada y dogmatizada que no permitirá que nadie, el más mínimo bípedo con voluntad de libertad, se atreva a ser lo suficientemente temario y valiente como para guiarnos por una senda ajena a ese miedo al que apellidamos y acuñamos sociedad moderna  y del bienestar y confort.

Y ahora que la vacuna capaz de amortiguar el pánico generalizado ya está en camino, ahora que el hombre-tribu ya puede dormir tranquilo porque aquellas sombras seguirán siendo nuestra más objetiva realidad gracias a la inyección, ya solo falta la vacuna contra el miedo, porqué es realmente el miedo el que está ganando la contienda. Siendo el virus potencialmente nocivo, aunque no más nocivo de lo que muchos de los virus que entre nosotros han convivido y conviven puedan ser, lo que de verdad está socavando nuestras vidas es ese miedo inoculado e inducido en el inconsciente colectivo con calculada alevosía y premeditación. Con perfecto y estudiado diseño de la dosis del mismo, suficiente como para provocar un escenario de pánico generalizadoque  nos trueque en una masa-tribu estéril y pusilánime cuya conducta habitual quede transformada y reducida a un instintivo auto-sometimiento.

Estamos asistiendo, siendo testigos y co-protagonistas , de la que sin duda es, la sinopsis de posiblemente el mayor experimento psicológico y sociológico de la historia moderna.

¡Informado al minuto!

¡Síguenos en nuestro canal de Telegram para estar al tanto de todos nuestros contenidos!

https://t.me/MinutoCrucial

Be the first to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*